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Toda la maldita hora en el centro comercial mi hermano me seguía preguntando de Marcus.

-Por el amor a Dios deja de preguntarme- dije caminando por el lugar

En un segundo entrelacé nuestras manos ya que vi a Marcus junto a la tipeja de la otra noche.

-Nunca te había visto así por un hombre- dijo mi hermano mientras caminábamos hasta Marcus

-Hola Pierce- dijo Antonio saludándolo

-Russo- respondió el devolviéndole el saludo

- ¿Qué hace por acá? - pregunto mi hermano recibiendo un apretón de mi parte

- Nada comprando y ahora que vamos a comer algo- comento sonriendo

Que bella sonrisa- pensé

-Comamos todos juntos entonces- menciono el imbécil de mi hermano

-Te caíste al nacer- susurre mientras buscábamos mesa

-Te estoy ayudando querida- dijo el imbécil

Una vez conseguimos una mesa ambos hombres se fueron a comprar comida.

Con la tipeja esa no hable nada.

No quería dirigirle la palabra así que me entretuve en mi celular hasta que llego el inepto de mi hermano regreso con la comida

-Aquí esta tu comida hermosa- dijo mi hermano mientras me colocaba un sushi en frente de mi

-Sabes no- dije mirándolo

-Traje tus pastillas- dijo el sacándola de su bolsillo

- ¿Eres alérgica a los marisco? - pregunto Marcus

-Si, esta tonta ama los mariscos, pero ella debe tomarse siempre su pastilla sino se me muere- hablo mi hermano dándome mi pastilla

-Gracias- dije sonriéndole

Era bien masoquista ya que amo el sushi, pero puedo morir con solo comerlo

Mientras comíamos nadie hablaba.

Marcus ni me miraba así que eso me fastidiaba un poco.

No puede ser posible que la única que sienta esto sea yo- pensé enojada

-Vámonos creo que ya me basto de marisco- dije sincera

- ¿Te sientes mal? - pregunto el inepto preocupado

-Creo que tengo que ir al medico por la inyección ya que se me acabaron- confesé

-Idiota por que no me lo dijiste antes- dijo mi hermano tomándome de mi brazo un poco preocupado y enojado

-Hey no le hables así- comento Marcus poniéndose de pie

-No eres nadie para decirle como hablarle- comento Antonio tomando mis bolsas para salir rápidamente del centro comercial

Podía sentir como toda mi garganta comenzaba a picar

-Conduce rápido- dije respirando con más dificultad

El conducía lo más rápido que podía mientras hacia llamadas.

-No te duermas Eleonor, no ahora- comento preocupado

-Hago mi mejor intento- comenté suave

Antonio conducía como loco, pero en minutos llegamos a un hospital.

El se estacionó en urgencia y me cargo al interior ya de ahí no supe más ya que todo como siempre se puso negro

Al despertar como siempre que me pasaba me encontraba en una habitación privada con mil inyecciones en mi cuerpo.

Amor en la CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora