.El cielo a mi favor se equivocó.

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Se siente como un huracán, sacudiéndote de un lado a otro, haciendo estragos en una existencia de por sí magullada. Se siente como si los perros de Tíndalos vinieran por ti una vez más, a desgarrarte las entrañas. Es así como muerde la decepción… pero eso ya lo sabías.

Sin embargo, te levantas, sales a la calle, sonríes con sus chistes. Fingir ya es un arte. Te duele. Está destrozándote por dentro, pero haces los mejores esfuerzos y compartes una historia especial para que todos crean que eres la persona más feliz del multiverso.

Solo tú sabes la verdad, lo que se esconde en lo profundo del pozo; igual no lo dirás, no hay forma de decir ciertas cosas. Y escribes. Escribes páginas enteras que nadie lee, que jamás dejarías a nadie leer. Así crees que eres fuerte y te engañas una vez más, porque es lo que mejor sabes hacer: mentirte, mirarte al espejo y no ver el abismo en tus ojos.

Estás rota, tan rota. Te cuelgan los girones de alma de las manos y llevas las alas manchadas de barro de tanto arrastrarte, pero no quieres aceptarlo, quizás por eso te sigues despedazando.

Y escuchas canciones tristes para que alguien más diga lo que no quieres ni pensar. Esperas que noten el caos en que te has convertido y te ayuden a repararlo… Y a la vez, rezas porque nadie descubra que te ahogas, no quieres manos que te saquen, te sequen, te abracen; porque todos se van y abandonan al cachorro perdido.

¿A quién intentas engañar más que a ti misma? Es tan triste que ni siquiera eso puedas hacer bien.

La cascada de tus ojos no se ha secado y el miedo en tus entrañas aún muerde, pero ahí estás, sonriendo como si no hubiera un mañana, como si no llevaras esa inmensa piedra atada del cuello, hundiéndote.





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