Crudos reencuentros (II)

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La música empezó a sonar, haciendo despertar a Marinette, quien en un mar de emociones se había quedado dormida en la banca, junto a su novio Gabriel y delante del santísimo. Apenas la música comenzó, ella se despertó con prisa, parpadeando desorientada, girando la cabeza para ver a su querido reirse sin carcajada alguna sobre lo tierna que se veía. Ella solo sonrió y se dio cuenta de que ahora, a su otro lado, estaban Alya  y Nino. Se levantó con prisa al ver que todos estaban de pie, y entonces, inevitablemente pasó: miró al frente, viendo a Adrien vestido de novio.

Creyó por un momento que se infartaría, pero no. Miró hacia abajo, intentando calmarse. No es que lo siguiera queriendo, no es como si el amor que le tenía en el liceo siguiera vivo, pero ahí estaba su corazón, completamente alterado.

Entonces, sintió la mano de Gabriel sujetar la de ella, obligándose a levantar la cabeza para verlo. Él miraba al frente, no feliz, pero tampoco enojado. Su seca expresión no hacía mas que darle seguridad, de alguna manera u otra. Era como si el verlo así significara que él estaba más con ella que con la decisión de su hijo y en parte era completamente cierto.

Después, la dulce joven se giró para mirar a Alya y Nino, quienes veían fijamente a Chloé entrar con un vestido extremadamente pomposo, brillante, con la cola de vestido más larga que se había visto jamás. No podía negarlo por más que lo quisiera, pero Chloé se veía hermosa.

Marinette comenzó a apretar la mano de su pareja, hasta que él le retiró el contacto inmediatamente. Ella, sin entender, miró a todos lados, descubriendo una cámara acercándose. Como buena boda que era, debía ser grabada y guardada para la posteridad, no como la boda civil que tuvieron en Marseille, en la que solo quedaban recuerdos en la cabeza de Adrien y Chloé.

La mestiza sonrió, animándose un poco más. Su corazón siempre iba a tener un espacio para Adrien, pero era momento de avanzar, de darse cuenta de lo que tenía, y aunque era un completo escándalo, estaba convencida que tenía a su lado a un buen hombre. No era un mocoso ricachón que se casaba por capricho, no. Tenía de novio un empresario, diseñador, su profesor y mejor aún, un guía.

Le dieron ganas de recargar la cabeza en su hombro, pero no lo hizo.

La boda continuó con normalidad, hasta que terminó con el famoso beso. Todos celebraban, especialmente la familia y amigos de Bourgeois, mientras que del lado de Agreste los aplausos eran disimulados por todo el ruido del otro lado de la iglesia.

Salieron los novios, siguiendo los invitados. Hasta el final, estaban Marinette y Gabriel, quienes caminaban más lento, pero juntos.

—Fue una boda hermosa— se atrevió a comentar Marinette, poniendo sus manos detrás de su espalda

—La mía será mejor— respondió Gabriel con cierto recelo en su voz, tomando de la cintura a su novia para abrazarla

—¡Gabriel, nos pueden ver!—

—Solo déjame tenerte cerca un momento—

—¡No, tonto, nos van a ver! Espera...— Marinette caminaba con él hacia un área de la iglesia llena de bancas, justo al lado de la entrada, donde una enorme pared permitía algo más de privacidad. Le tomó la mano y lo llevó ahí con prisa

—¿Ya puedo abrazarte?—

—Gabriel, ¿qué te pasa? Es la boda de tu hijo, deberías estar feliz así no te caiga bien tu nuera. Además, agradece que todos estan afuera tomándose fotos, porque si una cámara nos toma una foto, nos...—

Marinette tuvo que callar debido a que Gabriel la abrazaba con fuerza. Marinette, sin dudar, le respondió al abrazo, besándole la mejilla a como podía. Notó, después de unos segundos, que Gabriel hacía un gran esfuerzo por no llorar. Conocía a su novio, y fue por eso que decidió no preguntar, sino dejar que se calmara.

—¿Está bien, señor?—

Ambos se separaron con prisa al escuchar la voz extraña que llamaba al maduro de cabellera platina. Descubrieron entonces a Nino, quien tenía en el rostro una expresión de confusión enorme, pero a la vez tenía los ojos bien abiertos, como si hubiera encontrado oro.

—Sí, Nino. Estoy bien... ¿Qué haces aquí?— preguntó el señor Agreste, cruzándose de brazos.

—Vino por algo que olvidó— salió Alya detrás de él, tomando la mano de su novio Nino, sonriendo con ciertos nervios —Pero no se preocupe, señor, Nino y yo no vimos nada, ¿verdad, cariño?— Alya, diciendo esto, salía de aquella parte de la iglesia junto con su adorado, dejándolos solos de nuevo.

Silencio.

—Gabriel— llamó Marinette —¿No quieres ir afuera? Quizá neceites algo de aire...—

—Será lo mejor, mi querida— respondió dándole un beso en la frente y saliendo de la iglesia.

Al salir, se encontraron con la sorpresa de que un montón de señoras, muy seguramente hermanas o incluso esposas de grandes políticos por parte de los invitados de Chloé, esperaban a Gabriel. Y una vez salió, el señor de vio envuelto en un círculo de señoras melosas que querían conocerlo.

Obviamente, Marinette quedó atrás. Y entonces, comprendió un poco lo que eran los celos. Cruzó los brazos e infló las mejillas, antes de sentir que alguien le picaba el hombro, girándose solo para descubrir lo peor: Adrien Agreste.

—Ho-hola, Adrien— saludó, tímida, nerviosa, más por saber que estaba delante de su próximo hijastro.

—Hola, Marinette. Quería agradecerte por venir a mi boda. Mi padre me contó que tienen que arreglar muchas cosas sobre la escuela y que por eso se sentarán juntos en la fiesta—

—Ah... ¡Ah, sí! ¡Claro que sí, Adrien! ¡Pero claro que sí!— decía ella, riendo, asintiendo con la cabeza

—Pues... entonces te vere luego, Mari— decía él, sonriendo, girándose, antes de que ahora fuera Marinette quien le tuviera girándolo del hombro

—Espera, Adrien— suspiró ella —Quiero desearte un feliz matrimonio—

—Gracias— y dicho eso, se largó de nuevo con su ahora, esposa.

Marinette quedó sola, mirando al piso. Entonces, cerró los ojos, y lo dejó ir. Dejó ir sus males, sus pesares. Dejó ir aquel sentimiento que todavía la ataba a Adrien, volteando suavemente la cabeza para ver que ahí venía Gabriel, sonriendo

—¿Quieres ir ya a la fiesta, cariño?— preguntó él, bajando la voz

—Vamos, que quiero estar contigo— contestó.

Y entonces, ambos se subieron al auto, deteniéndose en la mitad del camino para poder darse un beso, continuar su camino y dirigirse hacia la fiesta de Adrien y Chloé Agreste.

"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora