Melodía de Muerte...

32🔪

Pov omnisciente:

La habitación está a obscuras, solo iluminada por la luz que entra por la ventana, sin embargo, no alcanza a ser suficiente para poder apreciar el interior de la estancia. Solo hay un punto brillante y nítido en la estancia, el cual proviene de la punta de un cigarrillo encendido y que aumenta de intensidad por un par de segundos por la pitada dada por el que lo sostiene entre sus dedos. 

Está molesto, rumiando su enojo por lo que está por pasar, y sus ojos casi blancos no se separan del reloj digital que está sobre la mesa, pasando los números lentamente anunciando que el momento se acerca. Cuando los número marquen las tres treinta y tres de la mañana, el portal se abrirá y el pelirrojo de ojos de plata, que esconde una profunda maldad dentro de su ser, aparecerá por él para llevarlo a que lo juzguen por culpa de un maldito idiota que no respeta las reglas. 

Maldito fuera el farol trajeado, él y su trío de idiotas que se creían asesinos. ¡Ja! No podrían ni matar a una jodida mosca aunque ésta estuviera agonizando justo frente a ellos. Inútiles...

Era increíble el cómo podía tolerarlos y el cómo no había matado al imbécil de Toby, dejándolo irse en lugar de encargarse de él como debería haberlo hecho (aunque "dejarlo irse" implicaba dejarlo gravemente herido en el suelo del bosque). El problema, es que no quería encargarse de él, porque había requerido demasiado tiempo y no quería quedarse, tenía otra cosa en mente y, aunque no le gustara en lo más mínimo la realidad, era que esa "cosa" no era otra que la peliceleste que aguardaba herida y asustada por el idiota en el bus. 

La cosa se complicaba, los sentimientos del ojiazul se mezclaban con los suyos y el enojo que germinaba dentro de su persona por eso mismo, aumentaba al ver que no podía evitarlo. La chica era hermosa, no podía negarlo, le gustara o no, su contraparte tenía razones para quererla y, tristemente para él, empezaba a entenderlo y a acompañarlo en esos "sentimientos". Ya fuera porque el estar juntos en el mismo cuerpo hacía que sus sentimientos se transfirieran o porque estaba sintiendo esas cosas por ella por él mismo, la cosa solo hacía que todo se complicara y, sobre todo, su vida. 

¿Por qué carajo tenía que pasarle esto a él? Desde que esa chica había aparecido en la vida de su "compañero de cuarto", su vida se había vuelto un completo infierno. Quizás estaba exagerando, no lo negaba, solía ser dramático aveces, aún así, eso no cambiaba el problema que ella representaba para su forma de existir como asesino. 

Nunca debió permitir al ojiazul que iniciara con la maldita banda, que buscara un escape, que tuviera una "vida normal" fuera de su carrera de asesino serial. Ahora que lo pensaba, también fuera maldito él por empeñarse en mantener sus patéticos sueños de adolescente. 

Había sido persistente, eso debía reconocérselo, a pesar de tener que cumplir con lo que él lo impulsaba a hacer de matar personas, había seguido adelante con su empeño de ser músico y había podido llevar una doble vida hasta el momento con perfecta soltura. Se merecía un aplauso, o lo haría, de no ser por haber causado todo este problema al haber contratado a la chica. Es cierto que no lo hizo adrede, no había fotos de ella ni nada para poder identificarla hasta que la conocieran en persona, no obstante, eso no le quitaba la culpa de haberse acercado a ella cuando la conoció y no resistir la atracción que sentía hacia ella desde el primer momento. 

Un sonido lo saca de sus pensamientos, haciendo que retire sus lechosos ojos del reloj y los pase al payaso, el cual acaba de salir de su caja, la que apareció en el suelo en el centro de la habitación en penumbras. 

-Ya casi es hora.

-Lo sé, el reloj no miente. 

-¿Nervioso?