Capítulo 1 ~ Felicidad

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Capítulo1

Presente

- ¿Por qué tenemos que leer mamá? – Se quejó ella mientras apoyaba el libro en sus piernas cruzadas.

- ¿Y por qué no? – Me senté a su lado y la miré inquisitivamente.

- ¿Y por qué me respondes con otra pregunta?- Frunció el ceño y me miró visiblemente molesta. Odiaba cuando ella hacía eso, se parecía tanto a mí que asustaba en serio.

- ¿Y por qué eres tan preguntona? – Le toqué el espacio arrugado entre sus cejas para relajarlo. – Ya te he dicho que si leemos ahora que eres pequeñita, nunca más olvidarás cómo hacerlo y además cuando seas grande, lo amarás – Finalicé sonriéndole con confianza.

- ¿Tanto como tú? – Me miró esperanzada y eso hizo brillar mi corazón. “Pasiones heredadas” lo llamaba mi papá.

- Sí Flo. Tanto o más que yo. – Le di un beso en su pelo rubio, la acerqué a mí y comenzamos con el libro que habíamos escogido para hoy.

Si algo había heredado de mí, era que nunca dejaba el libro por la mitad. Lo empezábamos y lo terminábamos el mismo día, por eso escogíamos libros que no nos llevaran más de una hora terminarlos. (No soy tan mala madre).

Para cuando el sol se había ido esa tarde, ya estábamos llegando al final de “El príncipe feliz”.

- Y todos fueron felices por siempre – Leí para luego cerrar el libro. – Otro más a nuestro estante de libros leídos. Me encanta! – Aplaudí y lo puse en el nuevo lugar al que ahora pertenecía y que ya contaba con otros 5 libros.
- ¿Qué leeremos mañana? – Pregunté a mi hija y la busqué con la mirada.

Aún estaba sentada mirando a la ventana mientras los últimos rayos del sol iluminaban sus ojos y su pelo que yo tanto amaba. - ¿En qué piensas? – Me senté frente a ella imitando su postura.

- Mmmm… ¿Qué es ser feliz? – Sus ojitos me miraron con interés y yo no encontraba un lugar para esconderme. ¿Por qué me pregunta eso? ¿Qué le respondes a una niña que te pregunta algo que no sabes cómo responder? Recuerdo que a mis 28 años me empecé a cuestionar lo que la felicidad significaba para mí. ¿Le digo eso? ¿Le digo que aún no lo sé?
A lo largo de mi adolescencia y juventud siempre que veía una estrella fugaz o soplaba las velas en mi cumpleaños, pedía lo mismo… “ser feliz”. Hasta que la última vez que lo pedí (ya más madura), pensé: “¿Qué es ser feliz para mí?” y la verdad es que no supe qué responder. Así que pensé: “si yo no sé qué es ser feliz, dudo que Dios, el universo, o quien sea que cumpla los deseos, lo sepa” y ya dejé de pedirlo… Claramente no es algo que le diría a mi hija de 7 años, así que con mi mejor cara le respondí.

- Veamos, ¿hay algo que te guste mucho mucho en la vida?

Me miró con sospecha y se mordió la uña igual como lo hacía yo cuando pensaba. (Un mal hábito heredado). – Me gusta mucho mucho el queso y cantar.

- Bueno, la felicidad es lo que sentimos cuando comemos algo que nos gusta mucho o cuando hacemos algo que amamos.

- A mí me hace feliz leer y comerme las uñas. – Sonrió triunfal.

- Leer está maravilloso, pero comerte las uñas no y ya lo sabes. Acuérdate del árbol de uñas que te va a crecer en la guata. Guácala! – A pesar de mi mal intento por regañarla, ella me miró como si quisiera preguntar algo más pero tuviera miedo de hacerlo.

- Sabes que puedes preguntarme lo que quieras. Lo sabes, ¿Verdad? – La tranquilice para que pudiera decirme lo que fuera que guardara su cabeza.
Ella sonrió tímida, tocó el collar que había llevado desde siempre en su cuello y en ése momento supe exactamente lo que iba a preguntar.

- ¿Eres feliz mamá? – Preguntó finalmente.
- Claro que lo soy. Yo te amo, y me encanta estar contigo! Amo comer queso, cantar contigo, leer, trabajar y cocinar. Soy muy feliz. – Respiré tranquila tratando de darle seguridad porque pensé que me había salvado de su pregunta.

- ¿Y mi papá es feliz? – Preguntó esta vez y me paralicé. Supe que eso era lo que ella había querido preguntar desde un principio y no se atrevía. Me sentí culpable por eso. Cada vez que ella tocaba el tema, mi corazón se rompía y mi alma moría. Ella no sabía casi nada de él, sólo conocía el lugar de donde provenía (porque habíamos visto algunas fotos) y que el collar que ella llevaba en su cuello antes había pertenecido a él.

- No lo sé, pero yo creo que sí. – Me puse de pie y me acomodé la ropa.

- No sé por qué te pone triste hablar de mi papá, pero yo siento como que mi corazón va a explotar y creo que eso es felicidad. ¿Puede ser que hablar de mi papá me haga feliz? – Se paró y caminó para estar frente a mí.

Sus ojos, esos mismos ojos que yo tanto había amado en el pasado y que tanto conocía, hoy me miraban con súplica y los míos se llenaron de lágrimas. 

Me arrodillé para que nuestras caras estuvieran al mismo punto– Claro que eso es felicidad! A no ser que tengas el corazón enfermo. Ay no – La tomé en brazos y comencé a hacerle cosquillas – Auxilio, acá hay un corazón enfermo, ayuda! – Corrimos por la sala de estar mientras ella reía a carcajadas y yo mitigaba mis culpas con ése sonido que a mí me traía paz y “felicidad”.
Me sentí fatal. ¿Es posible que una niña de siete años me enseñe a mí misma sobre la felicidad?
Sí, es posible.
Olviden lo que dije arriba, SÍ SOY UNA MALA MADRE.

Bajo la luna llenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora