Angel de la muerte

Prólogo.

Cómo empiezo con esto, creo que ya se cómo.

Hola, mi vida es una miseria. A la edad de 6 años me sentí olvidado por mis padres al sacarse el ancho en el trabajo, e incluso llegaban a casa solo para dormír.

Mi madre me tuvo a los 16 años, su sueño era convertirse en una científica de calidad, cuando conoció a mi padre, ella solo tenía 15 años, ya que el abuelo había contratado a un señor para colocar las luces en el quinceañero de mi madre, pero el señor nunca llegó, solo se vio a un joven de 19 años entrar con las luces, no era guapo como un principe azúl, ni mucho menos era millonario, no, mi madre una noche me había dicho que se enamoro de mi padre por lo simpático que era y también al ver su madurez, ya que mi padre era el único sustentó de la casa del abuelo, ya que el abuelo estaba desempleado y mi abuela estaba enferma, aparte que mi padre tenía que lidear con sus 2 hermanas.

Mi madre y mi padre se enamoraron perdidamente de uno del otro que cometieron el pecado de la carne de donde fui yo el producto de ese pecado.

Mi padre era taxista, trabajaba de madrugada para llevar dinero a casa, lo que ganaba a la semana era lo justo para pagar el alquiler del departamento.

Mi madre trabajaba en una fábrica de una empresa extranjera que se encargaba de fabricar aceite, harina y helado.

Ella se quedaba tiempo extra para llevar dinero extra para los alimentos y mis estudios.

Yo solo pensaba en jugar, ya que tenía 4 años, pero una noche, ví que mi madre estaba en su habitación. Ella estaba llorando.

No sirvo para ser madre, soy una decepción; dijo madre para después ser abrazada por mi padre, tu no eres una pésima madre, sino eres la mejor, tan solo mírate, te quedas en la fábrica a trabajar horas extras, para que el pueda estudiar y ser mejor que nosotros, aunque no pasemos mucho tiempo con el, recuerda que siempre lo amamos, recuerda que el es la razón por la cual nosotros nos partimos el lomo trabajando, dijo mi padre para después darle un beso tierno a mi madre mientras derramaba algunas lágrimas. Aún recuerdo que esa noche mis padres no fueron los únicos que derramaron lágrimas, porque en ese femomento me fui a mi cuarto y me recosté en mi cuna para llorar.

Unos meses pasaron desde que oí la conversación de mis padres.

Mis calificaciones habían mejorado, ya que me había prometido en ese noche que dejaría de ser un niño para ser un adulto más.

Me encuentro en la tienda de la esquina del parque. El señor Smith iba a tirar la una caja de madera a la calle, pero, yo me acerco hacia el y le digo que no la tire, y que me la de a mí; a lo que el con algo de confusión me preguntó, el para que la quería, a lo que yo le respondí que tenía pensado usarla para poner mis utensilios de limpieza para lavar las ventanas de los autos, que se quedaban atorados en el tráfico.

El señor Smith al oír mi respuesta, solo se quedó inmóvil al escuchar lo que hacía yo, ya que el no fue alguien que llegó aquí y tuvo una vida fácil, sino que también hizo lo mismtque yo, trabajar en la calle para ganarse el pan del día a día.

Ten muchacho, entonces el me dió el la caja de madera, espera un momento, dijo el señor Smith, quién se fue una rato a su tienda, y después salir con unos artículos nuevos para mi.

Toma, esto es una escobilla, betún negro y un trapo grande, te ayudará en tu trabajo nuevo. Con estos artículos nuevos, puedes lustrar les los zapatos a la gente, es un trabajo menos peligroso que limpiar ventanas de autos en la pista, dijo el señor Smith.

Yo me había quedado sorprendido, ya que tenía nueva chamba. Gracias señor, dije yo, ¿porque me ayuda?, pregunté con una sonrisa.

Verás niño, cuando yo tenía tu edad vine a la capital con mi familia, ya que mi padre estaba buscando nuevas oportunidades para llevar más billete a la casa, entonces mi padre me dijo a mí y a mis 3 hermanos, que vallan a las calles a ganar dinero para tener un techo donde dormir.