Capítulo 26 "De mal Humor"

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Haberlo visto, aunque sea de lejos, me ha afectado más de lo que me gustaría admitir. Siempre he pensado que yo nunca me vería en una situación similar, es decir, comportándome como un gilipollas por un tío. No es la primera ni será la última persona que me manda a paseo, véase por ejemplo Krystal; sin embargo, lo que me pasa con Kyungsoo, y lo que más me jode es que no sé por qué, me tiene cabreado. Quienes están a mi alrededor sufren las consecuencias. No saben el motivo, pero creo que lo intuyen, aunque yo no he mencionado nada.

Llevado por una mal sana curiosidad, he realizado averiguaciones sobre el marido de Kyungsoo. Vale, es un pez gordo (eso ya lo sabía) y no sólo por pertenecer a una de esas familias que ostentan, desde hace tiempo, poder y renombre, sino por la importancia de sus propios negocios, que abarcan diferentes sectores. Se podría decir que picotea en varios sitios.

Lo extraño es que no se le conocen escándalos, ni económicos ni de otra índole, cuando lo habitual en gente como él es creerse impunes, abusando de su situación privilegiada; sin duda el rey de la discreción.

Sobre la violencia doméstica, sólo sé lo que me contó Kyungsoo; que In Sung era un mal nacido que no aceptaba un no por respuesta, un manipulador de primera, que lo obligaba a hacer cosas que el no quería, un motivo para dejarlo en evidencia, pero al no haber denuncias, queda en el ámbito privado y dudo que salga de ahí.

De todas formas, esto tiene que acabar de una jodida vez, yo no quiero seguir así. puedo permitirme el lujo de dedicarle ni un minuto más, la causa no lo merece. Kyungsoo ha tomado una decisión: ha elegido una vida en la que no estoy incluido.

Escuece, no lo niego, se pasa mal una temporada, pero me lo tomaré como si fuera una medicina. Un pequeño daño colateral para salir reforzado. Punto final.

Por suerte, el resto de mi vida va como siempre. Prescindir de Krystal como amiga no me supone ningún contratiempo. Ella es quien ha querido cortar cualquier vínculo, cuando podríamos haber quedado la mar de bien. Allá ella.

Hoy es mi día libre, pero aun así he pasado a primera hora por el restaurante, es la costumbre. Después he aprovechado para correr unos kilómetros, a ver si la mala leche se queda por el camino, aunque ya he empapado la camiseta y nada, sigo cabreado, en especial conmigo mismo.

Tras hora y media de carrera, regreso a casa ansioso por darme una buena ducha, sin embargo, todo se va al traste cuando me encuentro de frente con la señora Choi, que sale del ascensor apoyada en una muleta.

Me temo que no voy a poder escabullirme...

—¡Señor Kim, qué alegría verle! —exclama emocionada y yo sonrío con amabilidad—. Hacía mucho que no coincidíamos.

—Buenos días —murmuro en respuesta, mirando de soslayo la escalera como una vía de escape.

—Da gusto verle así, tan lozano, tan lleno de vida... —comenta—. No como yo, cada día más achacosa... Los años no perdonan.

No me interesa averiguar qué le ha ocurrido, pero termino preguntando por educación:

—¿Y esa muleta?

—Ay, hijo, la cadera. Casi ya no puedo andar... —se lamenta—. Hoy he tardado casi el doble en ir a misa. Ya ni puedo sacar a Gabo a pasear.

—¿No lo hace su asistenta?

—No, Gabo no se lleva bien con ella —me explica y arqueo una ceja, porque la cosa tiene agallas. Ese perro cabe en un bolsillo—. Menos mal que todas las tardes se acerca el joven Do y le da un paseo. Se han hecho muy amigos.

Guardemos el secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora