CAPITULO 2

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 La verdad era muy distinta. Algún gracioso de años superiores marcaba los paredones del patio con manos frotadas en carbón , para sembrar pánico. 

Eso le daba al autor del invento, carácter de líder lo cual no es poco, en épocas en las cuales, o eres líder o no eres nada. Todos los menores lo creían. Yo sabia que no era cierto porque era, de hecho, bastante mas inteligente o incrédulo que la media de mi edad, pero mi relato resultó contundente para mi presa.

Pasada la primer parte de la historia la pelirroja ya estaba convencida de mis dichos, ese era el momento para decirle que la única manera de que "las manos negras" considerara a un alumno como "amigo" y el miedo desaparezca, era dejar allí como ofrenda una prenda intima. Le afirme, que desde ya, yo ya la había dejado hacia un tiempo y había funcionado porque la turbación en mis noches habían desaparecido para siempre.

Sin decir una palabra se agachó y por debajo de su pollera se quitó el short que cubría su bombacha.

"No!" dije," eso no es intimo, no tocó tu piel."

Se sacó la bombacha. Y allí, en el certero instante en el que se disponía a ponerse el short, me tome muy fuerte de sus glúteos. Necesitaba apretarlos, sostenerlos y retenerlos en mi memoria.

Ella gritó.

"Solo trate de ayudarte" dije. Mi defensa era increíble . Pensé tener valor para sostener esa acción, pensé que mi osadía podría sortear todo obstáculo o toda defensa de ella. O quizás, lo peor, pensé que jamás se defendería. 

Si bien no mejoré mucho en vida, hoy me avergüenzo de aquella situación.

Dejó tirada la bombacha y salió corriendo. Yo la recogí y la guardé en el bolsillo. Llegué a mi casa y la escondí. Cada noche la ponía sobre mi nariz percibiendo el olor de mujer (y solo éramos dos niños pequeños), tan distinto al mío.

De que modo y bajo que circunstancias la dueña de la cola perfecta, le contó a sus padres el incidente, es de poca importancia y creo que nunca lo supe con certeza.

Solo recuerdo a mi madre en la sala dirección, frente a una mujer adusta, que a mi me parecía de cien años y tal vez no pasaría los sesenta, consternada pidiendo disculpas, mientras yo ingresaba en ese recinto oscuro, apesadumbrado y sometido por la grandiosidad del ámbito, tan distinto a nuestro mundo de fantasía de hamacas, flores y pupitres.

Mi madre tenia el cabello recogido con una coleta, circunstancia que casi nunca sucedía. Era el peinado de los asuntos serios. Estaba maquillada de manera sutil, pero los labios pintados de un rojo intenso. Llevaba tacos altos negros y pollera al cuerpo. También era la vestimenta de los asuntos serios. 

Antes de escuchar su palabra, ella me trasmitió con la  mirada la sentencia de la situación.

Hasta la fecha, no encontré aun ningún adulto con mi record. Antes de cumplir los seis años, cursando mi primer grado, fui expulsado de la institución, pese a los ruegos de mi madre de dejarme cursar allí los estudios hasta fin del año escolar.

El cambio de colegio no fue para mi traumático, mis padres la pasaron un poco peor. 

 La vergüenza de lo que no puede ocultarse, un posible desorden sexual a temprana edad, la falta de sincero arrepentimiento, eran su gran motivo de preocupación.

Sin embargo, yo tenia una única razón de desvelo. Solo me desesperaba la idea de ir a un colegio donde solo se aceptaran varones. Imaginaba que en otros colegios en los últimos años otros chicos verían mujeres, sus piernas al aire, espiarían sus colas debajo de las polleras, ellas ya tendrían tetas, podría ser que se les notaran sus corpiños, y yo estaría rodeado de varones, atrás de una pelota. 

Para mi fortuna, si esa situación tenía algo de bueno, esa terrible pesadilla se disipó en el momento en que único colegio que me había aceptado de un día al otro, era mixto. Rara denominación no? lo pensaron? somos todos personas pero hablaban de colegios mixtos, mezcla de razas? Mezclas de clases? Mezcla de agua y aceite? No lo sé todavía.

