Hoy me he levantado temprano. Admito que soy una persona muy lenta a la hora de salir, y no quiero llegar tarde a mi cita de trabajo. No pienso causar una mala impresión y que le dé un motivo al Señor Weethford de dudar de mi profesionalismo.
Después de una ducha de veinticinco minutos, me debato pensando qué ropa usar. No quiero algo muy formal ni tampoco informal; así que me decido por un pantalón beige de vestir, una blusa blanca sin mangas, un suéter del mismo color como acompañante, y unos botines de tacón cafés.
Cuando bajo a desayunar me doy cuenta de que ya son las ocho y un cuarto por lo que casi ni como.
Para mi suerte, mi hermano mayor, Junior, hoy no trabaja, así que él me llevará. ¡Qué salvada!
La dirección que me dio Sophia se encuentra a quince minutos del Central Park.
¡Tranquila Lía, vamos a tiempo! Me digo a mí misma.
- Lía... Lía... ¡Lía te estoy hablando!
El escándalo de mi hermano me saca de mi meditación.
- ¿En qué piensas? - Pregunta riendo.
- En que si no te apuras, llegaré tarde. - Le respondo bromeando.
- Qué estresante eres - me dice. La verdad es que a veces sí lo soy -. No te apures que ya hemos llegado.
Por estar peleando con Junior no me di cuenta que había detenido el auto. Cuando salgo mi cara pasa de diversión a asombro.
- ¡Dios! - Dice mi hermano con el mismo asombro que yo.
- Lo sé. - Respondo aún algo atontada.
El lugar es exageradamente grande. Debe ser como otra ciudad ahí dentro.
Giro la cabeza hacia la izquierda y veo que dice WEETHFORD COMPANY en una enorme placa de oro.
A los ricos les gusta presumir y llamar la atención, y esto es una excelente manera de hacerlo.
- Me voy. Llámame cuando quieras que venga por ti. - Me da un beso en la mejila y se sube al auto.
Entro de una buena vez. Lo dicho; el lugar es aún más enorme por dentro. No sé ni a dónde ir.
Me acerco a donde está una chica y le pregunto por el señor Weethford, le explico todo y me dice que tome el ascensor y vaya al último piso.
Cuando por fin llego, hay otra chica, al parecer estaba esperándome.
- ¿Señorita Vásquez? - Pregunta amablemente.
- Sí, soy yo- le respondo de igual manera.
- Mucho gusto. El señor Weethford la está esperando. Siga por aquí, por favor - dice mientras me indica hacia dónde.
No sé por qué, pero estoy nerviosa.
La chica coloca una tarjeta y las puertas se abren sofisticadamente. Me hace pasar y las puertas se vuelven a cerrar.
Se encuentra de espaldas hablando por teléfono, apoyando su mano en el respaldar de la silla. No le he visto la cara, pero parece de aspecto joven. Observo que el hombre tiene un buen trasero, o al menos eso es lo que vos desde aquí. ¡Maldición, ya basta! No estoy siendo nada profesional.
Cuando él nota mi nota mi presencia - o mis ojos en sus nalgas, no estoy muy segura -, gira lentamente su cuerpo y me mira. Cuelga de inmediato, se aleja un poco de su escritorio y luego comienza a caminar hacia mí.
¡Por todos los Santos! ¿He muerto y estoy en el cielo?
Que alguien me pellizque porque no sé si lo que estoy viendo es real o producto de mi hambre.
Es el hombre más guapo y atractivo que he visto jamás. Sé que mi reacción es delatadora ya que estoy boquiabierta por semejante belleza enfrente de mí, pero al parecer él también está examinándome.
Es alto, ha de medir poco más de metro ochenta. Hace ejercicio, o al menos eso es lo que deduzco al ver sus brazos y piernas muy bien trabajadas. Viste un traje gris, una camisa color celeste y corbata roja que lo hacen ver endemoniadamente sexy.
No puedo evitar observar su boca. Tiene los labios entreabiertos de un tono rojizo fascinante. Al parecer se ha afeitado hoy, lo que me permite admirar a la perfección las divinas fracciones de su mandíbula cuadrada. Su cabello color negro está de locura, corto y ligeramente alborotado, simplemente perfecto. Después de recorrer todo su rostro me encuentro con su mirada: penetrante y posesiva. Tiene unos ojos color miel para derretir a cualquiera.
La maravilla de hombre que tanto examino me devuelve a la realidad cuando por fin rompe el silencio.
- Señorita Vásquez - dice educadamente mientras me extiende la mano.
¡Cómo soy de tonta! Sólo falta que piense que soy una especie de muda pervertida sin modales o algo parecido.
No digo mi primer apellido desde hace un par de años, pero si voy a trabajar tengo que ser sincera. No quiero malos entendidos.
- Ripoll. - Le aclaro y respondo a su saludo.
Parece algo confundido.
- Lo siento, pero es que Sophia me ha dado ese nombre. - Me responde algo apenado.
- Lo es. Sólo que mi primer apellido es Ripoll. - Le explico. - No suelo mencionarlo, pero es mejor que lo haga ahora.
- Le agradezco que me lo aclare, aunque no entiendo el porqué. - Contesta aún más confundido.
- No es por nada en específico.
La verdad es que no me gusta hablar de mí y menos con extraños... Aunque estén tan guapos como el señor Weethford.
- Vale- murmura algo inquieto-. Entonces vamos. Hay que empezar lo antes posible.
Me toma en curva y me deja totalmente sorprendida cuando me coje de la mano y me lleva hasta el ascensor como si fuese una niña de cinco años.
- Savannah, cualquier asunto llámame al móvil - le dice a la chica que me recibió. Doy por hecho que es su secretaria.
- Sí, señor - le responde ella con una sonrisa de oreja a oreja.
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TU MIRADA: MI PERDICIÓN
RomanceAnalía Ripoll es una universitaria muy bella, dulce e inocente que amaba la vida; hasta que un suceso la cambió para siempre. Ella y su familia deciden mudarse a New York. Lía está decidida a empezar desde cero, lejos de todo... Sin imaginar que en...