El acoso escolar se vuelve parte de un proyecto artístico y de libre expresión en la Escuela de Artes de Seúl, terreno en el que el mismo funciona como moneda corriente. ¿Cómo se derroca una ideología tan interiorizada y, al mismo tiempo, se logra c...
El dilema de la deconstrucción social había golpeado las puertas del instituto secundario de artes de Seúl. En tiempos modernos, muchos adolescentes acarreaban las ideologías y los pensamientos propios de adultos. Más precisamente, sus padres. Y se había vuelto cómodo y usual oírlos repetir el discurso basado en el odio. Se apartaban de todo lo que pudieran aprender por su cuenta, para volverse uno más del montón. Pero poner en jaque a la crianza ajena, era como señalar con el dedo. Y eso estaba peor de mal visto, incluso si en comparación se llevaban años luz.
Esta interrupción de creencias heredadas se había dado a través de un grave caso de acoso escolar dirigido la mayor parte del tiempo, a estudiantes extranjeros. Lalisa Manoban era el blanco preferido de las burlas y las más frías críticas. Por eso sentía que por muy buena que fuese la intención que llevaba a la profesora Lee a impulsar un proyecto así, sólo la exponía más.
La tarea era muy sencilla, como jodida para los ya fanatizados en frecuentar estas actitudes agresivas. Debían construir, desde una perspectiva artística, una crítica al bullying. A Lisa se le daba muy bien escribir, pero lo que le resultaba fatal era volcar sus propias experiencias en un documento de Word. Si la razón principal por la que se había volcado por la escritura, era para que inventándose universos ficticios y fantasiosos no iba a tener que lidiar con la pesada realidad que hundía su autoestima cada vez más.
Cuando el timbre sonó y el salón se vació, se quedó un momento más, simplemente debatiéndose sobre qué camino debía tomar. Probablemente la razón por la que nunca se percató de que Kim Taehyung estaba de pie frente a su banco, ofreciendo una simpática sonrisa que no supo devolver.
—Lo haremos juntos. —Propuso sin más— Soy dibujante, todavía no me atrevo a decir que soy un artista, porque mis padres y mi hermano mayor se ríe cuando lo menciono. —Torció el gesto, pero se apuró en enseñarle una libreta que resaltaba sus trabajos— Si te parece bien, cuando la clase de gimnasia finalice, podemos vernos en el salón de artes plásticas. Nadie lo ocupa por las tardes.
La información había llegado de golpe y no había sorteado aún la manera en la que contestaría. La paranoia que no había nacido más que por el miedo a que siguieran tomándole el pelo, la llevó a desconfiar.
—¿Es esto un juego? ¿Buscas reírte de mí?
A Taehyung le pareció tan sorprendente como entristecedor. Debió imaginarse que llegar sin un aviso previo y tan campante era de sospechar. Ella estaba en todo su derecho de sentirse de ese modo. Y él sólo podía lamentar el nuevo conflicto que le había generado.
—Mis intenciones son buenas —juró—, pero no puedo exigirte que confíes en mí cuando estoy seguro que todo esto te afecta y mucho, por obvias razones.
Lisa se abrazó por los codos y bajó la mirada hacia su pupitre. Había decidido que no quería seguir esa charla y aguardaba que él pudiera comprenderlo sin tener que decírselo con estrictas palabras.
—Vale, me marcho. Estaré a las cinco en el salón. Me aseguraré que nadie más entre y que sea un sitio seguro para ti.
Movió su mano a modo de despedida y se marchó llevándose consigo su aura sospechosa. O al menos así se veía desde el lado de la fémina.
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