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II
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Dándole la espalda a Helsinki y Nairobi que ya comenzaban a entrar a la casa para salir por esa encantadora entrada que las chicas le habían hecho, Martín se abrió paso hacia las sillas esparcidas, para sentarse en una de las últimas, casi al final. Con confianza y seguridad, cómo un arrogante gato callejero que no dudaba en invitarse solo a una casa ajena. Dedicándole simplemente un leve asentimiento a Bogotá, que él no dudo en contestar en silencio. Ignorando por completo a los demás invitados con su mirada puesta solamente en el altar a lo lejos, por lo que ni siquiera lo notó.
O bien, ni se molesto en alzar la mirada para posarla sobre esa punzante sensación de que alguien más lo estaba mirando. Andrés sabía que Martín, siempre notaba cuando alguien posaba sus ojos sobre él, tenía un sexto sentido. Un sentido ególatra de sentirse admirado, pero al fin y al cabo, seguramente sintió cómo él lo observaba de su asiento. Sin molestarse en corresponderle.
Y Nairobi, entró y todos los invitados de pie le impidieron seguir mirando hacia atrás. Estuvo tentado, en verdad estuvo tentado a levarse para ir directamente hacia la parte trasera, importándole una mierda la entrada nupcial que Nairobi estaba haciendo completamente emocionada, pero sabía que si hacia eso, ella lo castraría de pasada por joderle su foto. Lo sabía, la conocía bien. Le metería una hostia, que lo dejaría desmayado.
Pero guardó la compostura, aplaudiendo mientras miraba a la hermosa novia que se había convertido ese mamarracho de Ágata. Definitivamente, le haría una broma al respecto. Pero luego, cuando por fin logré, llegar a su lado y confirmar que ese misterioso tipo que miraba la boda con una sonrisa, era Martín. Su amigo.
Necesitaba saberlo, sin embargó, tuvo que esperar hasta que la boda finalizara para por fin volver los ojos hacia atrás para ver cómo ahora Helsinki, resguardados por la oleada de aplausos, se acercaba hacia su lado para mirarlo con una sonrisa contenta, emocionado. Y una sonrisa, que él no dudo en contestar con cierta diversión en sus ojos, antes de acercarle un pañuelo burlón.
Tomándolo de sus manos, el grandote no dudo en aplaudir con más fuerza antes de limpiarse un poco los ojos, con Martín a su lado mirándolo entretenido.
Andrés, dejó escapar disimuladamente el aire de sus pulmones en una respiración lenta. La corrosiva necesidad de acercarse a ellos comenzaba a tentarlo más de la cuenta. Era algo inexplicable, que calaba en su orgullo sin razón. El notar cómo Martín le prestaba esa atención hacia alguien más.
No debía mentirse a sí mismo, siempre había encontrado completamente fascinante la forma en la cual él siempre parecía prestarle atención. Era un completo narcisista, un ególatra que no dudaba en recibir atención viniera donde viniera. Y pecaría de mentiroso, si decía que esa atención que Sergio siempre aseguró que le daba Martín, no la había notado mucho antes de que su mejor amigo, le confesara sus sentimientos aquella noche tan catastrófica. Él mismo lo había presionado, lo había incentivado a que se saque ese peso de una buena vez de encima. Que deje de ser el eterno gay enamorado de su mejor amigo, de una buena vez. ¿Para qué? ¿Para romperle el corazón rechazándole y brindándole algo de lo que nunca tendría? Si, aceptaba que había sido un hijo de puta. Pero...¿Por qué ahora pensaba que eso no justificaba que Martín ni siquiera se dignara a mirarlo?.
¿Por qué esa molesta sensación abrumadora de que Helsinki, no se merecía en lo más mínimo recibir esa mirada de él?
Y la música comenzó a sonar. Alegre y espontanea cómo solo ella, Nairobi no dudo en prácticamente correr hacia la pista de baile para comenzar a bailar, completamente dichosa con su marido. Sonriéndole completamente enamorada, mientras cantaba una balada con esa voz exquisita y exótica que tenía para el cantó. Imitándola, Raquel no dudo en tomar a su hermano para correr junto con Denver, Mónica y un pequeño Cincinnati hacia la pista, para acompañarla.
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Ciao [Berlín x Palermo] [+18]
RomansaRechazar a tu mejor amigo gay, no era fácil. Él mismo lo había sufrido y se había arrepentido de eso, por la brusquedad con la cual lo hizo. Ahora, tres años después. Casado en un matrimonio que había perdido su encanto, junto con su magia hace muc...