—¡Ma! —gritó el joven Hilario, descansaba su cuerpo en su hamaca, se movía en un vaivén, ayudándose de un pie levemente apoyado en el suelo y su sombrero descansando en su pecho, mientras que el viento movía suavemente las copas de los árboles, jugaba con una paja en su boca y veía la tarde llegar en el horizonte.
— ¿Dime, hijo mío? —Llegó apresurada su madre Eustaquia.
—Pa, se está tardando demasiado y tengo hambre —soltó Hilario con un tono de prepotencia que molestaba a cualquiera que estuviera a su alrededor, pero que sus progenitores tomaban como simplemente cualquier cosa, sin mayor importancia.
Sus padres, lo habían criado dándole todo lo que pedía o quisiera, sin ponerle nunca una excusa o darle un no por respuesta, para ambos su hijo era el mayor regalo de sus vidas y siempre hacían todo por verlo feliz, aun si eso incluía cumplir sus constantes caprichos.
Hilario estaba rodeado de todos los lujos que podría brindarle la vida del campo en los llanos de Venezuela. Su madre, una consumada ama de casa, entregada completamente al trabajo de casa y al cuidado de su esposo y su único hijo, Hilario.
Hilario era un joven de casi 24 años bastante alto, de ojos marrones tan oscuros que daban muchas veces la ilusión de ser negros, acostumbraba a usar un sombrero llanero negro, era conocido por ser pretencioso, caprichoso, apático y hasta cruel. Su abuelo regañaba constantemente a sus padres, por la manera en la que lo habían criado, quejándose siempre de la actitud de su nieto, por quien sentía un especial resentimiento, por considerarlo un vago, además de no poseer respeto alguno por nada ni nadie, incluidos sus padres a los cuales trataba como si fueran simple servidumbre.
—Sí, hijo mío, lo sé, ya tengo todo listo. Solo falta que llegue tu papá con la cacería —explicó la señora un poco apenada y nerviosa.
—Tiene más de una hora que salió ¿A qué hora voy a comer? —espetó Hilario mirando hacia el camino que había tomado su progenitor cuando salió a cazar.
Un par de horas antes, había demandado comer “asadura”, y mientras que su madre había quedado en ir adelantando lo demás, su padre sin negarse, con escopeta en mano, salió camino al monte a conseguir lo que su hijo había demandado.
—Sólo espera un poco más, seguramente se le está haciendo algo difícil —explicó Eustaquia con la intención de apaciguar los ánimos de su hijo.
Para nadie era un secreto que Hilario poseía un muy mal temperamento, era muy explosivo y violento, sobre todo cuando perdía la paciencia o se cansaba de ciertas situaciones, toda tenía que ser como él lo dispusiera o las cosas seguramente se pondría intensas.
—mmmmm…ta bien vieja —dijo Hilario con desdén. Ya se estaba empezando a cansar de esperar por su padre y lo que había pedido para comer.
Eustaquia se alejó y regreso a los quehaceres, sin prestar mayor atención a la creciente ira en su hijo.
Hilario continuó meciéndose, mientras pensaba por qué su padre no lograba regresar a tiempo, su padre era un excelente cazador, y era momento de que estuviera allí con su pedido.Sin darse cuenta, se quedó dormido.
Cuando despertó pudo divisar el sol ocultándose lentamente en el horizonte con su brillante halo naranja-rojizo, que anunciaba que la noche no tardaría en llegar. Se maldijo a sí mismo, pero pensó que para ese momento ya su padre había regresado y la comida estaría lista.
Se levantó rápidamente de la hamaca y se dirigió al interior de la vivienda, se sorprendió encontrar a su madre dormida en la sala, sentada en una de las sillas.—¡Mamá! —gritó con rudeza.
Su madre despertó bruscamente, algo perdida. Y vio a su hijo parado delante de ella.
ESTÁS LEYENDO
El Silbón:Una Historia Para No Dormir
Short StoryEn un pequeño pueblo, unos extraños asesinatos están siendo cometidos por alguien que el departamento de investigación no logra identificar. Todos en el pueblo culpan a un espectro maldito, que asedia en las noches oscuras y lluviosas a las almas de...