Capítulo 22

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CAPÍTULO XXII

1

06 de diciembre de 1999

14:00 hs.

–¡Franco! ¡Franco! –Llamaban inútilmente en el sofocante calor y humedad de la selva. Jonathan, Javier y Fernando habían pasado toda la mañana buscando sin éxito al pequeño. La desolación y la angustia comenzaban a hacer mella en la deteriorada salud de Jonathan.

–¿Te encuentras bien? –Pregunta Javier al ver la palidez en el rostro de su amigo.

–No te preocupes. Solo debemos encontrar a mi hermano. No importa lo que suceda conmigo.

La búsqueda no era sencilla. La selva se extendía más allá del pueblo, desde el límite con el cementerio a varios kilómetros hasta toparse con las turbulentas aguas del Río. En los lados del pueblo, se extendían decenas de hectáreas de cultivos que finalizaban nuevamente en los límites de la selva que envolvía al pueblo por completo. La única forma de salir del pueblo era a través del puente sobre el arroyo San Antonio que separaba la región convirtiéndola en una enorme isla.

Los llamados se sucedieron uno tras otro incansables, pero no había ningún rastro.

–No te preocupes Jonathan. Lo encontraremos. Después de todo es tu hermano. Al igual que lo hiciste tú hace mucho tiempo, volverá. –Intentó tranquilizarlo Javier.

–Por cierto. ¿Recuerdan algo de cuándo desaparecí? ¿Recuerdan si les dije algo?

Ambos negaron con la cabeza.

2

En aquella lejana noche, perdida en los laberintos del tiempo, el sonido del chirriar de la tapa del viejo horno abriéndose en la cocina indicaba que la cena ya estaba lista. Mientras Elisabeth terminaba de colocar los platos y poner en la mesa el suculento pollo asado con papas al horno que con tanta dedicación había preparado para su familia, Juan acomodaba al pequeño Franco en su silla. Ya estaban listos para cenar, pero algo faltaba, su hijo no había regresado.

El viejo reloj de plástico colocado en la pared como si se tratara de una reliquia invaluable, indicaba que ya eran más de las diez de la noche. Era extremadamente tarde.

–¿Dónde se habrá metido este muchacho! – se quejaba Juan mientras golpeaba la mesa con su puño.

Elisabeth miraba con preocupación a través del ventanal esperando verlo acercar por el polvoriento camino. –Él se fue junto a Fernando y Javier. Quizá se les hizo tarde, estaban trabajando en un proyecto escolar. –le explica a su cada vez más molesto esposo.

De pronto unos insistentes golpes en la puerta alertan a la madre que se apresura a ver quién es. Al abrir se encuentra con los aterrados amigos de su hijo.

–Sé que Jonathan se fue con nosotros esta tarde, pero ¿por casualidad no ha regresó ya? – pregunta incómodamente Javier.

La madre asustada les reclama. –¿Qué le pasó a mi hijo? Díganme.

Al escuchar los gritos de su esposa, Juan se acerca a la puerta y pregunta enojado. –¿Pero que está sucediendo aquí?

–Señor Jakov, su hijo se nos perdió. –Le dice Javier mientras Fernando permanece callado con la vista clavada en el suelo, no podía ver a los padres afligidos padres a los ojos.

–¡Maldita sea! – Brama el Juan. –¿Dónde se ha perdido?

–Estábamos en las ruinas tras el cementerio. De un momento a otro ya no lo vimos. Pensamos que se asustó y vino a su casa. –Le respondió Javier asustado por la reacción de Juan.

Presagio de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora