Único

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La luz deslumbra sus ojos, el color blanco invade su vista, el hermoso cielo frente a él. Su piel está ardiendo como fuego, mientras que él lo toma en sus brazos a piel desnuda. Un gemido sale de sus carnoso labios, no sabe cómo fue que todo llevó hasta ese momento, su cuerpo se mueve por sí sólo, totalmente cautivado; sus respiraciones pesadas y gemidos inundan sus oídos y llegan a su mente, es una música totalmente seductora.

Su mente pide ayuda, se siente totalmente sin aliento ante él, su piel blanca y sus ojos negros lo miran como si tuviera su alma de frente. Las grandes manos pasan por sus glúteos, y intenta alejarlas aunque no quiera, pero sabe que está mal;  su mente está cansada de tanto pensar, pero las manos ajenas empiezan a viajar de nuevo hacia su entrepierna, y siente su cuerpo derretirse.

Las memorias llegan de nuevo a su cabeza. Como aquel ser tan hermoso y sensual lo corrompió.

Siendo el de una familia tan religiosa, Park Jimin, hijo de unos pastores. Toda su vida escuchando que las parejas homosexuales irían a quemarse en el infierno. El siendo un joven tan puro y casto, totalmente un ejemplo. Hasta que el apareció.

Al principio sólo lo vio como una persona más, hasta que se fijo en todo su ser. Cada vez más enamorado de él, rogándole con la mirada una gota de piedad, pero solo veía malicia en los ojos negros que lo volvían loco, se sentía totalmente utilizado por el pálido, era su juguete, pero estaba de acuerdo con eso. Todos los días se veía detrás del templo, cuando las juntas religiosas acaban, y frente a los ojos de Dios, se profesaron amor, su primer beso.

Cada interacción lo hacía enloquecer, sabía que sólo él quería corromper el buen chico que era, un intruso totalmente. Pero al final se enamoró de él.

Eran descuidadas las horas que se veían, ahora entendía que Min quería que todos lo vieran, era tan peligroso. Pero a pesar de ser tan doloroso aquel amor, lo tenía, tenía a Min Yoongi a su lado.

Su mente volvió en un segundo al momento, cuando sintió un dedo ingresar a su cuerpo. El pálido sintió como el cuerpo de su menor lo recibía a gusto y a la perfección, iniciando unos leves movimientos que llenaron del pecado de la lujuria a los dos chicos. Sintieron tocar el cielo nuevamente, cada uno hizo tocar el cielo del otro de diferentes maneras, y cada vez se sentían más extasiados, que podrían jurar haber tocado las estrellas con esa acción.

--M-mh, Yoongi.

-- No te calles, cariño, grita mi nombre. Sólo tú lo puedes hacer.

Saco su dedo, haciendo sentir vacío al pobre chico con piernas temblorosas. Y cuándo estaba apunto de quejarse por lo desatendido que se sentía, ahora dos dedos entraron en el. Soltó un gemido, estaba torturandolo satisfactoriamente, estaba perdiendo la cabeza, y le gustaba eso.

--¡Oh, Dios!

Grito, mirando a los ojos al chico frente a él. ¿Porque lo hacía pecar?. Pero tambien sentía que su espíritu quemaba al mencionar su nombre, sentía que no merecía ni siquiera volver a mirar hacia el cielo, sabía que lo llamaba el infierno. Pero no podía parar, por más que lo pensara. Pero el contrario tampoco lo quería dejar ir, escapar no era un opción.

Su poco autocontrol que tenía su fue cuándo los dos dedos fueron retirados, y el blanquecino empezó a jugar con su miembro en su entrada. Se volvía loco con aquella tortura, se sentía necesitado. En ese momento se puso a pensar si realmente toda la vida le habían gustado los hombres, o solo si se había enamorado de uno. Pero eso no importaba cuando tenía al chico de sus sueños, desnudo, frente a él. Se sentía tan exitado y feliz, pero sabía que después vendría lo malo, era como un veneno dulce. Pero si después de todo, en verdad había cometido un pecado, lo aceptaría, cumpliría con todo, porque Min Yoongi lo tomaría mil veces más hasta ir al infierno.

Desde al sensualmente hermoso chico pelinegro que conoció aquel día viernes, y después de conocerlo, darse cuenta del demonio que era, como jugaba con él. Desde el primer segundo lo hizo enloquecer, aunque siempre supo que no fue invitado a llegar en su corazón. Sentía miles de destellos y luces en su corazón, por cada sonrisa, toque descuidado, beso, caricia, sentía una fiesta de fuegos artificiales en su corazón. Y finalmente lo obtuvo.

Lo hizo ver una parte del mundo que no conocía, ahora no le temía al infierno.

Y cuando Yoongi por fin estuvo dentro de Jimin, empezó el vaivén que los llevó a las estrellas, a la cima de su pecado. El choque de sus pieles sonaba tan grotesco y sexual, combinado con los agudos gemidos de Jimin y las pesada respiración de Yoongi era un sonido que le erizaba la piel a los dos chicos.

El aroma a sexo cubría todo su cuerpo, llegando a los extremos del cielo. El color rojo describía perfectamente su pasión que plasmaron en esa habitación. Y apesar de tener miedo, nada le importaba ya, porque se había enamorado de un chico, se había enamorado de Min Yoongi.

Los susurros por parte del pálido en su oido, lo volvían loco.

--Te amo.

Fue lo último que dijo cuando tocaron el cielo juntos, se sintió llenado por la esencia de su hombre, y nada lo hacía más feliz. Un abrazo llegó para calamar sus temblores, solo podía pensar que lo amaba, totalmente cautivado, ahora su voz era su melodía favorita.

Después de eso, los amantes fueron atrapados. Separandolos en contra de su voluntad.

Park Jimin fue viviendo una pesadilla todos los días de su vida, peor no importaba el castigo que le pusieran, solo quería ver a Min Yoongi.

El pelinegro se ponía a pensar si sus sentimientos eran reales, y no sólo un juego para corromperlo, pero lo extrañaba, y eso lo hacía dudar.

El menor fue señalado por todos, siempre fue con su cabeza gacha y mirando al suelo, porque las personas se convertían en grandes sobras negras que se reían de él. Se sentía sucio, pero atesoraba aquellos recuerdos en su corazón. Las pesadillas se volvían más seguidas, sus padres lo odiaban, se asqueaban de él, no lo entendían, ni mucho menos lo escuchaban. Pudo haber aguantado años, incluso vidas de sufrimiento, pero no volvió a ver a su amado en vida.

Así que finalmente tomó el arma y se apuntó a él mismo, jalando el gatillo con lagrimas y una sonrisa en su rostro. Fue arrastrado al infierno, por aquellas personas que quiso un día, sufriendo los castigos de su pecado.

Y cuando Min Yoongi se entero de la muerte de aquel hermoso ser, decidió seguirlo corriendo hasta el infierno, para pasar juntos su castigo, cumpliendo su condena totalmente enamorados.

Pesé a ser el demonio de Jimin desde un inicio.

Oh, Dios      [Yoonmin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora