"Qué agradables eran esas largas noches de verano: las palabras y los silencios, los atardeceres y las estrellas".- Polly Samson.
Muchas veces no observamos nuestros propios errores, aunque a partir de estos algo hermoso pueda arruinarse. No importa, ya nos lo han dicho incontables veces y seguimos sin entenderlo.
Seguimos estando vacíos y queriendo vaciar a los demás. Y, a pesar de que todo se esté cayendo a pedazos, decidimos no ver. La ignorancia puede llegar a matar.
Los humanos somos estúpidos por naturaleza. No importa que tanto nos esforcemos en parecer lo contrario, somos expertos en hacer estupideces.
Hay un punto en la adolescencia en el que creemos que el mundo es un lugar coherente. Que somos importantes. Que tenemos un propósito. Que un ser allá arriba (o allá abajo) tiene planeado algo importante.
Pero crecemos y nos damos cuenta de que nada tiene sentido. Todo es tan absurdo que da miedo. Da miedo porque ves la frágil línea de la irrealidad. Al final, no somos tan importantes, lo que es un alivio. Nada depende de ti. No eres ese ser celestial que va a salvar al mundo de la eterna agonía.
Cuesta aceptarlo, sin duda. Pero, la felicidad trata de eso. De todas las pequeñas cosas, de los recuerdos. De esa plática infinita antes de la clase de anatomía.
Solía pensar que la Reina de Siracusa había cambiado, que de un día para otro se había convertido en un ser manipulado sin designio propio. Pero, la verdad, es que siempre fue así, nosotros éramos los que no veíamos.
No es su culpa, le han pasado muchas cosas. Al final no somos más que los retazos mal tejidos de nuestras experiencias pasadas. La Reina no tiene la culpa de que Siracusa se esté cayendo a pedazo. Bueno, solo un poco.
Ya saben cómo son los reinos, están llenos de serpientes que quieren quedarse con el poder.
En un reino hay personas con poder, y hay otras que saben cómo conseguirlo. Un parásito es alguien que vive a costa de un huésped y le genera un daño. En un reino hay amistades que son traicionadas por personas viles.
La amistad se construye con confianza y con empatía. Estos dos ingredientes conviven en una relación simbiótica. Si alguna se descuida la estabilidad se destruye.
La diferencia entre un reino y una amistad es que el primero es como un negocio. Debes tener mano dura, no dudar en sacar al más débil. Eso es lo que hace un rey, hace lo mejor para su reino.
Las amistades no son un negocio, aunque el capitalismo te hace creer que es así. Pero no lo son. La amistad es el cimiento del alma, llega a ser más importante que el amor. De hecho, el amor es una consecuencia de la amistad. Nunca al revés.
Cuando llega alguien que amenaza la estabilidad del reino, la cabeza al mando debe saberlo. Si la Reina ha perdido la capacidad de ver entre líneas, significa que ya no es apta para el mando. Pero, muchas veces no es su culpa. Ya muchas personas horribles habían llegado antes a Siracusa.
El Reino era demasiado fuerte, pero las cosas pasan. El mundo se vuelve una pantomima. Cuesta diferenciar lo que es verdad de lo que no: Guerras suceden, la gente deja de creer, la esperanza se acaba, la simbiosis entre la confianza y la empatía se rompe.
A pesar de que un puñado de rebeldes no soportaba al General, nunca sospecharon de la cruel traición. Descubrieron lo fácil que era para él el desechar a los suyos. El respeto es algo que se pierde con sencillez. Quien sabe, aquella persona que traiciona a sus amigos vale poco.
Los rebeldes sabían todo esto, pues eran tan unidos que dolía. Irse de Siracusa les partiría el alma, pero no había más remedio. Ya no eran tan bien recibidos. A pesar de todo lo que habían hecho, de los recuerdos. La Reina no confiaba en ellos. Te hacía pensar, ¿acaso alguna vez lo hizo? Solo somos simples piezas de ajedrez.
Existen personas que aman ganar, que están tan solas que ruegan por atención. Personas que no saben amar, personas vacías. Todos poseemos un vacío dentro de nosotros y nadie sabe cómo llenarlo. Los rebeldes sabían esto más que nadie, pues les habían arrebatado una parte de ellos. Pero los rebeldes saben cómo sanar. Son orgullosos y leales. Saben que no importa que tan lejos estén, mientras se mantengan juntos, todo resultará.
En medio del mar voltean a ver a Siracusa, se despiden de su dulce Reina. Aquella persona tan importante en sus vidas, que los vio crecer. Que los vio convertirse en fuertes guerreros. Ellos saben en el fondo que su Reina conoce todo esto. Están seguros de que allá en las lejanías ella los está mirando con una lágrima recorriendo su rostro, sabiendo que nada volverá a ser como antes.
Pero, ¿cuándo ha sido así? Vivimos de los recuerdos, muchas veces matamos por ellos. Pero, son eso, recuerdos. No van a volver. Eso es la infancia, un puñado de recuerdos que a veces nos preguntamos si realmente sucedieron. Para bien o para mal estos nos construyen. Nos van dando forma. Todos somos quimeras en este mundo lleno de absurdos encuentros. ¿Algún día dejaremos de soñar?
El Tártaro sería el nuevo hogar de los rebeldes, un pequeño paraíso onírico. Tal vez ahí podrían sanar y volver a reír.
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Me debatí mucho si subir este capitulo o no. Me pregunté constantemente, ¿entenderán el punto? Después de todo, está lleno de metaforas que solo las personas involucradas entenderían. Pero, al final decidí hacerlo.
Siracusa sí cayó, a la Reina no le importabamos, y el General desapareció sin mas. La Reina no lloró nuestra partida, pues ni siquiera sabía quienes eramos. Todos somos reemplazables.
A pesar de que hago muchas afirmaciones en este capítulo, y haré más en los que vienen, debo aclarar que nunca diré que lo que digo es la verdad absoluta. Es solo mi verdad. Si ustedes no están de acuerdo con algo, están en todo su derecho de hacerlo saber. Son dueños de sus opiniones, que nadie los llame débiles por ello.
Si ven que el mundo es un asco, peleen por que sea mejor. Luchen por que tengamos una vida digna.
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Culto a la personalidad
EspiritualA veces la verdad sale a flote en un episodio depresivo.