𝒪𝒽 𝒦𝓁𝒶𝒽𝑜𝓂𝒶

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Establece las fases para podrirte.
¿Qué te tiene desconcertado?

No sabía porque ese sentimiento tan oscuro estaba volviendo a clavarse en su interior.
Juraba que desde hacía ya mucho tiempo la sensación de estar atrapado en un abismo se había esfumado.
O eso quería creer.
Tal vez ese sentimiento nunca desapareció, y él solo trataba de convencerse de que todo había sido un mal momento causado por Dio, pero no pasaba más allá de eso.
Todas las noches se repetía la misma frase, en bucle:
«Solo fue un mal momento. Ya verás como todo mejora»
Era ridículo hacerlo.
Ya tenía 19 años y seguía engañándose a sí mismo de que el sentimiento de soledad y oscuridad había desaparecido por completo de su corazón.
Pero debía mostrarse fuerte ante los demás, en especial ante Dio.
No le iba a dar la satisfacción de verlo igual a como cuando tenían 12 años.
No dejaría que viera lo destruido que lo había dejado.

En el mejor de los casos es atención negativa, pero di que no es nada.

Era un poco tarde, y en su cuarto, Dio se planteaba si todo lo que le había hecho pasar a JoJo estaba bien.
Él era un ser despiadado, una bestia que se devoraba a quien quisiera sin sentir arrepentimiento, pero JoJo lograba confundirlo.
Si bien había disfrutado todo lo que le hizo cuando tenían 12 años, ya no se sentía igual. Se arrepentía de haberle quitado todo lo bueno que tenía.
Había quemado vivo a su perro, le arrebató a sus amigos y logró que Erina se alejara de su lado.
Salió de su cuarto.
Ya no quería pensar más en eso.
Iba a dar una pequeña vuelta por la mansión y luego saldría un rato.
Cuando iba a bajar las escaleras, escuchó unos delicados sollozos provenientes de la habitación del chico peli-azul.
Paró un momento en total silencio, y se dio la vuelta para caminar a la habitación dueña del llanto del frágil azulejo.

-¿Qué mierda estoy haciendo? ¡Yo, Dio, no consuelo a maricas llorones!- Sin embargo, su cuerpo no hizo caso alguno a sus pensamientos. Actuaba inconscientemente.

Había llegado a la puerta de JoJo. Dudó unos momentos y finalmente se decidió por dar tres leves golpes para avisar que iba a pasar.
Entró a la habitación, viendo como JoJo se limpiaba las lágrimas, sentado en su cama con  las rodillas recogidas.
Aquella escena logró estrujar su frío corazón.

-JoJo... ¿Estás bi-

-Vete, Dio. No quiero hablar contigo- fue interrumpido por la voz quebrada del contrario.
Claro, siempre evitando ser grosero con él.

Pero Dio no le haría caso.
Él aparte de ser desalmado, no acataba órdenes y era verdaderamente terco.
Se acercó a su cama y también se sentó en ella, pero sobre sus rodillas.

-No me iré de aquí hasta que me digas que tienes, Joestar- lo miró fijamente a los ojos. La mirada intensa de sus ojos carmesíes le exigía que soltara todo lo que tenía por decir.

-¿Desde cuándo te preocupas por mí, Dio?- le devolvió la mirada. Notó que sus azules ojos tenían un leve brillo de ira- Siempre me trataste como escoria. ¡ME QUITASTE TODO LO QUE TENÍA!- le gritó, desesperado. Quería que se fuese de una vez.

Dio no dijo nada, pero se acercó a él. Lo terminó acostando en la cama, con sus brazos al lado de la cabeza de JoJo.

-Dio ¿Qué haces?- se puso nervioso. Nunca había estado en una posición así- bájate, por favor.

-Escúchame bien, JoJo- se acercó bastante a su cara, invadiendo lo que quedaba de su espacio personal- no me iré de aquí hasta que me digas lo que te está pasando- hablaba con un tono de voz firme y serio. A este punto ya no sabía lo que estaba haciendo, se estaba dejando llevar por sus instintos.

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𝒪𝒽 𝒦𝓁𝒶𝒽𝑜𝓂𝒶 ۵   [𝒟𝒾𝑜𝒥𝑜𝓃𝒶] [𝒪𝓃𝑒-𝒮𝒽𝑜𝓉]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora