...Epílogo...

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Meses después...

El sol comenzaba a ocultarse en el firmamento cuando Serenity corrió ligeramente la cortina, observando así como la luz del sol se iba extinguiendo lentamente.

Su vida había cambiado mucho en los últimos meses, tanto que a veces le costaba trabajo mirar atrás y comprender que aquel había sido su pasado, parecía que había sido una época tan pero tan lejana.

Justo en ese momento la puerta del baño se abrió, dejando ver a Endymion, quien aparecía con una toalla alrededor de la cintura y los cabellos húmedos.

―Despertaste ―dijo él con una sonrisa mientras se dirigía al vestidor.

Serenity se acercó a él, mirándolo vestirse en silencio, ella aún se encontraba con un delgado camisón de un color rosa pálido, pero no le importaba mucho, se había acostumbrado a él, a que la mirase de cualquier manera y ella lo mirase a él.

La complicidad se había vuelto tal que se entendían a la perfección, habían logrado muy rápido establecer una relación sólida y muy pero muy apasionada. Serenity sintió como sus mejillas se sonrojaban ante la idea. El vago recuerdo de sus ardientes noches.

Endymion era muy apasionado y solía ser bastante creativo y entusiasta cuando se trataba de hacerle el amor, ya no se reprimía en nada y ella estaba fascinada al descubrir aquella parte de él y de ella misma.

―¿Porque te has sonrojado?―preguntó Endymion sacándola de sus pensamientos.

Ella simplemente negó con la cabeza, incapaz de explicarle el rumbo que habían tomado sus pensamientos.

―Luces muy apetecible esta mañana ―dijo de manera seductora mientras se acercaba a ella con paso decidido.

Serenity sonrió cual el finalmente estuvo frente a ella, la sujeto por las caderas con fuerza acercándola a él con descaro.

―Endymion ―susurró Serenity con suavidad, dejándose hacer y feliz con la tentadora cercanía.

La boca del pelinegro se adueñó de inmediato de la de ella, el beso fue demandante desde el primer momento haciendo que el cuerpo de la rubia cobrara vida con rapidez.

Endymion no le dio tiempo a nada, apenas unos instantes después, la sujeto con más fuerza por las caderas levantándola en el proceso, Serenity instintivamente enrollo las piernas en su cintura y antes de que pudiera decir nada, Endymion la penetro sin delicadeza. Ella jadeo presa de la invasión en su cuerpo.

―Eres tan hermosa ―susurró Endymion contra su cuello quieto, con la respiración entre cortada ―, eres lo mejor que me ha pasado Serenity.

―Tu eres lo mejor que me ha pasado también Endymion, no te imaginas cuan feliz soy desde que llegaste a mi vida ―susurró Serenity con la voz ligeramente quebrada.

Pronto Endymion comenzó a moverse en su interior, estaba vez lenta y suavemente, haciendo que de los labios de la rubia salieran pequeños gemidos de placer. Pronto sus labios se encontraron con el cuello cálido de Endymion, y sin pensarlo demasiado lo mordió.

La cálida sangre inundo sus sentidos rápidamente haciendo que el movimiento sincrónico en el que se encontraban no durara demasiado, pues el estasis los barrió pronto, haciendo que ambos jadearan con fuerza su liberación. Serenity tuvo que liberar su cuello para poder respirar con normalidad después del abrupto orgasmo.

Endymion los llevo a la cama y se sentó en esta, con ella aun sobre su regazo, unidos. Ella lamio la piel del pelinegro, mirando como cerraba rápidamente los pinchazos de sus colmillos. No sentía necesidad de alimentarse, era más bien el placer que conllevaba aquella conexión, aquel sentimiento de pertenecía.

Serenity se sentía extrañamente plena cuando llego al comedor de la mano de Endymion, había sido fácil unirse a la vida del recinto de los Chiba, todos la habían acogido sin reservas, haciéndola rápidamente una más de ellos.

Pero aquella felicidad se vio ligeramente ensombrecida cuando miro la mesa.

Usagi y Mamoru habían dejado de cenar con ellos hacia solo un par de semanas, pues Usagi no la estaba pasando nada bien con su embarazo. Su barriga estaba hinchada y aunque seguía moviéndose con aquella agilidad que siempre la había caracterizado, parecía incomoda en ocasiones.

Y después estaba Darien, quien nuevamente no estaba ahí, como los últimos meses, se había marchado, y Serenity temía que se volviera un renegado. Y aquello le preocupaba aún más porque Andrew había decidido acompañarlo.

No podía comprender como dos machos que se habían odiado a muerte habían terminado juntos, unidos por la perdida.

Las cosas pintaban muy mal, el clan Black comenzaba a dispersarse, tenían miedo de la unión que se había creado entre los Chiba y los Tsukino, y ella temía que tanto Andrew como Darien hicieran alguna tontería.

Artemis y Haruka habían asegurado que irían tras Diamante, que le harían pagar el crimen contra Lita, pero ninguno de los dos había estado dispuesto a esperar, ninguno de ellos había querido escuchar demasiado cegados por su propio dolor.

Serenity sufría por ellos, en especial por Andrew, pero no encontraba la manera de ayudarle.

De alguna manera no se sentía bien cuando tanta felicidad la rodeaba, parecía injusto que la vida de Lita hubiera terminado y ella fuera tan plena.

―Todo está bien ―las palabras de Endymion la sacaron bruscamente de aquel enredo emocional ―, ellos están bien, solo necesitan tiempo ―afirmó sabiendo exactamente a donde iban sus pensamientos.

―¿Eso crees? ―preguntó esperanzada.

―Claro que si ―dijo con una dulce sonrisa en los labios ―, solo hay que ser pacientes, ellos volverán pronto.

Esclavos de la pasión: Parte II.- PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora