Mis dedos aún seguían quietos entre los suyos. Cerró la puerta suavemente con el pie detrás de nosotros y pronunció «ahora vuelvo», antes de desprender su mano de la mía y meterse en una habitación. Estaba claro que no haría nada que planeó Amy. No me iba a declarar, no nos íbamos a besar y no tendríamos citas dobles. Por supuesto que no pasaría nada de eso. Él debía de estar confuso, ya que una chica que hace pocas horas la ha sacado de un espacio temporal besándola, se presenta en su casa, cosa que nunca hizo, en vestido y con brillo de labios. Lancé un suspiro al aire y caminé alrededor de la sala. En las paredes solo estaba un reloj y una simple ventana por la que entraba luz. Atrás de mí estaba el sofá de color negro donde me senté la anterior vez que vine aquí, donde Axel me contó sobre los Atrapasueños. Había pasado quizás un mes o dos desde que eso ocurrió. Aparte del sofá, había una pequeña mesita con una lámpara del mismo color que el sofá. ¿Por qué solo había negro? ¿Acaso era su color favorito? No había cuadros con fotografías ni nada por el estilo que me pudiese decir algo sobre Axel. Todo estaba limpio y ordenado, aún así, no parecía un lugar donde alguien se podría quedar mucho tiempo. Debía preguntarle sobre este sitio.
Un zumbido continuo llamó mi atención y me giré para observar la encimera de la cocina. Fruncí el ceño y caminé hasta ella, encontrándome un móvil con la pantalla encendida, en la que decía AMY. Parpadeé repetidas veces, estaba alucinando. Aunque sabía que estaba mal, agarré el teléfono móvil y lo descolgué, llevándomelo a la oreja.
-¿Amy? —pregunté dudosa. Quizás no era mi mejor amiga y había descolgado el teléfono para nada.
-Axel, escúchame, yo... —comenzó una voz chillona a la misma vez que yo había preguntado, pero se cortó en seco—. ¿Noah?
-Sí, soy yo. ¿Desde cuándo tienes el número de teléfono de Axel y por qué lo has llamado?
Me arrepentí al momento de decirlo. Parecía una novia celosa. Y en realidad, no era su novia ni estaba celosa.
-Nos intercambiamos los números el día de la bolera. —Vaya, yo había esperado a que se colase en mi habitación y se tumbase en mi cama para conseguir su número—. La verdad es que lo he llamado para que me pasase contigo, ya que tu te has olvidado el móvil en mi casa. Y lo sé, porque no ha dejado de vibrar desde que te fuiste. Tienes unas diez llamadas perdidas de tu madre. —Antes de que dijese nada, me calmó—. Tranquila, tuve que responder a la última porque sabría que no pararía de llamar. Le dije que te habías olvidado el móvil en mi casa y que te intentaría localizar.
-¿Y qué quería?
-Dijo que tu tía Nina se quedará en vuestra casa una temporada. Parece ser que su marido y ella han tenido una fuerte pelea, se ha marchado de casa y ahora no sabía dónde quedarse. Tu madre ofreció vuestra casa. Quiere que estés a la hora de cenar para que te ocupes de ella, ya que tu madre trabaja.
Resoplé. Mi tía Nina me caía muy mal. Siempre me ha regalado lo peor que ha encontrado. Por ejemplo, en mi cumpleaños número diecisiete, obtuve de su parte un jersey de un payaso, en el que de sus mangas colgaban hilos de lana rojo imitando a su pelo. Nunca me lo puse.
Me despedí de Amy y colgué, antes de sentir la mirada de alguien sobre mí.
-¿Ahora respondes llamadas telefónicas que no son para ti? —preguntó Axel caminando en mi dirección.
-Lo siento, sé que está mal, pero vi el nombre de Amy en la pantalla y yo...
-Está bien. —Me cortó—. No pasa nada. ¿Qué quería?
-Mi tía se va a quedar en mi casa y hoy me toca aguantarla toda la noche —dije sin ganas. Él intentó reprimir una sonrisa, pero falló.
-Siempre te ha caído mal. Lo mejor que tenía era tu cara al ver sus regalos.