19. Lo que expone la mirada

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Levi

Traté de volver a la pelea, sin embargo Sher me tomó del brazo y me arrastró dentro del edificio.

-¡No podemos dejar sola a Elizabeth!- le grito. Sher me da un golpecito en la cabeza.

-No seas tonto, ellas tienen magia, ¿Qué tenemos nosotros? ¿Hormonas fuera de control? Tenemos que hacer otra cosa. Yo, por mi parte, haré lo que hago mejor: usar la cabeza.

Miré hacia fuera donde me pareció ver a Elizabeth salir despedida por el aire. Sher me dio un tirón en el brazo atrayendo mi atención de vuelta hacia él.

-Concéntrate Levi- me pide- ve con el prisionero, estaré allí en unos minutos.

Me volteé dispuesto a partir hacia el sótano, sin embargo Lawliet volvió a detenerme.

-¿Qué pa...- comienzo a decir volteándome hacia él, sin embargo no pude terminar la oración porque me vi sorprendido por su cercanía. En un instante Sher había cerrado el espacio entre nosotros y se encontraba mirando sutilmente hacia arriba.

-Tienes que ir con Oscar luego- me dice, sus dedos recorriendo delicadamente la suave piel de mi cuello. No sabía si era el dolor o algo más pero no pude evitar sentir escalofríos ante su tacto. Lawliet bajó una mano, sin embargo la otra permaneció en mi cuello, su pulgar acariciando mi nuez de Adán.

-Estoy bien- le digo, mi voz sonando algo ahogada y rasposa, Sher frunció el ceño, probablemente atribuyéndolo al dolor, sin embargo no tenía nada que ver con eso- sobreviví todos estos años sin su asistencia, podré salir de esta también.

-Levi Waters, podré ser muy listo pero no soy médico, si tienes problemas de cervical a futuro por tu maldito orgullo, me enojaré de veras- espetó Sher retrocediendo y cruzándose de brazos. Lo imito y niego, moviendo mi cabeza exageradamente.

-Estoy perfectamente- le digo y, antes de que pudiera decir algo más, me dirigí hacia la puerta de servicio que llevaba a las escaleras del sótano.

Samael Polansky se encontraba en la misma posición que lo dejamos. El Desertor alzó la cabeza al oír mis pasos, una sonrisa despectiva dibujándose en su rostro.

-Veo que no tienes apuro- comento acercándome hasta estar a una distancia segura de él y su saliva controladora.

-Cuando acaben con todos ustedes vendrán por mí y mi trabajo estará hecho. Me convertiré en su mano derecha y ya no tendré que preocuparme por nada.

-¿Todo esto para salvar tu propio culo?- le pregunto con asco- Eres un cobarde. No sé por qué Gustavo te admitió en la base.

-Gustavo no se fijaba quién eras. Él aceptaba a cualquiera que tuviera alguna actividad. No todos éramos héroes pero por algún motivo creía que por ser mejores que los humanos comunes y corrientes debíamos serlo, ¿Por qué? ¿Quién es él para decidir qué somos?

-Podrías haber ignorado su llamado- le digo- nadie te obligaba a estar allí.

Samael pretende no escuchar eso y, en cambio, cambia de estrategia.

-Escuché sobre ti. Todos te odiaban, ni siquiera tu propio escuadrón se llevaba bien contigo. Decían que eras malvado, siempre metiéndote en problemas y atrasando a tu grupo, decían que eras el cancer de los Genetics, algo maligno que nos pudriría desde adentro si no te removían a tiempo.

-Cambié- le digo, mi voz temblorosa por la furia- Soy una mejor persona ahora.

-¿Lo eres?- me pregunta bajando la mirada- porque pareces a un suspiro de apuñalarme con esa cosa.

Sorprendido, bajo mi mirada a mis manos. No recordaba haber sacado mi navaja del cinturón.

-Un asesino un día será un asesino para siempre- se burla- ¿Lo sabe Sher? ¿Lo sabe tu equipo?

-Deténte- dijo Sher, para mi horror. ¿Había oído? Traía un vaso con agua y una bandeja con algo de pan.

-Pero miren quien llegó, si es el semidiós- silbó Samael- ¿Quién diría que los mitad Dios se dignarían a caminar entre nosotros algún día? Has caído muy bajo juntándote con ratas como esa- se burla señalándome.

Sher lo ignoró y dejó la bandeja frente al cautivo.

-Bebe- le ordena y sin previo aviso le mete el vaso entre los labios y le inclina la cabeza hacia atrás. Sher lo dejó dar dos tragos antes de soltar el vaso y retroceder rápidamente hasta estar a mi lado.

El vaso de vidrio se estrelló contra el suelo en mil pedazos, sin embargo Samael no lo notó, estaba demasiado distraído observando con odio a Sher, que había escapado de su alcance antes de darle una oportunidad de reaccionar.

-¿Qué me hiciste?- grita, su rostro volviéndose rojo de la cólera.

-Supongo que no había agua en ese vaso- digo guardando mi cuchilla y observando cómo Samael se convulsionaba de un lado al otro.

-Una poción de la verdad, una de las amigas de Elizabeth me la dio- explica Sher- tardará unas horas en hacer efecto pero una vez que despierte nos dirá todo lo que tenemos que hacer.

Arriba solo se escuchaban explosiones, gritos y ruidos de destrozos. La lámpara del techo se movía al ritmo del caos.

-¿Qué haremos con ellas?- pregunto refiriéndome a Zara y Elizabeth. Los ruidos cesaron y observamos a Samael caer, inconsciente.

-No hay nada que podamos hacer, no nosotros. Sería como intentar combatir al sol con un vaso de agua. Tenemos que quedarnos aquí y esperar a que despierte- me dice.

-Iré a ver a Óscar luego- le digo sentándome contra la pared opuesta a nuestro cautivo. Sher se sienta a mi lado.

-No me importa lo que Samael dijo, Levi- me dice Lawliet leyendo directamente a través de mi culpabilidad. A veces olvidaba que era imposible ocultarle las cosas- Eres una buena persona, sé que nunca harías algo sin motivos y no me importa quien fuiste en el pasado, me importa quien eres ahora.

-No era inocente- le digo, mi voz apenas audible- la persona que maté. Era una mala persona, Lawliet.

Sher choca su pierna contra la mía y se acerca más a mí, todo su lado izquierdo rozando el mío.

-Lo sé- me dice y quizás sólo eso bastaba. Era cierto, había hecho cosas malas en el pasado pero a Lawliet no le importaba lo que había hecho mal. Él era una persona lógica y arraigada a los hechos: si yo era una buena persona ahora, solo podía ir cuesta arriba. Nada podía cambiar el pasado y, aunque no me gustaba, era hora de aceptarlo.

-Gracias- le digo. Puedo sentirlo sonreír a mi lado, una de esas sonrisas tan ocasionales que casi lo miro simplemente para no perdérmela, sin embargo no lo hago, temía que pudiera ver directamente a través de mis ojos y adivinar lo que sentía. Cuando habla, su voz suena más suave que nunca:

-Para eso estoy.

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