Yo creo que fue un error de las autoridades, dado mis antecedentes, pero parece que el colegio estaba muy necesitado de la abultada cuota dineraria de mi ingreso y ello primaba por sobre el resguardo del alumnado femenino.

El resto de mi etapa escolar, fui un repetir de pelirrojas, castañas, rubias, morochas. Altas, bajas, mucho más chicas que yo si estaban dispuestas, mucho mas grandes también. 

Me entrené en el arte de la mentira. 

Nunca más fui expulsado del colegio, utilicé los baños para tocar a las mujeres, los bancos de aulas en desuso. Durante los años superiores llegaron las sesiones de sexo oral, que me gusta tanto dar como recibir, pero había que decidirse por uno a la vez porque el tiempo de la aventura escolar era limitado. Por suerte, aprendí que lo único que no podía dejar de  lado era el consentimiento claro y expreso de mi compañera. Todo siempre fue de a dos y a la par.

Al terminar el secundario, no podía recordar el nombre de casi ninguna de las mujeres con las que había tenido contacto, desde ya no con todas llegaba a tener relaciones sexuales, pero no había un número en mi cabeza que representara la cantidad de mujeres que había tocado, lamido, que me habían dado sexo oral, que había introducido los dedos en vagina hasta encontrar el mítico punto G y mojarme de la mano al codo y alcanzar ambos el gozo ilimitado.

Para ese momento, había acariciado todo tipo de pieles y cabellos, había sido mirado por todos los colores de ojos del planeta, había poseído mujeres como plumas y otras como camiones.

En nada cambió mi comportamiento en la universidad, solo aumenté la frecuencia de mis encuentros sexuales.

Cientos, miles? No puedo ni aproximar el número de mujeres que pasaron por mi vida, mejor dicho por mi cuerpo.

A estas alturas, pensaran que soy un experto en mujeres.

He aquí, un aspecto importante del problema del que les hablaba al principio, no tengo la menor idea sobre las mujeres.

Dedique mi vida a mi carrera, a mi status, a mi estudios, a mis autos, a conocer el mundo. Jamás tuve si quiera un instante para plantear una preocupación, siquiera mínima, como las que estoy confesando. Los motores de mis autos, los cilindros de mis motos han ocupado mucho más espacio en mi mente que las mujeres.

Cuan parecidas o distintas son a los hombres, si son inteligentes o no, que piensan al apagar la luz y se disponen a dormir, que sienten al llorar, porque gritan, que piensan o si siquiera lo hacen, si son mejores o peores que los hombres, que miedos tienen, que las define, que sienten durante el período, que es para ellas ser madre, que puede llevarlas a querer casarse, que me pueden ofrecer para que yo me enamore, cuan iguales o distintas son entre ellas, que dolores marcan sus rostros, cuales son sus miedos, si se sienten libres u oprimidas, cuales son sus esperanzas, sus sueños, sus frustraciones, que las oscurece, que las ilumina, cuanto les duele un adiós, de que quieren huir, que las lleva a hablar de la guerra en medio oriente mientras están frente a la tele viendo el alargue por penales de boca river, que valor tiene la palabra celulitis para ellas y así podría seguir aburriéndolos.

Nada, amigos, no conozco nada de nada.

Jamás me detuve a intentar oírlas, desde el recuerdo de las tetas de mi madre, solo fueron un adorno. Debe decirles algo a mi favor, no me gustan solo las lindas. Tetas son tetas, culos son culos y vaginas son vaginas. Solo no me he fijado en aquellas sobre las que cabía duda que se bañaran con regularidad, aunque a veces he saneado esa situación al decirles, nos bañamos antes?

Soy también un experto en el arte de seducir, nadie conoce mi otra cara. Ninguna mujer me ha conocido tampoco a mi, no le he dado oportunidad alguna. Y no se si tiene relación o no, pero creo que tampoco me conozco yo.

He ahí la otra cara del problema.

Yo, TiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora