PRÓLOGO

35 3 0
                                    




El silencio, mucho más profundo que cualquier abismo, peor que el suplicio de no ser suficiente, o de simplemente no ser. Sin embargo, ¿qué es ser? Acaso ser, ¿significa pertenecer? Y si eso fuera... ¿por qué no te pertenezco todavía? ¿Por qué te siento tan lejano, ofreciéndome un vacío voluble, inconstante y sofocante? Riéndote en las sombras movedizas que se ocultan en el baile del agua; me provocas, sabes que no puedo con este martirio y aún así, estrujas mi alma. ¡Ya me tienes besando tus pies!, dime por favor te lo suplico, ¿hasta que punto debo dejar de ser, para que mi amor se convierta en tu amor y tú de una vez mío puedas ser?

¿Hasta qué punto limita la palabra? ¿Hasta qué punto puedo vivir sabiendo de esta inconstancia? ¿Cómo puedo vivir, o siquiera existir sabiendo que cada mañana, despiertas a su lado? Ella, acurrucándose en tus brazos, te despierta con besos recorriendo tu pecho inmaculado. Dios omnipotente, sé que te asquea; ¿cómo osas dejar que te toque con esas manos, aquellas que han acariciado a tantos otros hombres, en noches de plenilunio, lanzando gritos placenteros y herejes, que faltan a Dios?

Me estás matando lentamente, peor que mil espadas es tu palabra. Sé que el abismo que nos separa es una inmensidad, no obstante, si ambos creemos, nuestras manos al filo del absurdo podremos entrelazar. Si no eres capaz aun de amar, no os voy a obligar, lo único que pido es que a mí,  te entregues, que me dejes quererte. ¿Por qué es tan difícil aceptar que sin mí acabado estás?

Cada noche de miércoles, te ahogas en alcohol y le pides a las estrellas el valor suficiente, para tomar el veneno que siempre traes encima, con el fin de acabar con tu agonía. Tú elegiste esta vida, pero tranquilo no te agobies todavía, yo te ofrezco una alternativa. Si con mi amor no te basta, no os preocupes que quizás la adoración supla el lugar que el afecto no ocupa. Te rendiré tributo, como a un dios y si me lo pides mi fe abandono con tal de ganar una de tus miradas doradas, que todo mi espectro caliente, pues siento frío, un frío que me roba el aliento, que me vuelve torpe, un cuerpo inerte que respira, que sigue aullando ante la oscuridad sin luna, ni luz estelar para mi alma socorrer.

Solo os pido que lo consideres y desde ya quiero que te enteres, que si es necesario tu esclavo por la eternidad seré.

Te ama con un fervor que me corroe las entrañas,

James Pierce.

La Dama De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora