Son casi las 4. Mi coche presume que voy a forzarlo para llegar a tiempo a clase. Y así era hasta el momento en el que un semáforo decidió ponerse en rojo. Ese día me fijé en un bar sin nombre que se situaba en ese cruce, en una esquina.
Mi respiración se detuvo, mi corazón se paró durante un segundo y mi boca se entreabrió, dejando escapar el poco aire que en ese momento me quedaba en los pulmones.
Era ella. La chica que había buscado durante tanto tiempo. Había estado siempre allí esperándome, día tras día.
Creí ver que le sonreía a un cliente. En ese momento no me fije si realmente lo hacia por cortesía o simplemente era una sonrisa sincera. Solo veía una cara perfecta, inmaculada y unos rasgos que rozaban la perfección.
Y allí estaba , una camarera de barrio deslumbrando a un servidor, a un aspirante de la vida, a un soñador.