Wet blood.

65 8 27
                                    

   

"El silencio es el peor de los gritos"


Cierra los ojos tan sólo un miserable segundo. La suave música clásica retumba en sus oídos con evidente gracia. El lugar, ciertamente rústico, desprende un olor a tenue a café matutino que le hacía sentirse sosegado. 

Bullicio, bullicio, y más bullicio. 

Allí, en un recóndito y lóbrego rincón, lejos de las personas que poseían expresiones tan ajenas a él, estaba Dean. Dean Thomas. No muchos lo recuerdan; es un personaje que parece pasar desapercibido para muchos. No protagonizó momentos cruciales y, por lo tanto, no es una imagen icónica, pero tiene amigos que lo recuerdan bien. Aunque, él recuerda a las personas que lo recuerdan, y a las que no.

Risas escandalosas y rutilantes, lo descolocan un poco, pues el silencio era un fiel acompañante en los últimos días, pero... ¿Qué tendría que esperar del Caldero Chorreante? 

Sus labios casi se curvan en una sonrisa, pero sólo salió un atisbo de mueca insípida y anodina. 

Primer problema. Apenas llegó y recordó su primer problema. Dean tomó su pluma guardada en el bolsillo superior de su camisa arrugada, pero pulcra,  y escribió, en una usual y pequeña libreta que siempre llevaba consigo:

-Problema número 1: No puedo sonreír. 

Aprieta su pluma. Chorrea un poco de tinta.

Risas, sonrisas y todo lo similar a aquello. Dean Thomas no sonreía, y tampoco podía llegar a comprender a las personas que lo hacían. No tenía sentido para él, no ahora. 

Recordó, vagamente, la última vez que logró hacerla. Fue cuando Seamus Finnigan le dio un abrazo cálido y amigable, cuando lo visitó para ver como estaba después de los sucesos desafortunados. Disfrutó su compañía y hablaron hasta que no había más que decir. 

Los días pasaron y su sonrisa no desvaneció jamás, hasta que asimiló lo sucedido, cuando empezó a tener recuerdos repentinos de la guerra y de los amigos a los que la vida les fue usurpada por Lord Voldemort.

Tal vez, su sonrisa se desgastó.

Dean era, según Seamus Finnigan y algunas personas que compartieron momentos de dicha patente junto a él, un hombre despreocupado y que ayudaba cuando lo tenía que hacer, pero, nadie jamás supo de un hombre que siempre se mantenía férreo ante los pensamientos lúgubres que navegaban por su mente.  Un hombre que soñaba despierto con un vívido recuerdo que parecía abofetearle con descaro.

El olor de la sangre de aquellos rígidos y pétreos cuerpos que yacían esparcidos en el suelo como pequeños peones caídos señalando el fracaso y la sedienta necesidad de venganza corriendo por su cuerpo y dándole espasmos, con la mandíbula apretada y los ojos destellantes de amargura y pesadumbre.

Dean Thomas era, un hombre que, en estos momentos, era simplemente incapaz a mantener una sonrisa sin que pareciera una forzada. 

Dean estaba vivo, pero él no se sentía así. Los estragos de la guerra lo hacen sentir tan muerto. Un escalofrío recorre su cuerpo.

Sus manos tiemblan, pero escribe de nuevo:

- Problema 2: Estoy vivo, y me siento muerto. Tan muerto como ellos.

Se acomoda en su asiento, nervioso.

¿Cuántas personas cayeron en la guerra? se pregunta. Y, a pesar de tener curiosidad, no quiso saber realmente la respuesta. 

Mortífagos, aurores, profesores, estudiantes, amigos, amigas. Muertos. Se muerde el labio, apretando las manos; tan miserable. 

Quiere un golpe amistoso en su hombro,  palabras de aliento para que pudiera seguir, pero no. No quería pensar o ilusionarse ciegamente pensando que aquello le haría sentirse mejor, porque no era cierto. No lo era, podía engañar a las demás personas con que estaba en perfectas condiciones, pero no podía engañarse a sí mismo. No era capaz. 

Levantó la mirada, y visualizó en las mesas, a una mujer siendo abrazada por un hombre con cariño, a familias compartiendo momentos gratos, bebiendo, y una pareja uniendo sus labios. Todos felices.

No tenía a quién abrazar, no tenía familia, y su última pareja, Ginny Weasley, había roto con él hace varios años. Todos felices y él no estaba feliz.

Un lágrima se escapa de sus ojos, sin ser capaz de retenerla. Y luego un mísero sollozó escapó de sus labios.  Sintió ganas de llorar, hasta quedarse sin lágrimas. Embadurnar ese maldito vacío en su pecho con malditas ilusiones y mentiras que lo hacían sentir bien, porque no quería sentir la realidad acechándolo, y luego caer en el abismo en el que se había acostumbrado a estar.

Muriendo con lentitud, pero sin remordimientos. Eso sería algo que buscaba hacerlo realidad, si es que no podía vivir ilusionado. 

El nudo en su estómago le dio un estremecimiento. 

Y ese fue el momento en el cual rayó todos los problemas.

Cerró la libreta y arranca la página dónde escribía. ¿De qué sirve escribir sus problemas, si estaban prácticamente tatuados en su alma y en sus pesadillas?

Rompió el recorrido de sus lágrimas hasta sus mejillas, secándolas bruscamente con las yemas de sus dedos trémulos.

Se levanta de su asiento. Su aliento se apaga durante un segundo. 

Se fue del lugar. Pero sus sentimientos le siguen perturbando. Sus emociones ni su tristeza se han ido. Pero hay una diferencia en él Dean Thomas que entró al lugar y el  Dean Thomas que se acaba de ir.

Uno de ellos no enfrentó la realidad que vivía, y el otro acababa de enfrentarla al llorar, tal vez no la soportó demasiado tiempo, pero fue capaz de ser crítico y deshacerse de la fachada en la que vivía. Dejó un pedazo de su alma allí, abandonado. Y fue tan cruel. Y se sintió un poco más libre, en los encierros de su mente asustada y cohibida. Su cuerpo sufre espasmos, pero ahora sabe como no dejar que cubran su alma y corazón.

Dean Thomas cruza la puerta, con unas palabras que pararon todos sus pensamientos.

"Superar esto; sólo" 

Ese día nada cambió para nadie, todo siguió como si fuera normal. Pero Dean vio, de una perspectiva diferente, las cosas que le rodeaban. 

Semanas después, se visualizó a sí mismo, sonreír de nuevo. Una sonrisa agria, pero, al fin y al cabo, sincera. 

La guerra robó vidas, dejó muertes, y se rió con fuerza del sufrimiento de las personas. Pero Dean Thomas ya no sería esa persona. Dean sintió la calidez de la muerte abrazarle, pero no pudo con él. 

Nota de la autora: 

Este one-shot participa en el concurso "Heridas de Guerra".

Gracias a @The_Fluffys_Harp por hacer tan bello concurso. 

Dean Thomas fue un personaje que no aprecié en todo su esplendor, pues no fue un personaje que me llamaba demasiado, sin embargo, al hacer esta pequeña historia, me dí cuenta de las cosas que hizo Dean. Investigué más sobre él, y quedé encantada con él. Fue agradable escribir sobre Thomas.

Y espero que también te haya agradado leer esto.
 Palabras: 1133.






Wet BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora