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¡Muy buenas! Aquí de nuevo en el mundo Omegaverse de estos dos (?

Espero disfruten el capítulo! Acá vamos!


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— No te preocupes, yo abro.

En medio del corredor que llevaba a la puerta del departamento que compartía con Bokuto, Akaashi lo vio cerrando la puerta del elevador, pasando a su lado prácticamente trotando y luchando contra el juego de llaves intentando darle a la cerradura, todo en un tiempo récord y todavía cargando tres bolsos al hombro. El Alfa había susurrado aquella frase en un tono de voz tan bajo que Akaashi le había comprendido porque sentía que, desde el parto, sus sentidos se habían agudizado todavía un poco más.

Un movimiento en sus brazos lo distrajo de la visión que tenía delante suyo.

Akaashi sonrió incluso antes de que sus ojos se desviaran hacia abajo. El pequeño nuevo miembro de la familia se removía un tanto intranquilo dentro de la manta blanca, acunado entre sus brazos. Era tan pequeño que se perdía dentro de las telas y ropas que lo cubrían, tan suave que cuando sus dedos hicieron contacto con su mejilla, pensó que ni siquiera lo había tocado. Tan rosado y frágil que Akaashi no podía despegar sus ojos de él un sólo momento.

Akemi ni siquiera había abierto los ojos en todo el trayecto entre el hospital y su nuevo hogar. Mientras oía un jadeo estrangulado al tiempo que Bokuto lograba al fin abrir la puerta del departamento, Akaashi pensó que la elección del nombre, casi a último momento, había sido muy acertada. Al caminar por el corredor y finalmente ingresar a su casa, el Omega no pudo desprender su mirada del niño ni siquiera al atravesar el umbral de la puerta, pensando que realmente no era bello, era perfecto.

Akemi era todo lo que estaba bien en esos momentos.

Al menos hasta que Bokuto cerró la puerta detrás suyo.

Akaashi inspiró profundamente el aroma de su hogar; el olor los dos mezclándose en el ambiente ya saturado del mismo le permitió relajarse del todo, sabiéndose en un lugar seguro al fin.

— Estas cosas no pesaban tanto cuando las llevamos.

— Mamá agregó un par más. Y ese bolso lo trajo ella ayer.

— Ah.

Akaashi sintió la tensión a sus espaldas mientras Bokuto parecía acomodar algo en la cocina, ir al living y finalmente enfilar hacia la habitación que ambos compartían. No podía culparlo tampoco, al recordar el pequeño incidente en la habitación del hospital, Akaashi podía volver a sentir el estrés experimentado cuando su madre le había dicho que ya estaba todo listo para ir a casa.

Y Bokuto se había negado.

Era costumbre ya establecida que el Omega fuese asistido en primera instancia por su madre o el Omega más cercano con un lazo de consanguinidad, al menos durante la primera semana hasta que lograra recuperarse del todo. Akaashi lo sabía, Bokuto también lo había sabido en su momento; meses atrás, desde que habían sabido con exactitud la fecha probable del parto, ambos habían hablado con su madre y establecido que los primeros días, Akaashi lo iba a pasar junto a su madre en su antigua casa. También habían acordado que, al tener licencia por paternidad, Bokuto iba a poder visitarlo todo el tiempo que quisiera, todos los días. Aquello más que una costumbre familiar o cultural, estaba dado así porque era importante que el Omega pudiese terminar de establecer el vínculo con su hijo recién nacido y, finalmente, poder lograr que éste se adaptara al Alfa vinculado.

VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora