El alivio

Adjunto al bloque de Bellas Artes de la Universidad Tecnológica de Pereira, se encuentra 'El Parche', un lugar conocido por aquellos que, con su grupo de amigos o a lo mejor solos, van a 'darse por un momento en la cabeza'. Es en ese espacio donde se logra percibir la figura delgada de Alejandro bajo prendas holgadas de colores grises y cafés a punto de palidecer, así como la habilidad que tiene para armar un porro de marihuana.

En medio de los vientos fríos de esa tarde, me siento con él, bajo una de las muchas palmas que sirven como ornamento al lugar, para cubrirnos de los pequeños rayos del sol que quebrantan las nubes grises de ese viernes y con la excusa de contarme sobre su experiencia con una de las drogas de mayor poder adictivo, la heroína.

Alejandro evoca su infancia al recordar cuando a las 5:00 de la mañana se encontraba, como todos los días, en la zona de los puentes de la ciudad de Pereira vendiendo buñuelos, empanadas y pandebonos en un canasto a los más 'carelocos' de todo el lugar, son aquellos que han consumido bazuco y lo que se les aparezca durante toda la noche.

Su ruta diaria era desde la calle 12 hasta la calle 27, donde su canasto ya estaba vacío, pero sus bolsillos llenos de billetes de 1.000, 2.000 o monedas, que contando, daban un total de 20.000 pesos. Con gran felicidad se iba para su casa a prepararse para ir al colegio. Nunca olvidaba embolsillarse lo de las ventas, más la plata que su papá le daba para el recreo. Sin embargo, debido a su antojo por el dinero, las ganancias de las ventas de su canasto ya no le fueron suficientes, haciendo de su camino otro.

Según la encuesta global sobre drogas, The Global Drug Survey, la mayoría de los consumidores de droga en Colombia son jóvenes entre los 24 y 34 años que, como afirma el doctor Antonio Isaza, director del Programa de Mantenimiento con Metadona del Homeris, relacionan su consumo a factores delincuenciales o a la prostitución, lo cual hacen del consumidor un marginado social.

Es así como Alejandro empezó a hacer las famosas 'vueltas' con sus compañeros de la calle 12, con quienes tuvo su primer acercamiento gracias al bazuco, y de Dosquebradas, su patio trasero, como él lo define, pues en el municipio era donde hacía daños y compraba diversidad de sustancias. Bajo los efectos del éxtasis, o más conocido en la jerga del consumo como 'pepas', iba por las calles de la ciudad acorralando a sus víctimas para quitarles hasta los tenis. Con una expresión de culpa en su rostro y acumulando montones de piedritas en sus manos, describe el sencillo ritual que llevaba a cabo antes de salir a realizar cualquier vuelta, "me tomaba cuatro pepas diarias y al despertar me levantaba con ese guayabo maluco que dan las drogas y me decía el parcero: "¡uy usted es un carelocote!".

Estaba totalmente inmerso en el mundo de las drogas, en cualquier oportunidad que se le presentaba probaba una droga nueva o aumentaba la dosis de otra, en este estado dejó de ir a su casa, solo iba por ropa y un bolso y se devolvía para el parche con sus amigos, donde lo estarían esperando variedad de trabajos relacionados con la delincuencia, que le daban, semanalmente, dos millones de pesos, los cuales despilfarraba en fiestas y drogas. Sabía lo que ganaba, más no lo que gastaba.

Con más experiencia en el campo de la criminalidad y gracias a su simpatía, comenzó a conocer a gente más 'aspera', que lo encaminó no solo en el consumo de drogas, sino en la venta de las mismas, teniendo la oportunidad de conocer a los grandes de la droga en la ciudad.

El consumo de heroína se puede definir como una enfermedad compleja, pues obedece a diferentes factores, tales como, genéticos, sociales, el cómo se construyó la identidad del consumidor y el narcomenudeo, factor último que hizo de Alejandro un heroinómano y cómplice de la mayoría de los actos delictivos de Wilmer Alonso Valencia Valencia, alias 'Mayimbú' o 'El Gordo', uno de los principales jefes del microtráfico de estupefacientes en Pereira.