Estaba en shock.
No podía procesarlo, creí que estaba imaginandolo, que no era real.
¡¿Cómo diablos tenías mi número?!
Simplemente no podía creer que, estabas hablándome, que tenías mi número ¡Dios santo!
Como pude te respondí, me temblaban las manos.
Platicamos hasta tarde.
Y juro por Dios que esa noche dormí con la sonrisa más grande que puede existir.
Y era a consecuencia tuya, Jake.