24. PESADILLA

61 10 5
                                    

{Tiritando las gotas disminuyeron, con las pocas fuerzas que disponía incliné la cabeza hacia arriba, respaldándome vi su rostro, cerraba los ojos mordiéndose los labios, el agua se resbalaba por sus cabellos cayendo hasta mi rostro, era un sueño,...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

{Tiritando las gotas disminuyeron, con las pocas fuerzas que disponía incliné la cabeza hacia arriba, respaldándome vi su rostro, cerraba los ojos mordiéndose los labios, el agua se resbalaba por sus cabellos cayendo hasta mi rostro, era un sueño, debía de serlo.

-¿Deacon? -hablé bajo, pero él me escucho. Sus manos cubrieron las mías mientras arqueaba su cuerpo. Sus ojos se abrieron como platos, de su boca brotó sangre-. No lo hagas.

-No es nada -se agachó arrodillándose en la misma postura recibió los latigazos que iban destinados para mí.

Perdí la noción del tiempo, las ganas de dormir me abordaban, permanecer despierta se me complicaba. Me obligaba a permanecer despierta. Lo peor no era el insoportable ardor de la espalda o la dificultad que se me presentaba al respirar, lo peor para mí era ver como agonizaba Deacon en silencio.

Sabía que hoy moriría, no quiero arrastrarlo conmigo. Deseosa de poner fin a este infierno me sumí en la oscuridad gélida. A estas alturas no sentí mi propio cuerpo, el dolor desapareció por completo.

-Leah, Leah -rebotó la voz de él en mis oídos, fue lo último que escuché. Era una pesadilla, despertaré en seguida, me volví a mentir.}

Un rayo de luz me dio de pleno obligándome a despertarme, parpadeé un par de veces contemplando la desconocida habitación. El estilo era de la residencia impregnaba el espacio, sus armarios rupestres y las dos camas tan comunes, la variante que capté fue el olor, olía a sudor y sangre.

Capté unos murmullos del exterior, tumbada boca abajo moví mi cabeza y brazo izquierda maldiciendo en el acto, sentí las secuelas de Briseida en mi espalda, como si un ejército de miles de hombres me hubiera pasado por encima.

La puerta chirrió abriéndose, con ella Deacon entró, apresurado se acercó retirándome los cabellos de mi espalda y mejilla izquierda, me hizo el favor de inclinarlos a la derecha sobre la almohada.

-¿Estás bien? ¿Te duele algo? -preguntó sentándose en la cama.

-Agua -pedí con voz ronca, la garganta me picaba.

El preocupado moreno me dio de beber sin su natural brutalidad. Me detuve en la manga color salmón que llevaba puesta, por la gruesa manta ni me imputé del atuendo. La idea de que Deacon me hubiera visto como los dioses me trajeron al mundo me avergonzó.

Evité hacer contacto visual, el condenado sonreía tranquilo, sus labios curvados eran sinceros, nada de sonrisas picaras, ladinas, ni forzadas.

-¿Soñaste conmigo a qué sí? Pronunciabas mi nombre hace nada -alardeó el imbécil, ¿tiene que cagarla siempre?

-Tuve una pesadilla surrealista, Briseida me daba latigazos y al final aparecías tu protegiéndome -dicho en voz alta sonaba a locura.

-Sigue soñando Leah, nadie hará nada por alguien como tú -. Sus crueles palabras abrieron viejas heridas, usó las mismas palabras que Briseida cuando ingresé a la mansión, "nadie hará nada por alguien de tu calaña".

-Lo sé perfectamente -giré mi rostro conteniendo las lágrimas

-Despertó, al fin -otra vez el ruido de la puerta rebotó-. Estaba preocupada -. Merna se acercó luciendo preocupada, me acarició la mejilla ocasionando que cerrará los ojos-. ¿Estáis bien?

La mujer me retiró la gota que se escapó de mis ojos, asentí buscando la fuerza para seguir. La presencia de Deacon en la cama se esfumo, la puerta de fondo delató su partida, sabía que no me ayudaría, entonces ¿porque estaba aquí?

-Imbécil -me desahogué.

-Me replantearía tu relación con él-. Ahí va otro sermón.

-Buscaré otro mejor, descuida -. Sus manos me destaparon, la manta marrón no me cobijaba, la brisa fresca impactó en mi desnuda y maullada espalda.

-No me preguntéis porque, pero no tenéis la necesidad de buscar, otro mejor que Deacon no encontraréis.

El punzón descomunal me dificultó replicar, las manos de ella masajeaban las señales de advertencia que Briseida me marcó, el frío aumento por algo que me estaba untando en las heridas, podía distinguir el fuerte olor a menta.

Me quedaría con la intriga de saber cómo Deacon se ha ganado a Merna, bastante tengo con resolver el malentendido, ¿Yo amante del Duque? Que aberración.

De Cunas AltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora