Capítulo 24

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Thiago se acomodó la ropa y nos giró para que quedáramos reclinados sobre ese asiento trasero, casi abrazados los dos

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Thiago se acomodó la ropa y nos giró para que quedáramos reclinados sobre ese asiento trasero, casi abrazados los dos.

Nuestras respiraciones eran resuellos y parecía que acabábamos de correr un maratón por como los pechos subían y bajaban.

Tenía el flequillo pegado a la frente, así que él jugó con una caricia perezosa hasta acomodarlo y nos quedamos ahí un instante mirándonos.

Mi estómago era el único lugar en todo el cuerpo en el que no sentía alivio. En donde no podía terminar de relajarme, por estas malditas cosquillas que se me ponían, confundiéndome y asustándome de paso. Ahora llegaban hasta mi pecho, inundándolo todo de calor. Más calor del que hacía en el auto, si es que era posible.

Sus ojos azules, ahora más serenos, parecían sonreírme y yo no sabía ni cómo actuar.

Estiró un poco el cuello y dejando apoyada su nariz en la mía, me besó muy despacio, apenas moviendo los labios. Solo como si quisiera seguir cerca, y conectado conmigo.

Thiago era el primer chico que después de algo así había querido seguir besándome, no parecía importarle nada, y yo por primera vez, no me sentía sucia. Me sentía...

No sé ni cómo mierda me sentía, pero no podía dejar de devolverle ese beso, aun cuando me costaba recobrar el aliento.

Pasó una mano por mi espalda desnuda y me estremecí de placer. Tenía la piel sensible, y sus dedos eran pura corriente eléctrica.

Pensando que mi reacción había sido por frío, buscó a tientas mi camiseta con una mano, sin dejar de besarme y la pasó por entre nosotros para cubrirme.

No podíamos seguir, porque era más que evidente que si habíamos llegado hasta donde lo habíamos hecho, nos quedaba ya poco para dar el próximo paso, y no creía que él estuviera listo todavía.

Y esa fue la única razón por la que no manoteé la prenda para sacarla volando, y no me volví sentar en su regazo para arrancarle la ropa a mordiscos.

Se lo veía tan atractivo, así, que podría haberlo hecho tranquilamente.

El recuerdo de sus jadeos y de cómo se había dejado ir en mis manos y mi boca... Uf. Apreté las piernas, reprimiendo el deseo de mandar todo a la mierda.


—Creo que ya es hora de volver. – dije vistiéndome y separándome apenas de su abrazo mientras él me miraba confundido.

—¿Hice algo que no te... – empezó a decir, pero lo interrumpí.

—No, todo lo contrario. – le aclaré. —Si nos quedamos, esto termina mal. – me reí.

Thiago se rio también, y sacudiendo la cabeza, buscó su camiseta para ponerse. No voy a mentirles, por un momento, me pareció que se quedaba pensándolo. Que con mi comentario, tal vez lo haría cambiar de opinión, pero no. Tomé aire con algo de decepción y abrí la puerta del auto para ubicarme en el asiento del copiloto.

1 - Perdón por las mariposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora