El profesor Williams había castigado a Lana, debía ordenar la biblioteca de principio a fin. La pegunta de por qué la había castigado volvía a si cabeza cada instante antes de comenzar a ordenar aquella sección separando los libros por orden alfabético en el estante que principalmente recopilaba a los autores con apellidos que tuvieran su inicial en la primera letra del alfabeto.
Rodeada de aquel silencio se rodeaba de libros que jamás había leído y tampoco pensaba leer por una mera cuestión de tiempo, de gustos. Según su profesor de literatura, se había condenado ella misma al negarse a leer y repudiar una obra de William Shakespeare. Eso significaba que Lana estaba castigada por no creer en el amor narrado en sus obras, en opinar que no hay nadie sin el que podamos vivir, de no entender a Romeo, y luego a Julieta.
Se escuchó el agudo chirrido de la puerta de la estancia al abrirse lentamente.
Lana se sorprendió de que aún quedara alguien en la institución, sin contar al conserje que ya había limpiado ese lugar hacía ya media hora. Este era un señor cano que llevaba trabajando en el instituto unos diez años, su hermano le había conocido cuando el estudiaba allí y ella lo vio una par de veces en su niñez cuando se presentaba alguna obra teatral en la que actuaba Leo.
La joven de metro sesenta avanzó hasta el pasillo central de la biblioteca y aprecio que la puerta estaba abierta.
-"Habrá sido el viento"- pensó mientras se dirigía a cerrarla.
Está vez dejo la puerta cerrada con pestillo aunque no sintió ninguna corriente de aire atravesar es pasillo.
-"El señor Collins habrá cerrado ya la puerta"- pensó dando media vuelta para continuar colocando las estanterías.
Al volver a la estantería donde colocando los ladrillos de papel, observó un libro no mucho más voluminoso de los que ordenaba, pero ella no recordaba haberlo dejado allí tirado. Lo recogió, y apreció que el libro contenía escrito en la portada:
"Te espero en el aparcamiento. Andy"
-Andy...-dijo ella mientras suspiraba.
Hacía tiempo que no escuchaba el nombre de su hermano. ¡Él había vuelto después de tanto tiempo!
Lana salió corriendo de la biblioteca, no bajó la velocidad en el pasillo y tampoco en el patio, pero al llegar al aparcamiento, tan solo estaba aparcado el pequeño coche del señor Collins. Las líneas blancas de la calzada brillaban bajo la luz del sol, pero la furgoneta de Andy no se encontraba allí. Esto provocó que Lana se pusiera llorar desconsolada tras tirarse de rodillas al suelo y manchando su baquero de la treinta y seis.
Pero en un abrir y cerrar de ojos Lana sintió una brillante luz ante ella, una figura le tiraba del brazo. Sintió mucho frío.
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El color de lo imposible
Science FictionLana, una chica de 17 años se encuentra castigada en la biblioteca de su instituto ordenando los libros, hasta que, gracias a ciertos acontecimientos, logra viajar en el tiempo ¿Logrará reordenar las piezas de su vida?