La primera vez que pasó no fue consciente de lo que hizo, le costó meses de reflexión para ser capaz de recordar los hechos por completo, y aun así hay lagunas en ese recuerdo; sólo tenía 14 años, recuerda que la semana anterior a los hechos todo la irritaba, pasó la mayor parte de la semana enfocada en controlar sus emociones tal y como la terapeuta le había enseñado, pero nada funcionó. Y después todo se descontroló, ese sábado mientras paseaba la mirada en el techo buscando formas inexistentes en una pintura perfectamente blanca pensó, por unos minutos, la opción de llamar a Silvina –su nana– y pedirle que llamará al doctor de la familia para que revisará su temperatura, se sentía arder, más la ausencia de alucinaciones contradecía su sentir. Poco después vino Eva, su hermana mayor, quién no le había dirigido la palabra en años, pero entró cuál torbellino a su habitación para invitarla a hacerle compañía durante su entrenamiento matutino, algo que a Valentina le pareció completamente insólito, pero extrañaba tanto la convivencia con su hermana que decidió empujar los pensamientos paranoicos fuera de su cabeza y se preparó en tiempo récord para pasar casi toda la mañana haciendo ejercicios de cardio y aprendiendo un poco de box con Eva.
—¿Sabes? — los ojos oliváceos de su hermana se clavaron en los suyos y por un momento Valentina fue consciente de un brillo diferente en esos ojos iguales a los suyos, un brillo casi predador que le causó un ligero escalofrío. Simplemente asintió. —Deberías unirte a nuestros entrenamientos, Guille seguro se alegrará si lo haces...— su hermana siguió pegando al saco de golpes incesantemente, la fuerza con la que lo hacía hizo plantearse a la castaña la posibilidad de que su hermana estuviera consumiendo algo que incrementara su fuerza física, siempre fue consciente de la existencia de sus músculos bien definidos, los cuales aparecieron casi al tiempo en que su hermana finalmente entró a la adolescencia, pero la fuerza con la que golpeaba era simplemente increíble para su delicada figura.
—¿Estás segura? —preguntó inocente, con un poco de temor en la voz, una sonrisa de medio lado en el rostro de su hermana puso en evidencia unos colmillos blancos y de apariencia bastante filosa.
—Por supuesto, en los días próximos te voy a venir a recoger personalmente— detuvo los constantes golpes contra el saco y caminó asía su bolsa deportiva de donde sacó su toalla y comenzó a secarse el sudor —Ha sido una buena mañana, pero tengo asuntos que atender ¿no te importa si no te acompaño de vuelta a la casa? — Valentina negó con una suave cabezada, después de todo seguían en la propiedad de la familia, ¿por qué le importaría caminar hasta casa por sí misma? Sólo tenía que atravesar el jardín.
Eva salió del solario donde un gimnasio bien equipado y una alberca compartían espacio, y Valentina repitió la acción un par de minutos después cerrando la puerta de vidrio tras de sí y caminando a paso lento por el camino empedrado que atravesaba el jardín. Después de todo aquel intenso entrenamiento, su malestar relacionado con su calor corporal fue dejado en segundo plano y respiro aliviada disfrutando de la frescura matutina, el lapsus de relax no le duró demasiado al sentir como un objeto la golpeaba de lleno en la espalda: la calentura resurgió, sintió una explosión de adrenalina nacer de su estomago y expandirse por todo su interior, su respiración se aceleró y se dio la vuelta para encontrar al culpable de aquel golpe –qué en realidad no le había dolido–. Se encontró con un chico que sino mal recordaba era uno de los amigos de Guille, siempre le había caído mal, era un engreído y no perdía la oportunidad para acosarla cada vez que su hermano hacía una fiesta en la alberca y ella por casualidad se pasaba por allí.
—Perdón, el tonto frisbee voló demasiado alto— lo recogió del pasto y le regaló una amplia sonrisa que sólo provocó que el pulso cardiaco de la castaña se acelerará.
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Monstruo
WerewolfSólo asesinando con una verdadera razón y no por placer es cómo Valentina se siente cómoda siendo un monstruo.