Capítulo 1: El comienzo.

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Era la mañana de un día de verano de no sé que mes, el sol brillaba en el cielo como pocas veces lo había hecho. Los pájaros cantaban su dulce melodía. Era un día de esos que te entran en el alma, y te alimentan las ganas de ser feliz. Él estaba algo nervioso, era la primera vez que la veía, la primera oportunidad para que fuera suya, aunque esperaba que con la primera bastara. No imaginaba otra cosa, llevaba demasiado tiempo soñando despierto con que llegara ese momento, con poder cruzar al fin sus miradas, y que al cruzarse, porqué no, surgiera la magia de las cosas que suceden al azar, que sintiera aquel pequeño atisbo de amor que podría derretir el hielo, y poner los bellos de punta con tan solo imaginar el roce de sus labios, en un beso sin fin. De esos besos que enmudecen el alma, y callan al mundo, como si dijeran; "parad el mundo, que yo me quedo a vivir aquí, en su boca". Las ganas de verla eran inmensas, después de tantas conversaciones absurdas por whatssap, después de tantos "me gusta" en la redes sociales disfrazados de indirectas, después de todo, podría tenerla a menos de un metro de distancia, y quizás, a centímetros, de su boca, de su alma, de toda la vida que podían pasar juntos, y eso es algo que ni él mismo acababa de entender, y que puede que nunca entendió del todo. Pero era bonito, a su manera. Era su forma de amar, darlo todo por alguien, con la esperanza de que todo ese amor le sirviera para hacer sonreír a la otra persona. Y pocas cosas llenan tanto como eso.

Así que salió de su casa, con el nudo en el estomago, a sabiendas de que el destino le preparaba algo. Algo bonito. Cerró la puerta de su casa al tercer intento de meter la llave, los nervios le podían, y las mariposas en el estomago, y el pasado. El pasado siempre le había pesado más que cualquier carga. Tantos fallos, tantos; "joder, ¿porque a mi?", que por un momento, el tiempo se paró en aquella mañana de verano, y volvió a ser invierno, a llover, pero no agua, llovían desesperanzas sobre él, como si una nube se colocara justo encima de el, solamente de él. Y de fondo se escuchaba el eco de todas las personas que prometieron quedarse con el para siempre, pero que no lo cumplieron. Las promesas incumplidas se clavaban en el como cuchillos, no era su culpa, pero y que, le dolía inmensamente haber entregado todo por personas que a la mínima oportunidad se largaron de su vida, dejando vacíos emocionales aun por rellenar. No es bueno rellenarlos con recuerdos, algún día todo eso se puede volver en contra de uno mismo, y él lo sabia más que nadie. Con una triste sonrisa en su boca murmuró para si, para su interior : "¿Y si me vuelve a pasar lo mismo?". Maldito miedo a amar, nunca se le dio bien, pero él sabía que para vencer a los miedos, se tendría que enfrentar a ellos algún día, y ese día, tal vez, había llegado, y puede que con la persona correcta ese miedo fuese más fácil de vencer. Bajó las escaleras, y a cada escalón el invierno iba desapareciendo de su alma, el sol volvía a brillar con más fuerza.

Parecían eternos los cinco minutos que transcurrieron hasta llegar al lugar donde habían quedado. A los lejos ya se la veía, y los latidos del corazón parecían que se le iban a escapar del pecho. Ella estaba algo increíble. Qué digo, demasiado increíble. Sonreía de vez en cuando, a cada paso, y fue el primer contacto con esa droga que tanto le gustaba, la felicidad.

-Hola Afrika, ¿dos besos no? (pronunció sin que casi se le notasen sus nervios.)

-Claro. (Dijo ella, sonriendo, clavando sus pupilas en las de él, mientras le daba los dos besos en su mejilla.)

-Bueno, por fin te veo, te imaginaba algo más alta. (Dijo mientras se reía.) Es broma, tonta, eres muy guapa en persona.

-Yo también te imaginaba algo más alto, y menos cani. (Lo decía mientras se reía, aunque en realidad quiso decir que le gustaba, bonita forma de decirlo entre risas, camuflando sentimientos.)

-Tía, que cabrona eres jaja. Bueno, ¿vamos a la playa entonces o tienes miedo de que te ahogue?

-Ten cuidado, puede que te ahogue yo a ti, chulo.

-Ya, que fuerte eres jaja.

Y de repente, algo sumamente mágico, su manó aferró fuertemente la de él, como si se hubiese encontrado con ella, después de vagar perdida. Y de repente, otra cosa sumamente mágica, se miraron. Tan quietos, mantuvieron durante unos segundos aquella mirada. ¿Qué se decían? No lo sé muy bien, pero sus ojos se hablaban. Creo que hablaban de lo nerviosos que estaban, y de ellos, y de que aquel momento era el primero para guardar en el álbum de fotos de los buenos momentos. Se hizo la eternidad en aquel instante. "Qué se pare el mundo", murmuraban en silencio. Y el mundo debió oírlo, porque sonrió, como si hubiese pensado lo mismo. Luego, no sé cómo sucedió, se apartaron sus ojos, y empezaron a hablar. Hablaban de cosas superficiales, como del tiempo, de cosas sin importancia, como el resto del mundo. Y poco a poco, hablaron de no hablar demasiado, de dejarse llevar sin moverse.

Gritándole al silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora