Cuarenta y uno

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—Buenos días... —susurró Amelia.

—Pensé que aún dormías... —habló Tom arrullándola más contra sí.

—No, desperté hace un rato... mientras me mirabas, psicópata...

—¿Cómo puedes saber que te he estado mirando, si no has abierto los ojos hasta ahora? –murmuró divertido.

—Solo lo sé...

Tom rió mientras cubría la espalda desnuda de ella con la sábana.

—¿Qué estás leyendo? —inquirió mirando su libro.

—Solo estaba repasando el libreto un poco... pero no pude concentrarme...

Ella rió despacio.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él.

—Estoy bien... contenta... —dijo acariciando su rostro.

—Sí, yo también... gracias por permitirme estar contigo...

Ella apoyó su mejilla en el pecho de él, mientras una sonrisa ataviaba su rostro.

—No digas gracias, es raro... —habló divertida.

—Lo siento... —musitó mientras enredaba sus dedos entre el pelo de ella.

—Tampoco te disculpes... no es necesario que lo hagas todo el tiempo...

—¿Qué debo decir entonces? —inquirió sonriendo.

—Te amo... estoy feliz de estar contigo... eso diré yo...

—Te amo... —susurró buscando su mirada—. Te lo digo de verdad, no a la ligera...

Ella dejó un beso en su pecho.

—Me voy a lavar los dientes... —dijo Amelia—. No te volveré a besar hasta que lo haga... también necesito un baño...

—Yo puedo ayudarte en eso...

Tom se levantó veloz y la envolvió en la sábana, mientras ella reía sin saber cómo reaccionar. La tomó en brazos y la llevó hasta el baño.

—¡Bájame, Thomas! —gritó en medio de un ataque de risa—. ¡Estás desnudo!

—Y tú eres un burrito...

La dejó sentada sobre el frío mármol del ancho lavamanos.

—Voy a preparar la tina, que como ya habrás visto, es lo suficientemente grande para los dos...

—Sí, ya lo noté... —dijo sonriendo—. No tengo problemas con eso, mientras me dejes lavar tu cabello...

—Vaya fetiches que te traes... —habló sonriendo.

—Vaya trasero que te traes... —expresó ella mientras lo miraba de espaldas.

Tom dejó la tina llenarse y se acercó a Amelia.

—Me encanta andar desnudo, debes saberlo... a veces le doy el día libre a todo el personal, para así estar solo y poder andar sin ropa por toda la casa...

—Yo no me quejaría si te viera así todo el día... todos los días...

—Amelia... no calientes el agua si luego no te vas a beber el té...

—A mí me encanta el té, tú lo sabes...

Tom despejó el cuello de Amelia, ya que su corto cabello invadía aquella zona de su cuerpo, impidiéndole el paso. Con devoción comenzó a besarla, mientras la desprendía de la sábana en que estaba envuelta.

—¿No tuviste suficiente? —preguntó divertida.

—No creo que sea posible tener suficiente de ti...

—Eres un hombre muy exagerado y cliché. —susurró mientras sostenía su rostro entre sus manos.

—Soy un romántico...

Tom tiró la sábana al piso y la tomó a horcajadas para llevarla hasta la tina, mientras Amelia reía avergonzada. Tom se metió también, y ella lo invitó con los brazos abiertos para recostarse de espaldas en su pecho.

La mujer tomó una botella de champú y puso un poco en su mano, humedeció el cabello del británico y comenzó a masajearlo en silencio.

—Jamás habría imaginado que llegaríamos a estar de este modo... —dijo Tom mientras acariciaba con sus manos las piernas de la muchacha por debajo del agua.

—Yo tampoco... —respondió ella—. Pero no me quejo...

—Ni yo... ha sido estupendo...

—¿Te gusta como lo hago? —interrogó Amelia.

Tom se giró hacia ella sonriendo.

—Solo te voy a preguntar una cosa... ¿Dónde aprendiste a...?

—Me refiero a lavar tu cabello... pervertido... —soltó riendo.

Tom también comenzó a reír.

—Me encanta cómo lavas mi cabello...

—Gracias, eso es lo que quería escuchar. —susurró en su oído.

—La última persona que lavó mi cabello fue mi madre... —comenzó a contar—. Ni siquiera recuerdo cuando fue, solo sé que fue ella... —hizo unos segundos de silencio—. ¿Te das cuenta de que hubo un momento en que alguien nos bañó por última vez, pero no nos dimos cuenta de eso?

—Sí... es parte de crecer... tampoco recuerdo el ultimo día en que bebí de un biberón, o usé un chupón...

—Sí, yo tampoco... —murmuró apenado.

—Thomas... —habló mientras buscaba su mirada—. No te pongas triste... vives en el pasado, eso no es bueno para ti... –Amelia tomó la toalla y secó su rostro, para impedir que el champú cayera en sus ojos azules–. Mi abuela decía que existir en el pasado es agonizar en el presente... no mueras en el presente, vívelo...

Él guardó silencio y buscó sus labios para romper la tensión.

—No me he lavado los dientes... —se echó hacia atrás.

—Ni yo...

Amelia sonrió, se acercó a él y comenzó a besar su cuello con lentitud.

Amaba ese cuello.

Tom la miró divertido.

—¿De qué te ríes? —preguntó ella alzando las cejas.

—Ya calentaste el agua... —susurró mirándola a los ojos.

—Y me voy a beber el té, tú no te preocupes...


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✒Mazzarena

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora