Hiperactividad

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Mis días arrancan a las 10 am y depende de cómo me encuentre, termina a las 11 pm o 6 am. Escribo, canto, actuó, practico skate y sobre todas las cosas, creo. El tiempo me detiene, va muy lento, no me alcanza, no me entretiene. A veces, trato de pensar que no existe, para no retarme a mí mismo, cuando duermo tarde, por culpa de jueguitos, cuando en vez de escribir, prefiero ver una serie. Me doy cuenta que me reto mucho, no solamente en enojarme conmigo mismo, sino además, en ponerme retos, metas y perder la fluidez de mi huella, de lo que me identifica, de lo que me permite ser yo. Así es mi vida, o quizá, algunos días.

«Hoy si o si, tienes que escribir un capítulo entero en tu novela, tienes que avanzar, estas muy atrás» dice mi mente. Sin ser consiente, que escribo porque me gusta, no por obligación. Sí, creo que tenemos que ponernos responsabilidades, o también marcar un tiempo determinado para cada cosa, pero no marcar un estado de ánimo. Hoy no puedo escribir, no me siento capaz, no se trata de abandonar, se trata de no poderme concentrar y es que mi mente piensa y piensa....Después de esto, tienes que subir de nivel para aquel juego, después de subir de nivel, tienes que practicar con el skate, después... Cantar...después actuar....después....¡Basta! ahora estoy escribiendo, no necesito imaginar lo que va a pasar conmigo en un futuro, me necesito relajar, apreciar y amar cada instante, porque aquello —instante—es lo que me hace ser. Además, pienso tanto, muevo la mano, toco mi pelo, acaricio mi brazo, y al final del día, no hago nada, capaz que sí, pero no siento nada. Como si me sintiera vacío, porque no di todo en cada instante, di un poquito. Y es allí, rescatado en mi cama cuando me auto desvalorizo. Mi mente no para un segundo, tomo el celular escribo, saco la App de documentos, empiezo con mi jueguito, lo cierro, salgo a andar en skate por el patio de mi casa aunque no sea grande, sea de noche y yo no me percate que mi cuerpo ya no da más, que necesita la paz. Deja, deja la actividad.

Me vuelvo a acostar, mi pierna izquierda tiembla sin parar, busca mi mente reparar, no puede. Comienzo a concentrarme en el ruido del ventilador y empiezo a inventar una canción, mi mente no para de crear. Según la biblia, el mundo no se creó solamente en un día, fueron siete, y yo quería todo hecho ya. No era ni siquiera capricho, porque me daba placer hacerlo, pero cuando me lo obligaba, se transformaba en un puto dicho "el que mucho abarca poco aprieta" y al final del día, solamente apretaba un cigarrillo, arriba de la terraza, después de intentar dormir y fallar. Cuando todos los de mi entorno ya descansaban, cuando la vida se apagaba, la mía seguía, me encontraba ahogándome en un vaso de agua con vida infinita. No perecía, me mantenía, cuando ya era momento de descansar, soltar la actividad y pausar mi vida.

Bajo de la terraza, entro a mi casa, salgo, voy hacia mi vereda, nada. Realmente no sé porque recorro todo, solo lo hago, sin esperar nada a cambio, sin ningún propósito más que la acción de saber que hago algo. Mamá me suele agobiar con su sermón que mucha acción me va a hacer mal. Pero tiene razón, igual no puedo parar. Soy como aquel joven amante de la adrenalina conduciendo por primera vez un auto, su instructor diciéndole que le baje la velocidad, pero aquel joven solo se deja guiar por sus emociones sin ponerse a pensar, que puede chocar. Yo no quiero ir lento, aunque a veces debo apreciar mi recorrido por la ventana del auto, y no ser el que está a cargo. Pero no me puedo controlar, sacudo mi cabeza, muevo mis manos, toco mi pelo, acaricio mi brazo, la acción beso, en busca de sentirme pleno cuando solo obtengo actividad en exceso.

Exitoso no es quien llega primero a la cima, sino, quien disfruta el recorrido, agradece trepar, y en lo alto, besa con orgullo sus heridas. 

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