40.

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Me encantaría decir que en los siguientes meses todo fue color de rosa, pero en lo personal creo que fueron bastante... Duros. No solo ya había probado la piel de mi chico volviéndome loco, sino que esa misma droga se me era negada con bastante frecuencia. No fue hasta entonces que supe que la mentira más grande que había dicho en mi vida era que podía esperar un año para volver a tenerlo.

Lo peor era tener que ver a Hyungwon y a su increible cabello rosa que a esas alturas ya caía sobre su cuello debido a su longitud, entonces me besaba, me provocaba y simplemente me dejaba ahí con la excusa de que no era yo quien soportaba los dolores en la espalda baja.

En esos meses me convertí en doctor, psicólogo y masajista con tal de que no fuera tan cruel con mi pobre persona que solo pedía un poco de piedad a esos gruesos labios rosados que me descolocaban la vida.

La noche anterior a ese dia fue una de las pocas veces en las que se me había permitido cruzar la línea, pero el sacrificio era agotador.

No solo tuve que caminar desde mi apartamento, escabullirme en su casa a media noche, hacer el amor con él, cuidar de que no fuera demasiado ruidoso, ayudarle a tomar una ducha, darle una pastilla, poner compresas calientes en su espalda, masajear su cuerpo para que se durmiera y básicamente arrullarlo para que conciliara el sueño, sino que también debía despertarme temprano, salir de su casa y volver como si no hubiera estado ahí.

Desafortunadamente me dormí.

— Hoseok... —susurró el delgado sobre mi pecho— es tarde, despierta.

— Mmm... —gruñí abrazando más fuerte su desnuda cadera lo cual lo hizo soltar un quejido y fui despertado de golpe con un azote en el brazo— ¡auchs!

Abrí los ojos y noté su casi furiosa mirada, entonces solté una risita.

— ¿Te divierte? —preguntó alzando las cejas  con enfado— es casi mediodia, hemos dormido demasiado. —susurró intentando levantarse de encima mío— Sabía que esto era una mala idea...

Al ver su intención puse las manos en su pequeña cintura y lo atraje hacia mí, impidiéndole que se levantara.

— ¿Mala idea? —alcé una ceja— yo estoy feliz... —dejé un par de mimos en su cuello, rozando mis labios y mi nariz para hacerle cosquillas, pero después comencé a dejar besitos en esa zona— incluso podría repetirlo, creo que nunca lo hemos hecho temprano en la mañana.

Otro pequeño azote fue a parar en mi brazo, alargando por más tiempo la sensación de ardor que ya tenía, entonces noté su cara sonrojada evitando mi mirada y solté otra risita.

— Wonho, deja de decir cosas como esa y levántate. —me regañó— prometiste venir para acompañarme hoy...

Asentí recordando que como buen novio, llevaría a Hyungwon a cumplir con varios recados pendientes para ayudarle a sus padres en la cafetería, ya que era fin de semana y era la excusa perfecta para estar más tiempo con él.

— ¿De que te preocupas? —gruñí contra su cuello— ya estoy aquí...

— Si no entras por la puerta, técnicamente no has llegado... —respondió en medio de una risita, dejándome saber que su ánimo nuevamente había mejorado.

Efectivamente tenía razón.

Se levantó de encima mío despues de apartar mis manos de su cuerpo y noté que él ya había tomado una ducha, así que yo me fui a tomar una por mi cuenta.

Al salir del baño de su habitación él ya estaba a medio vestir. Tenía puesta la parte inferior de su ropa, sus pantalones negros que no llegaban a cubrir toda su pierna, sino solo hasta su tobillo, iban a juego con sus Converse favoritos, pero no tenía puesta su camisa y eso dejaba en mi campo de visión las leves marcas en su piel que yo había provocado la noche anterior.

Mil Besos Sin Un PorquéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora