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Las manos de Toris no podían parar de temblar desde que terminó su llamada; lo único que pudo hacer fue sentarse de nuevo.

Olvidando cualquier cosa que hubiera pasado antes Feliks se sentó a su lado en un segundo, ambos tenían relaciones muy tensas con sus familias pero nunca había visto al contrario tan desesperado, nunca había cedido tan rápido a la presión de sus padres.
Feliks tenía miedo, así que puso una mano sobre el hombro de Toris con delicadeza.

-¿Qué pasó?-

El castaño ni siquiera lo volteó a ver pues se había cubierto la cara con las manos.

-Me necesitan en casa-

El corazón de Feliks se detuvo.

Toris rompió su posición al girarse lentamente para esconder la cara en el pecho del rubio; se aferró fuertemente a su ropa; la idea de regresar le provocaba náuseas.
No quería dejar su verdadero hogar.
No cuando apenas se permitió quererlo.

El rubio lo abrazó fuertemente, cualquier problema previo deslizándose de su mente; el simple hecho de poder consolar a su amigo lo reconfortaba.
Debía aprovecharlo mientras aún estaba a su lado.

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