Capítulo 1

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El tenaz frío de montaña, muy bajo para finales de octubre, atormenta a las personas que se despiden. Las protestas de los nuevos pacientes se alzan sobre los murmullos de familias angustiadas. Algunos padres ven con desconfianza el edificio de ladrillos que se alza a unos metros del estacionamiento mientras que los pacientes, conocedores de la verdad, miran con terror los cristales opacos rodeados de rejas. 

Axel observa a su padre en el asiento del auto quien mantiene el aspecto descuidado debido a la cantidad excesiva de alcohol que consume. Sigue trayéndolo al centro a pesar de sus esfuerzos para que se quede en casa, supone, para evitar que escape. Su padre saca un cigarro de una cajetilla y lo enciende, Axel no puede evitar estremecerse de miedo.

Una chica morena a unos metros de ellos alza la voz hasta llegar a gritos reclamándole a su madre la cual permanece impávida ante ella. Se pregunta qué pasará allí. Axel sigue bajando los bolsos del maletero del auto con ayuda de Leslie.

—¿Por qué tantos bolsos? — susurra.

La chica ríe y acomoda su cabello negro tras su espalda sin detener el trabajo.

—Una chica debe traer todo lo que considere.

Él suspira.

— ¡Muévete, Axel! ¡No tengo todo el puto día! — grita su padre desde su lugar—. Bueno para nada.

Leslie se apresura.

— Toma tus muletas. Sólo falta una— dice ella. Asiente y se dirige a la parte delantera del coche.

Al abrir la puerta, Bruce jala su camisa y cae de rodillas en el asiento del copiloto. El jersey está sujeto en su puño sin dejar que Axel mueva.

—No quiero que me llamen por ti, Axel. Si lo hacen yo mismo vendré a este lugar. No quieres eso, ¿cierto?

—No—responde secamente.

Bruce lo deja ir, el más joven se apresura a tomar sus muletas queriendo salir del pequeño espacio en el que se ha trasformado el auto.

Axel observa cómo su padre se aleja del lugar, agradecido. Desde que su madre se fue con su hermana no es el mismo; es más violento y desagradable. El chico se apoya en las muletas para ir hacia su amiga.

— ¿Estás bien? —sus delgados brazos están entrecruzados encima de su pecho en clara muestra de su molestia, el vestido gris ciñéndosele a la cintura y marcando sus costillas.

— ¿Estás tú bien? — le refuta observando su demacrado rostro.

—Papá quería enviarme antes de tiempo— admite con fastidio en su voz, entre ambos tomamos la gran cantidad de bolsos para llevarlos dentro del complejo—. Engorde algunos kilos así que tuve que comenzar una dieta nueva.

—No la necesitas.

—Oh, Axel. Eres un amor, pero yo sé que es lo que necesito.

Siguen el camino para entrar en la edificación congelada en el tiempo desde hace dos siglos, sin embargo, las renovaciones en son convertirlo en una clínica para adolescentes han hecho sus esfuerzos en la renovación.

Axel pasa junto a uno de los teléfonos públicos y le asalta la idea de llamar a su hermana el sábado, tiene algún tiempo sin hacerlo debido al trabajo. Sintiendo amainar el dolor que atenazaba los músculos de sus piernas, deja de apoyarse en las muletas para así sujetarlas con una mano.

— ¡Nunca me contaste! Me dejaste con la interrogante todas las vacaciones— se queja Leslie—. ¿Qué sucedió con el tornillo de tu pierna?

Axel se estremece y observa su pierna izquierda, culpándola por la cicatriz nueva

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