He vuelto a escribirte en todos los tiempos verbales. No sano porque cada mirada tuya es como un puñado de sal. Creo que, por ti, me equivocaría mil veces más. Desordenas mi propio caos. Cierro los ojos y veo los tuyos, con esa hierba fresca que crece dentro de ellos, enredándome y dejándome inconsciente. Entiendo las canciones y me acojono cuando miro al cielo, porque el frío se propaga mientras te echo de menos. Duermo para soñar que sueñas conmigo y pienso para pensarte pensándome. Empiezo a darme cuenta de que no tenemos solución en números reales y que, aunque pueda oler tu aroma de ropa recién lavada y magníficas mentiras, te siento a kilómetros, como al suelo y a mi miedo a caer en unos brazos que no sean los tuyos. Necesito amor y tú solo me enderezas hacia el peligro, hacia el abismo de tu sonrisa; como siempre: aferrándome al vacío y volando por encima del infierno. Te trazo en prosa porque necesito tener un futuro al que agarrarme y la esperanza de tenerte. Prefiero no encontrarme que ver tu espalda hacerce más pequeña, perdiéndose en la luz y huyendo de mi oscuridad. Siento que se me ha agotado la valentía y que no soy la chica que se conoce a sí misma, porque si tuviera que enumerar las locuras de las que estoy completamente segura, la primera sería que he vuelto a perder la cordura por ti.
-AM.