Cap 16: lunares

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Tender - Living

La bruma del sueño comenzó a disipársele a Cloe a fin de darle paso a la conciencia matutina, empezó a abrir sus ojos de a poco, advirtiendo de inmediato en su cuerpo cansado la huella de aquel movimiento entusiasta y excesivo de la madrugada, se sonrió sin darse cuenta al recordarlo, se sonrió con ligereza, apacible, como si hubiese despertado de un buen sueño, porque en efecto, su cabeza se encontraba lo bastante embelesada como para aventurarse a concientizar a la muchacha de los eventuales resultados no tan buenos de lo que había pasado.

Con su cuerpo ladeado y con su mano izquierda bajo la suavidad de la almohada que sostenía su cabeza, terminó por abrir por completo sus ojos; y difuminándosele la totalidad de la neblina del sueño en sus pupilas, se encontró con la mirada fija del castaño en ella mientras una sonrisa enternecida se dibujaba en su rostro. Cloe se sintió sonrojar súbitamente cuando la incertidumbre respecto a cuánto tiempo hacía que Timothée la contemplaba le hizo estremecer su piel cristalizada por las emociones.

— ¿Cuánto tiempo hace que me estás mirando?—susurra, con voz quejosa de sueño.

Le observa recostado en su dirección en la misma posición que ella, tenía su torso desnudo y la tela ligera de la sábana azul que les resguardó a ambos esa noche solo le cubría desde su cadera. La chica siente el repentino impulso de abalanzarse sobre él, quitarle el trozo de sábana que le cubre su miembro, su trasero y sus piernas, y comenzar a acariciarlo. Pero se resiste, con todo el valor que le concede su conciencia despierta, se resiste.

—Lamentablemente no desde hace tanto como me gustaría —sonríe él, llevando su mano libre hacia la mejilla de Cloe, acercando su cuerpo al de ella.

Los orificios nasales de la fémina inhalan la fragancia somnolienta que irradia el cuerpo de su compañero, haciéndole rememorar en toda ella el trance pasional de hace solo un par de horas, y aun así, aun siendo ella consciente de que pasó hace solo un momento y aun guardando en ella la seguridad de que él se encuentra todavía allí, no puede evitar sentir la añoranza de aquel instante, la melancolía y la nostalgia de haber vivido algo tan exquisito y simplemente inefable.

La luz clara que entra por la ventana le permite observarle con detenimiento, contempla su rostro mañanero marcado por la opacidad bajo la zona inferior de sus ojos, aprecia el matiz sonrojado que toman sus mejillas y pómulos, y en los cuales se dibujan aquellas pecas que tanto encantan a Cloe, aquellos lunares que circundan sus labios y que se despliegan por su cuello hasta llegar a sus clavículas y así hasta el resto de su cuerpo, como si cada uno de ellos fuese una gota de lluvia que decantara en la formación de ese río que constituyen todos sus lunares extendiéndose por toda la piel de su rostro y de su cuerpo.

Percibe el roce de la caricia de la mano inquieta de Timothée sobre sus pómulos, es tan suave, observa en sus ojos lo congénito de él, el atisbo de una melancolía y una nostalgia que se esconde en lo más remoto de su mirada verdeazulada. Los ojos de Cloe bajan hasta sus labios rosados, ligeramente entreabiertos, y siente que su belleza le nubla los sentidos, que es demasiado, que hasta le cuesta mantenerse estable frente a él, frente a su cuerpo, frente a su personalidad marcada por un no sé qué que le aterra pero que le atrae como nada más en ese momento de su vida. Es un tipo especial de calor el que le transmite su presencia, uno que le hace sentir que se quema si no se mueve, ¡si no hace algo!, si no se va, si no se queda, un calor que derrite hasta la luminosidad de su carácter razonable, que le eclipsa la mente y le hace querer fundirse hasta en el recoveco más oculto de su esencia.

Extraños en el océano - Timothée Chalamet ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora