Veintisiete

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No los perdía de vista mientras yacía esposado a la mesa.

Había cambiado bastante desde la última vez que lo vio, estaba viejo y delgado, se veía terrible.

Los miraba atentamente y de forma inquietante mientras entraban a la sala.

—Privet, Kak vy pazhivaite?* —saludó en ruso el hombre desde la mesa.

—No hables ruso, te lo prohíbo. —soltó enojada.

—¿Cómo estás? —interrogó, usando ahora un inglés rígido y acentuado—. Tanto tiempo sin verte...

—¿Cómo crees que estoy? —preguntó Amelia, mientras soltaba la mano de Tom para acercarse.

Ambos se pararon frente al reo, a menos de un metro de él.

—No lo sé, por eso te lo pregunto...

—No preguntes imbecilidades... —habló fastidiada—. ¿Por qué lo hiciste?

Adrik guardó silencio.

—¡Respóndeme! —Tom tomó la mano de Amelia otra vez.

—¿Quién es este idiota?, ¿tu abogado? —dijo apuntando a Tom.

—Soy su futuro esposo y ten más cuidado con lo que dices. —habló el británico.

Amelia lo miró, percibiendo su pulcra actuación.

—¿Tú? —Adrik rió.

—¿Qué te causa gracia? —interrogó enojada.

—Este tipo es un actor, yo lo conozco, Amelia. —murmuró sonriendo—. ¿Cuánto te pagó para venir aquí, culo bonito?

—Es mejor que no te metas... —arguyó Tom disgustado—. Nos amamos el uno al otro y nos respetamos, pero no creo que eso sea algo que tú puedas comprender.

Adrik volvió a reír.

—Mi relación con Thomas no es algo que tenga que ver contigo...

—Lindo anillo... —señaló la mano de Amelia.

—¡Oh, mierda!, ¿es que acaso no te puedes callar? —Amelia golpeó la mesa con el puño.

—Tranquila, moró mou...

—¿Por qué la mataste de esa forma?, ¿estás mal de la cabeza? —el ruso no respondió—. ¡Por la mierda, Adrik!, ¡eres una abominación!, ¡di algo de una puta vez!

—La odiaba, Amelia...

—¿Por qué? —preguntó con irritación.

El hombre se mantuvo en silencio.

—¿Por qué la mataste?

Siguió callado.

—Eres un hijo de perra, Adrik. —murmuró la pelirroja—. Jamás te perdonaré por lo que le hiciste y por todo lo que me hiciste a mí también.

—¿Vivirás toda tu vida odiándome? —habló con sorna.

—No gastaré mi existencia en darle vida a tu sucio recuerdo... tú te pudrirás, tu alma jamás podrá ser libre, mientras que yo aún tengo mucho más por lo cual vivir...

—¿Cómo por este soquete, por ejemplo? —habló divertido.

—Tú no eres ni la mitad del hombre que es Tom, es mejor que te calles...

Amelia se alejó un poco del presidiario, frente a lo cual el británico la imitó.

—¿Quieres saber la verdad? —preguntó Adrik.

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