Pelea en la taberna

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Se había prometido no volverse a dejar intimidar, así que le contestó con cierta brusquedad.

–No, gracias, ya me pago yo mi bebida.

Es cierto que, quizás, podría haber conseguido algo de información de aquel demihumano, pero aquello la irritaba.

–Vamos, no seas así, sólo un trago– insistió, intentando colocarle una mano en la cintura, intentando abrazarla.

Inmediatamente recibió un Codazo, que le hizo doblarse y retroceder un par de pasos. Furioso, y aunque dolorido, se volvió a acercar a la mujer-pantera.

–¡Maldita zorra! ¡Ven aquí! ¡Te voy a enseñar a...!

Pero no pudo seguir hablando. Tras coger a Goldmi de la muñeca, está le propinó un Cabezazo, levantándose tras ello.

–Duele– se dijo ésta para sí, mientras se aplicaba Curación Básica.

El hombre-tigre se tambaleó. Aún medio aturdido, intentó darle un puñetazo, pero la elfa uso Pasos Rápidos para esquivar y Boxeo para acabar de noquear a su oponente, que cayó al suelo, inconsciente.

No estaba solo, sino acompañado de otro hombre-tigre y un hombre-hiena. Los dos se levantaron cuando su compañero cayó al suelo.

–No deberías haber hecho eso. Vamos a tener que darte una lección– declaró uno de ellos.

Goldmi los miro un tanto sorprendida. Aquel desarrollo se parecía mucho a las peleas en taberna del juego. Y, al igual que en el juego, no podía decirse que no lo estuviera disfrutando, sintiéndose un poco culpable por ello.

Los dos fueron hacia ella a la vez, puños en alto, pero Pasos Rápidos hubiera sido suficiente para esquivarlos incluso si no hubieran bebido de más. Al fin y al cabo, raro es el que puede permitirse desarrollar habilidades útiles para luchas en tabernas.

Un puñetazo en la barbilla hizo retroceder a uno de ellos, mientras esquivaba al otro y lo recibía con un nuevo Cabezazo, seguido de un duro golpe en la cara, y con otra Curación Básica de por medio.

–Realmente duele– se quejó para sí.

–¿Necesitas ayuda?– le preguntó su hermana, un tanto confusa por lo que percibía.

–No hace falta. Está controlado.

La felina sabía que, sin duda, su hermana estaba luchando, pero no parecía preocupada en absoluto, incluso lo contrario. Era un aspecto de ella que hacía mucho que no veía, y no pudo evitar una sonrisa nostálgica. Y, lo que es más, curiosa.

Se escabulló entre las sombras, Saltando sobre la pared de estacas que protegía el pequeño asentamiento. Allí no había seres como ella, capaces de sobrepasarla con facilidad. Luego se acercó a la taberna, el edificio donde sentía la presencia de su hermana, y se asomó por una ventana.

Allí, el hombre-tigre se aproximaba por detrás, recibiendo un Codazo, mientras ella esquivaba al que tenía enfrente y lo golpeaba en el estómago. Siguió con un golpe desde abajo en la barbilla, haciéndolo caer de culo. Se giró entonces hacia el que le había intentado atacar por detrás, y una maliciosa sonrisa apareció en ella.

–Rodillazo Supremo– murmuró para sí.

No era una habilidad del juego, sino una que, junto con Gjaki, habían decidido intentar casi como broma. Sin embargo, no sólo había funcionado, sino que había resultado ser sorprendentemente eficaz. Ambas lo usaban en cuanto podían, siempre gritando el nombre que habían acordado para la habilidad, mientras que a Eldi no le hacía tanta gracia. De hecho, la había sufrido un par de veces.

La rodilla impactó en la entrepierna del hombre-tigre, que cayó al suelo, revolviéndose de dolor. El público masculino que estaba mirando la pelea sintió escalofríos.

–Llévatelos– le ordenó al hombre-hiena, el único que aún era capaz de mantenerse en pie. Éste obedeció, intimidado por aquella aparentemente enclenque mujer-pantera.

–¡Eso ha sido un buen golpe!– exclamó la lince.

–¡Hermana!–exclamó Goldmi en silencio, mirando alrededor.

Allí, algunos la observaban sorprendidos. Otros apartaban la mirada. Algunos incluso habían ignorado la pelea. Y luego estaban los enanos, los más ruidosos, que la habían jaleado desde el principio. Pero su mirada no los buscaba a ellos, sino a la oscura imagen que percibió en una ventana, antes de que se escondiera.

–Uy, me vio– fue todo lo que dijo, sin sentirse para nada culpable.

La elfa suspiró. Poco podía hacer ya. Así que simplemente lo dejó estar. Luego ya la castigaría sin postre.

–Asegúrate de que no te vean...– suspiró.

Luego volvió a la barra, devolviéndole la mirada al tabernero, en cuyos ojos se percibía admiración.

–Una buena pelea. ¡Y ni siquiera has roto una silla! Ja, ja. ¡A ésta invita la casa!– exclamó, sirviéndole un pequeño vaso de una bebida verdosa.

Goldmi la bebió de un trago, esforzándose por no toser. De lo contrario, hubiera perdido algo del respeto ganado con la pelea.

–¡Jodida gata! ¡Incluso sabe beber!– exclamó una enana.

–¡Un brindis por esa cabrona! ¡También sabe pegar!– la alabó otro.

–¡Y sabe dónde es el jodido mejor sitio!– rio una tercera.

La elfa alzó otra bebida, que el tabernero había rellenado rápidamente. A fin y al cabo, sólo invitaba a la primera. Brindó con los enanos y se volvió al tabernero.

–Dime, ¿cómo están las cosas por aquí? ¿Algo digno de mención? Voy hacia el sur, ¿algo de lo que tenga que preocuparme?

El tabernero no ocultó información, al menos no mientras ella siguiera bebiendo y pagando, aunque le sorprendió el aguante de ésta. No había mucha información que le interesara, excepto algo que le hizo fruncir el ceño.

No había más problemas en la zona que algunos depredadores que estropeaban las trampas, al quedarse con las presas que habían caído antes de que llegara el trampero.

Lo único digno de mención era la presencia de un noble un tanto engreído, que había pasado por allí con su séquito, y cuya descripción coincidía con alguien a quien ella había conocido, y a quien no quería volverse a encontrar.

–No puede ser él. Sólo en el juego sucedían estas casualidades– negó está, aunque no podía descartar la posibilidad.

Si lo encontraba, le preocupaban sus guardaespaldas, que eran más poderosos que ella, aunque tenía confianza en poder huir, ya fuera por sí misma o con ayuda de la lince. O, mejor aún, no ser detectada.

Como fuera, tendría que ir con cuidado, por si realmente era el cuarto príncipe de Engenak, cuyas intenciones hacia ella no podían precisamente calificarse como nobles.

En otra situación, quizás hubiera cambiado de camino, pero ahora no podía. La llamada era cada vez más fuerte.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora