Había estado revisando los mapas en la biblioteca, centrándose en las zonas existentes en la dirección que sentía la llamada.
No sabía muy bien hacia dónde debían dirigirse, pero había un lugar que le había llamado la atención, un lugar llamado el Valle del Viento.
Con montañas al sur y cubierto por bosques, era un lugar donde el viento soplaba con fuerzas, y donde se decía que quienes practicaban la magia de dicho elemento podían ver su poder multiplicado mientras estaban allí.
Sentía curiosidad por el lugar, por probar su magia allí, y también tenía un presentimiento. Además, estaba en la dirección correcta, así que debían pasar cerca.
Se fue poco después de la ciudad, a media tarde, por la salida sur, recorriendo parte de la amplia carretera. Pero, en cuanto tuvo ocasión, se adentró en el bosque. No sólo se sentía segura allí, sino porque su hermana llevaba un buen rato insistiendo.
–¡Por fin!– exclamó la lince, deshaciéndose del disfraz y el collar.
La elfa lo guardó, pues no sabía si le haría falta más adelante, y a pesar de que su hermana quisiera destrozarlo. Dudó un momento, pero decidió también ella deshacerse del disfraz. Si alguien la reconocía con una mascota que no era una pantera, resultaría demasiado extraño.
Aquella noche, durmieron en el bosque, protegidas por Hogar Vegetal, y tras una copiosa cena, incluidos varios de los prometidos pasteles de crema.
Por un momento, la elfa se preguntó por qué no engordaba, ya que no estaba precisamente comiendo poco. Si quizás era por ser una elfa, por ser una visitante, o porque la comida cocinada por aquella plataforma mágica era realmente equilibrada, o baja en grasas. Puede que incluso tuviera que ver con el uso continuo de habilidades.
Pronto decidió no preocuparse por ello. Mientras fuera así, ya le estaba bien. Y también a su hermana. Si engordaran por comer demasiado, la lince parecería más vaca que felina.
No tardaron en dormirse, disfrutando de la soledad y su mutua compañía, dentro de un cómodo castillo de hadas.
El bosque era de nivel bajo a las afueras de la ciudad, apenas llegaba a 10, e iba subiendo a medida que avanzaban. En la zona del Valle del Viento, era alrededor de 50 según los mapas, por lo que allí deberían de mantener cierta precaución.
Sin embargo, en aquel bosque, cuando una feroz manada de unos lagartos gigantes las rodeó, se miraron la una a la otra con más bien resignación.
Eran de color verde oscuro, con una cresta afilada en la espalda, y una mucosa en la boca que parecía venenosa. Sin embargo, no llegaban ni a nivel 20. A ese nivel, el veneno no lograría superar su pasiva de resistencia.
La elfa había curado a un adorable cervatillo que, al parecer, había escapado de estos depredadores. Dado la conexión a la naturaleza de Goldmi, tras haberlo salvado, había perdido cualquier miedo que pudiera tenerle, aunque miraba receloso a la lince. Tras la llegada de los lagartos, se escondía asustado tras de su salvadora.
Invocó un Anillo de Viento, que los reptiles eran incapaces de cruzar, siendo dos cuerpos cortados el testigo de que un par lo habían intentado. Pero, a pesar de ello, no se iban y seguían rodeándola. Y ella no estaba dispuesta a entregarles a su presa. De hecho, la única duda era si exterminarlos a todos.
Sin embargo, recordaba que Eldi les había repetido una y otra vez que los depredadores son una parte fundamental en los ecosistemas. Que sin ellos se rompe el equilibrio. Así que era un tanto reacia a hacerlo, por mucho que aquellos lagartos le repelieran un poco.
Así que, finalmente, optó por Enredar, sólo descuartizando su hada a los dos que se habían atrevido a atravesar el Anillo y sufrido las consecuencias. Luego Flotó sobre ellos, con el nervioso cervatillo en brazos, al que dejó unos metros más allá. La lince, por su parte, simplemente saltó entre ellos. O sobre ellos.
Lo vio marchar, preguntándose que le depararía el futuro, pero eso era todo lo que podía hacer por él. Eso y curar a su madre, que había atraído a parte de los depredadores, para luego dejarlos atrás, saltando sobre un pequeño acantilado que su pequeño aún no era capaz de superar.
Luego había vuelto para recuperar a su hijo, esperando que hubiera logrado sobrevivir, y la elfa la había Detectado. Tenía algunas magulladuras y algo de veneno, aunque no suficiente para poner su vida en peligro. Pero sí para debilitarla.
Miró a la elfa con agradecimiento, y luego se perdieron en el bosque. Aunque de bajo nivel, eran criaturas mágicas y gozaban de cierta inteligencia, que iba aumentando con el nivel.
Fue al séptimo día de viaje cuando llegaron a un pequeño asentamiento minero, así que la elfa se acercó para ver si podía obtener algo de información sobre lo que había más adelante. Y, quizás, un mapa más detallado de la zona que el que había conseguido en el gremio.
Los de la biblioteca no se vendían, mientras que en tiendas especializadas de la capital se requería un día para hacer una copia. Continuamente se actualizaban, así que tenerlos en stock suponía tener que tirarlos, o vender mapas viejos, algo que sólo hacían las de menor reputación.
La zona era de nivel 20-25, así que decidió usar Disimular para aparentar 25, además de vestirse con equipo de dicho nivel. Luego se acercó a la taberna. En el juego, era el lugar adecuado para obtener información.
Decidió llevar el disfraz de mujer-pantera, pues los elfos eran menos comunes en aquella zona. La lince se quedó en el bosque, capaz de llegar en su ayuda en apenas unos segundos de ser necesario.
Con espada y daga en la cintura, entró en la taberna. Era avanzada la tarde y la jornada había terminado, así que el ambiente era animado. Había allí bastantes enanos, más de lo habitual en la zona, aunque lógico teniendo en cuenta que eran mineros. También había algunos humanos y varios demihumanos.
Se sentó en la barra, dispuesta a pedir la bebida alcohólica que fuera habitual allí e intentar conseguir información. Había comprobada que, gracias a la pasiva de resistencia a los venenos, su tolerancia al alcohol era alta. De hecho, podía anularlo totalmente.
–Hola, preciosa. ¿Eres nueva aquí? Deja que te invite a un trago– se le acercó de pronto un hombre-tigre, con alguna copa de más.
La elfa suspiró para sí. Aquello era algo habitual en el juego, una situación demasiado cliché que no esperaba encontrarse en la realidad, y que le resultaba un tanto incómoda.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...