Por solo un Recuerdo

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Esa mañana me sentí diferente. Más tranquila, como si nada fuera importante. Cuando me desperté, estaba acostada en mi cama, lo cual fue extraño porque no recordaba haber llegado hasta allí, estaba tan relajada que sentía que flotaba. Parecía haber disfrutado de un largo sueño reparador. No acostumbraba a despertar tan temprano pero no me arrepentí.

La luz entraba por la ventana y se filtraba a través de las cortinas color violeta creando arcoiris de colores a lo largo de la cama; por lo que parecía ser la primera vez en toda mi vida toda la claridad que entraba no me molestó.

Por las escaleras subían sonidos murmurados, lo cual, aunque era un tanto sospechoso no me sorprendía. Simplemente no estaba del todo segura de si su conversación trataba sobre mi inminente cumpleaños o si se dirigía hacia ese lado más oscuro de las conversaciones pasivo-agresivas que mis padres trataban de ocultarnos siempre.

Fui directo al baño y me preparé para un nuevo día de escuela ignorando todo lo que pudiera perturbar lo que parecía ser mi día de descanso. Mi cabello negro estaba especialmente salvaje pero al menos mi maquillaje se veía extraordinario.

Bajé a la primera planta tomando una manzana de la isla de la cocina para desayunar. A mi madre, quien se encontraba sentada en el sofá bebiendo su acostumbrado café, se le había olvidado preparar la comida para llevar, de hecho aún estaba en pijama y mi padre no se veía por ningún lado.

— Buenos días — dije sonriéndole a mi madre. Ella alzó la vista y vio con desaprobación que mi hermana aún estaba en pijama.

— Buenos días, cariño. ¿No piensas arreglarte? — preguntó viéndonos a mi hermana y a mi que estábamos paradas junto a las escaleras.

— ¿Te encuentras bien? — miré a mi hermana.

— No me siento muy bien. — contestó mirando al suelo.

— Puedo entender eso, pero solo por hoy. Mañana debes ir — miré fijamente a mi madre un poco confundida, ella no es de las que ceden fácilmente. Mi hermana debía estar realmente enferma para que la dejaran faltar.

Le toqué la frente. Estaba muy caliente y tenía los ojos rojos.

— Descansa y ponte mejor — la abracé brevemente mientras susurraba en su oído — ¿Me contarás lo que sucede cuando vuelva?

— Sí, gracias, voy a subir — Busqué sus ojos pero los esquivó como solo Astrid podría hacer.  Estaba incómoda, podía verlo tan claramente como podía ver su corazón roto. No necesitaba presionar, sabía que ella hablaría cuando quisiera y de otro modo se cerraría por completo. No imaginaba quien habría podido romper el corazón de la persona más fuerte que hubiese pisado el planeta y eso me asustó más de lo que me gustaría admitir en voz alta.

Sonó la alarma de mi reloj sobre la mesa. No recordaba haberlo dejado ahí pero en el momento no me pareció importante, de todas maneras el día anterior era un mosaico borroso en mi memoria, no es como si pudiera admitirlo a mis padres así que, simplemente lo tomé y me lo puse. Se nos hacía tarde. En solo segundos el transporte escolar pasaría en la entrada de mi casa.

Mi hermano mayor corrió escaleras abajo abriendo la puerta para que pasara por debajo de sus brazos, como siempre. Se detuvo mirando hacia las escaleras mirando hacia mi hermanito.

— ¿Esperas una invitación formal? Muévete, enano. ¿Y Astrid? — Marco recorrió la enorme sala rápidamente con la mirada.

— No se siente bien, tengan cuidado hoy por favor. —  Mi madre tenía la vista perdida a través de la ventana. — En la mesa está el desayuno de Zaid. — Se refería al efectivo que había dejado tirado de cualquiera modo sin notar que no era suficiente.

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