El sonido de la lapicera golpear contra el anotador me estresaba, odiaba aquel ruido que accidentalmente producía la licenciada.
"Es tu segunda sesión, Guada, ¿querés hablar algo?" cuestionó con aquel tono inquisidor que tanto detestaba.
"No, no tengo ganas de hablar de nada." respondí cortante. "¿Por qué tengo que hablar? ¿No te das cuenta de que salgo de acá y tengo que enterrar a mi marido?"
"Ya sabes cómo es el mecanismo." musitó acomodándose en aquel incómodo asiento. "Yo te ayudo siempre y cuando me dejes ayudarte."
"Veo que me querés ayudar, ¿Sabes cómo podrías hacerlo?" pregunté prepotente. "Tratando de no forzar las cosas. Cuando a mí me pinte hablar, te voy a hablar, mientras tanto dejame en paz." escupí.
El resto de la sesión transcurrió en silencio. El ruido de la lapicera y el de las agujas del reloj eran lo único que nos envolvía, y cada movimiento de aguja se sentía como un puñal, un puñal que lentamente se clavaba a medida que avanzaba.
"Toma el saco, hace frío." rompió el silencio mi madre, sacándome así, de mis vacíos pensamientos. "¿Querés que vaya a buscar algo al departamento? Decime qué necesitas y te lo traigo."
El departamento. No había ido desde el suceso, y tampoco sé si me da la sangre como para ir todavía. No sé si estoy preparada para no verlo a mi Tín.
"No, creo que ya tengo todo. Gracias igual." respondí tratando de sonar lo más dulce posible, pero por más que quisiera mi dulzura conmigo ya no estaba, así que era el cuádruple de difícil "¿Hablaste con Mai y con Ale? ¿Hablan ellos al final?" pregunté mientras me ponía a duras penas el saco negro, que de todas formas lo tenía que colocar sobre el yeso.
"Sí, hablé con ellos, pero creo que no van a hablar." murmuró agarrando cosas de la cama. "Pero no hace falta que hables vos mi vida, si querés hablo yo." completó rápidamente, con la intención de que yo no hablara, porque ambas sabíamos que me iba a quebrar.
"No pasa nada ma, hablo yo. Escribí un discurso y todo." rematé esbozando una sonrisa.
(...)
El lugar era triste. Tenía pocos colores, y eso me afectaba, pero por Valen. Creo que a él no le hubiese gustado.
"Ma, el lugar es muy oscuro, ¿no te parece?" susurré desde mi asiento, que se encontraba al lado del cajón... cerrado, por supuesto.
"Ahí traen más flores Guada, quedate tranqui."
El espacio se redujo radicalmente. Estaba repleto de personas que justo hoy se vienen a reencontrar después de tanto. Estaban los amigos más cercanos y hasta los conocidos más lejanos, sus parientes y los míos, estaban todos.
"Hola... soy Guada, la esposa de Valen." murmuré desde el atril. "No soy muy buena para estas cosas, mucho menos para las despedidas, y menos cuando se trata de vos, Valen..." largué de un suspiro, mientras sacaba el arrugado papel del cual tenía que leer.
"Que difícil, girasol. Pensé que este día no llegaba más, pensé que este día lo íbamos a tener que transitar dentro de no sé, unos setenta años." continué mientras con mi mano temblorosa agarraba la copa de agua.
"Te fuiste en un abrir y cerrar de ojos. Lo recuerdo todo el tiempo, porque lo siento todo el tiempo. Seguís siendo la luz de mis ojos, y los ojitos más lindo de todos. Seguís siendo mi chiquitín, mi solcito, los mimos más lindos de todos y la risa más dulce del mundo. El alma más pura y la sonrisa más hermosa. Por momentos escucho tu risa torpe con tus 'mejejejeje' descuidados y en los momentos menos adecuados. ¿Y los chistes fuera de lugar? Uf, me acuerdo de todos, te lo juro." reí, provocando que todos rieran.
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