Cuando entramos en sexto, toda la clase odiaba al calvo. Durante el último curso, nos habíamos dado cuenta de que el calvo era un gilipollas. Desde el primer día, lo empezamos a ignorar. Como regalo de bienvenida, le dedicamos una "obra de arte".
Ese día, en el recreo, el calvo llevaba puesto un gorro de lana en pleno verano. Mientras, nosotros hablábamos de lo agilipollado que estaba. No sabíamos lo que iba a ocurrir, solo sabíamos qué debíamos hacer: ignorarlo, mandarlo a la mierda, no hacer los deberes, quejarnos de los exámenes, hacerle grafitis en la pizarra y volvernos contra él.
Cuando salimos de aquel infierno, fuimos al comedor. Allí nos sentamos con los alumnos de quinto, cuarto y tercero. Entre ellos estaban Garbiñe y Jennifer. De mi clase habían muy pocos, solo estaban Álvaro, Ruth y Eduardo. Todos no pusimos de acuerdo en volvernos contra el calvo. Álvaro y Edu convencieron a toda la mesa de que lo mandáramos a la mierda. Al llegar a nuestras casas, todos guardamos nuestro secreto y deseamos que no llegara el día siguiente.
YOU ARE READING
Los anticalvos
HumorNuestros últimos pasos por Primaria, cualquiera diría que somos mocos. Pero somos más que eso. Esta es la historia de cómo liberamos al colegio del Calvo, el profesor más amargado de la historia.