Sentimiento colosal.

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La sensación de una persona que consideraba un amigo, alguien lejano, se estaba acabando, el baja mi vestido para dejar a relucir mi piel blanca y cuidadosamente noto que ya no es mi fiel compañero de copas.

Compartiríamos algo más, algo más que una simple fantasía, era un tipo de intimidad que no solía llegar a tener con cualquiera. Él siempre fue ese cualquiera al que le demostraba quien era yo, ahora era su turno.

Parecía haber aprendido bastante bien el balance del dolor y el placer, pues las amarras en mis muñecas dolían en el punto exacto, me hacían sentir que el tiempo esperando a que se acerca a mi fuera una lenta tortura.

-La palabra que te sacará de esto es...
Antes de que pudiera terminar esa oración lo detuve con mis palabras.-Callaré si es lo que quiero.

El juego entre quien tenia el poder lo hacía poner su paciencia a juego, la adrenalina que me hacía sentir el riesgo era refrescante, exponerme así era lo que hace mucho necesitaba, y no lo sabía con certeza.

Entonces posó su mirada fija en mi ojos, subió sobre mi y abrió mis piernas, invitándome a dejarme llevar por su control, sintió la humedad en mi, el apuro que demostraba por qué él se acerca más a esa zona. Exploró con un tacto suave, se tomó su tiempo, sabía que hacía que mi deseo por que él entrara de manera abrupta en mí, crecían a cada toque. Su mirada era tan desesperante, el sabía lo que yo estaba pasando en ese segundo, y el no demostraba empatía. Quería que yo lo pidiera, lo veía en sus facciones.

-Vamos Señor Martin. Es incapaz de hacerme esto. Teníamos un acuerdo.

Pero mostró una sonrisa burlona, me hizo entender que yo no tenía voz en este trato, yo solo acepté, y el solo siguió con lo que él quería lograr. Bajo a mis labios, deseosos de una probada de lo que me ofrecía, sostuvo mi mentón fuerte y plantó un beso, algo que esperaba con ansías hace un tiempo, me hizo soltar un sonido de debilidad, demostrando que no aguantaba las ganas obtener más.

-Eras tú. Siempre fuiste tú.

Entonces su mano bajó a mi cuello, inmovilizándome ahora por completo, se introdujo en mí con firmeza, volviendo mi ser un demonio que debía ser dominado. El fuego que ambos queríamos apagar con movimientos repetidos, me volvió loca por completo, mi respiración entrecortaba mis gritos, que ahora llenaban sus oídos. Mi espina se torcía, por qué todo se sentía colosal.

Así fue que llegó la mañana, desperté incrédula de cómo habían resultado las cosas, para lo que esperaba fuera una noches de vinos finos y queso, esto superó toda expectativa. Me hizo pensar que quizás estuve perdiendo bastante tiempo sin conocer a Andy con todas sus aristas.

Sentí su mano sobre mi mejilla, para que abriera los ojos y lo acompañara bajo los rayos del sol que se colaban entre las cortinas. Ver esos ojos oscuros acompañados con una sonrisa sutil de victoria, me complacían a un nivel diferente.

-Tienes una increíble manera de transmitir lo bien que lo pasas en tus viajes.

-Contigo no puedo evitar ser así de transparente, Riss.-Tenia unas maneras de sacarme una sonrisa y hacerme sentir especial, a pesar de que yo siempre me hacía sentir de esa manera.-Lamento que debo correr a una reunión en unos minutos. Me encantaría pasar la mañana contigo en la piscina o en el teatro.

-Debo llegar al restaurante en unas horas, me dejaste débil y hecha un desastre, ¿no me acompañarás a un baño siquiera?

-Mamma mía, Riss. Eres insaciable.

-Desataste algo que no quieres manejar, Andy. No lo advertí pero puedo ser muy determinada cuando quiero algo.

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