10

8 0 0
                                    

Una bala

No sabía que esperar exactamente de Caín. Puede que fuera algo divertido, como una charla en la que admitíamos nuestro odio y nos reíamos con una cerveza en la mano. Pero, muy a mí pesar, no creía en esa opción. Sabía que era impulsivo, y no iba a dejar esta oportunidad pasar.

La pregunta era, ¿debería haber aceptado?

Al salir a la calle, pude darme cuenta de que estaba en pijama.

— Tengo que subir a cambiarme, no tardaré —. Me di la vuelta decidida a no escuchar una sola réplica.

— Si tardas mucho tendré que ir a saludar a mi hermanito.

Ignoré su comentario y entré a la casa. Una vez en mi habitación me empecé a vestir con lo primero que agarré del armario. Estaba un poco recia a ir con ese psicópata, así que me tomé mi tiempo para ponerme los vaqueros y las zapatillas. Imaginaos mi cara al asomarme para comprobar que seguía ahí, y ver a ese demonio vestido de negro subiendo las escaleras del porche.

Me puse la camiseta como un rayo y bajé las escaleras casi rodando. Al llegar a la entrada, lo detuve justo a tiempo.

Maldito bastardo.

Después de discutir, aún más, nos dirigimos de una vez a lo supuse sería su coche. Pero supuse bastante mal ya que lo que había en esa acera era un moto enorme y no muy fiable si la conducía Caín.

No es que tuviera miedo ni nada por el estilo, de hecho me había montado en muchas motos, pero no me inspiraba confianza ir con él. Aún así decidí callármelo y resignarme ya que no quería tirarme la noche entera peleando.

A los dos minutos nos dirigíamos a quién sabe dónde por la autopista. Fue en ese momento cuando creí que me iba a congelar, y me di cuenta de que mi chaqueta se había quedado encima de mi cama.

Genial. Simplemente fantástico. Me tiritaban hasta las pestañas, por no mencionar la velocidad a la que íbamos. No podía evitar agarrar a Caín más fuerte de lo que me gustaría, por su calidez y también porque no me gustaba la idea de salir volando en un bache.

Cuando la moto se detuvo, abrí los ojos de golpe. Ruidos de motores acelerando y derrapando en la arena inundaban el ambiente. Era un descampado enorme, repleto de motocicletas y coches por doquier. No me gustó en lo más mínimo encontrarme allí. Donde pusiera la vista, veía gente muy distinta a los Black y bastante peligrosa.

Sabía que aquello no era nada bueno, y poniéndome en lo peor sería una carrera ilegal.

Me bajé de aquel trasto todavía atónita, sin dar crédito. ¿Qué se supone que pintaba yo ahí? Quería que me tragase la tierra.

— ¿Cómo estás tío? — Me giré para ver a un chico saludando a Caín. Estaba vestido con una chaqueta de cuero y una banda blanca y negra rodeando su frente. No me daba buena espina.

Rápidamente me di cuenta de que me estaba señalando. Por si fuera poco yo seguía tenía un frío glacial. Me di la vuelta sin querer saber nada más de aquella conversación pero en pocos segundos Caín estaba a mi lado.

— Espera, ¿estás tiritando? — Ni siquiera le respondí a esa pregunta tan estúpida. Al fin y al cabo había sido su culpa ya que si no me hubiera dado prisa tendría mi chaqueta sobre los hombros.

Me quedé estática cuando se comenzó a quitar la sudadera negra que llevaba puesta. Para ser sinceros, no pude evitar mirar cuando la camiseta de debajo se le subió un poco a su vez. Estaba de rechupete el condenado, aunque me hice la loca mientras miraba de nuevo al frente. Como era de esperar me tendió la prenda, aunque dudaba si cogerla ya que él también pasaría frío por mi culpa.

No caigas en mi juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora