Nada

2 0 0
                                    


1ro de abril, 2020

Me levanté por ahí de las once de la mañana. Creo que ayer realmente no dormí. Estuve observando el techo de mi cuarto por muchas horas, preguntándome lo que realmente era. Nada, no era absolutamente nada. Me puse unos pantalones de pijama antes de dirigirme al baño en dónde me lavé los dientes y me mojé la cara con agua fría. Mis ojos me ardían. Estuve observando el espejo otro rato, no entendía lo que era. O más bien si, lo sabía perfectamente, no era nada. Dejé mi cuarto con la cama deshecha y mi ropa tirada. Bajé luego las escaleras para llegar a la cocina en donde hice un café. El café es realmente lo único que me agrada especialmente de mis días.Es simple pero tan sofisticado, dulce pero tan amargo, con un olor delicioso que me hace sentir calma. Tomé la taza de café y yo senté en mi pequeña mesa que tengo en la terraza.

La brisa estaba suave aquella mañana, dulce, podría notar las hojas de los árboles moviéndose, bailando junto al viento, dejando los rayos de luz atravesar el bosque y correr hasta llegar a mí. Estaba algo nublado y las nubes a lo lejos parecían ya bastante cargadas, hoy llovería. Mi casa está situada en una pequeña ciudad llamada Salis, hasta arriba de una pequeña colina cuya vista da al bosque que vive a un lado. Por las mañanas suelo tomarme un café en lo que observa un mundo y despierto desde mi silla. Los niños corren en el bosque, juegan, saltan y gritan "¡Lobo! ¡Lobo! Hoy me encontré a dos hermanitos cuyos padres habían dejado allí un rato en lo que paseaban al niño en la carriola. El hermano mayor jugaba con un papalote riendo y riendo mientras su hermanito le corría detrás pidiéndole que se lo preste. El alcalde se negó y siguió divirtiéndose él solo burlándose del pequeño. Que cruel es el mundo, el humano más bien. Nacemos con el espíritu egoísta grabado en nuestra alma.

En la tarde me decidí a salir un rato. Caminé por las calles de la ciudad observando a este mundo mecanizado. Pasaban coches, motos, autobuses, parejas caminando agarrados de la mano. Los semáforos brillaban, los klaxones gritaban, el mundo corría, pendientes, un lugar en donde estar, algo que hacer, algo que decir, así estaban todos. Alterados, despreocupados, ansiosos en una calma total. La música de la ciudad sonaba fuerte, y todos bailaban encerrados en un baile inexistente. Vivían sus vidas supongo, socializando, moviéndose todos de un lado a otro, algunos hasta enamorándose, pero realmente no se daban cuenta, no se daban cuenta de cómo todas estas luces al rededor no hacían más que cegarnos. Después de todo, ¿qué podría esperar? Somos humanos, y eso es todo.

Unos minutos después empezó a llover. Las gotas caían frías sobre mi piel, me agradaba la sensación. Me quedé un rato ahí parado disfrutando el show, viendo con los ojos cerrados como aquella música desaparece poco a poco reemplazada por la harmonía del agua cayendo, limpiando todo. Sentía paz. Regresé entonces a mi casa, me hice otro café y me senté en la terraza. Fue ahí en dónde me surgió la idea de escribir. No tenía nada más por hacer. Me quedé entonces sentado afuera un largo tiempo, sintiendo cómo la temperatura bajaba, la luz del sol se disipaba hasta llegar a ser nula y oír al mundo cansarse, hasta quedar completamente dormido.

Finalmente me pregunté lo que era la vida. Nada, probablemente nada. Sin embargo estoy ahora, al final de este día, preguntándome, ¿qué hice hoy? ¿qué tuvo mi día de extraordinario? Nada, no tuvo absolutamente nada.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 21, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Diario de un GenioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora