Lalisa Manoban, 31 años y la vida que cualquier persona a esa edad desearía. Tenía dinero, mucho dinero y era el rostro más reconocido en su trabajo. Más popular. Más aclamado. El mejor sueldo. La consentida de su jefe. La envidia de sus compañeros que siempre hacían lo mismo y el orgullo de aquellos que de a poco se alejaban del negocio.
Lalisa Manoban sabía cómo manejar los horarios a su antojo, respetar su trabajo y sobre todo hacer valer sus honorarios. Y no necesitaba secretaria ni asistente para que se lo recordara. Porque no la tenía y no iba a hacerlo. Recordaba cada reunión, cada nueva asignación de trabajo y cada línea que nunca podía dejar de repetir.
Lalisa Manoban lo lograba todo con su astucia adquirida al pasar los años y nunca perdía nada por la misma experiencia. Pero si en algún momento alguna cuerda tambaleaba, su sonrisa y su discurso de nunca acabar le regalaban ventaja y no solo volvía al ruedo, sino que lo ganaba.
Lalisa Manoban era aquella chica alta, de melena rubia y ojos cafés que nadie podía resistir a mirar. Su pulso no temblaba antes de firmar un nuevo contrato y su voz no dejaba lugar a dudas. Si el producto final lo valía, su firma en un simple papel lo valía aún más.
Lalisa Manoban tiene un departamento que deja cada mañana antes de las 7 y un Cadillac negro que aborda a las 7:01. Mientras maneja, Lisa se estira hasta el espejo retrovisor, repasa el labial rosa que usa desde los últimos 12 años y se sonríe a si misma antes de llegar al semáforo donde Soobin la espera. Aquel joven de 11 años que limpia su parabrisas y ella le da cinco billetes para retomar su camino.
Lalisa Manoban se felicita mentalmente y enciende a las 7:15 su teléfono móvil. Conecta el manos libres a su oreja y escucha la voz de Marco como cada mañana a esa hora.
- Buenos días, preciosa- ella sonríe y gesticula tan lento que un pequeño hoyuelo se forma en su mejilla. Marco tiene 58 años y es más que su jefe, su padre. Khalan jamás ocupó bien ese lugar y Marco lo desplazó con el cariño que ella siempre necesitó. Lo adora y él a ella. Y tal vez por eso realiza tan bien su trabajo-
- Ey, Marco. Voy en camino ¿donas?-
- No te molestes. Sunan horneó cupcakes y ya pedí café-
- Genial ¿alguna noticia?- preguntó Lisa bajando apenas la ventanilla-
- Tienes un nuevo trabajo. Este te gustará, estoy seguro-
- Vaya, ni una semana me dejas descansar- bromeó ella escuchando la risa de Marco opacar la suya- ¿Y de que se trata?-
- Te lo comentaré apenas llegues-
- ¿Ni un adelanto?- chantajeó Lisa doblando y descendiendo la velocidad-
- Ya estás aquí- aseguró él y Lisa sonrió porque nunca entendía si él lo sabía porque la veía desde la ventana de su oficina, o porque no era muy silenciosa al apagar el motor. Tomó una carpeta y un maletín del asiento acompañante y abandonó el auto- Apresúrate o el café se enfriará- cortó Marco finalmente la llamada y ella subió las escaleras de la entrada con velocidad.
El edificio era enorme, uno de los más grandes de la ciudad posiblemente y a Lisa le encantaba atravesar aquellas dos puertas corredizas solo para que los demás empleados giraran a verla. Alzaba su mentón, se aferraba a su maletín y avanzaba sin mirar a nadie hasta el ascensor. Allí dentro, se permitía acomodar algo su cabello y, los días que portaba traje, ajustaba su corbata solo para hacer notar su presencia a quien la acompañara.
El número 10 se iluminó de color rojo y el ascensor se detuvo, Lisa lo abandonó al instante y caminó con seguridad hasta la oficina de Marco. A él no le gustaba que ella golpeara la puerta o se anunciara, sin embargo Lisa siempre lo alertaba a medida que se acercaba y lo saludaba cuando se encontraba ya en el interior.
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Reglas De Oro → JENLISA [G!P] |ADAPTACIÓN|
FanfictionLalisa Manoban es una estafadora profesional que quiere dejar el negocio con un último golpe. Para lograrlo, deberá reclutar integrantes que fingirán ser junto a ella una familia feliz ¿Conseguirá quedar en el recuerdo? Advertencia: G!P Lisa Adapta...