Capítulo XXXV - Lo grande que es perdonar.

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—Tía.. tía, despierta, por favor. —Brotaron dos lágrimas que corrieron por mis mejillas, cuando me propuse tenderme encima de ella a llorar, ví uno de sus dedos moverse—. Pero.. ¿será? ¿o me lo estoy imaginando? Debería comprobarlo. —Tomé su muñeca, y sí. Tenía pulso. Aún sostenía su brazo cuando mi tía despertó, mirándome con extrañeza. Respiré aliviada.
—Hola, querida, ¿qué pasa?
—Nannada, tía. Es que quería darte un abrazo, eso es todo.
—Eso me parece muy tierno de tu parte, querida sobrina. —De pronto le echó un vistazo al reloj que colgaba en la pared color marfil—. Es tarde, nena. Creo que deberías ir a dormir.
—No tengo sueño —expliqué.
—Hmm.. ¿quieres que te prepare un vaso de leche? Y podemos charlar un rato mientras nos da sueño.
—Sí, me encanta la idea.

La mejor leche caliente que he probado en mi vida es la de la tía Myra, no es que tampoco tuviera muchos puntos de comparación, pues mi madre jamás hacía estas cosas por mi, nunca me acarició el cabello como muestra de la ternura y cariño que te inspira tu hijo. En fin, se sintió muy bien tener algo de trato maternal, aunque sólo fuera por este corto fin de semana. Mañana temprano debo ir a mi aburrida rutina en el Internado.

* * *

La ensordecedora alarma del celular me despertó de golpe, me duché y vestí con el uniforme del Internado y bajé a la cocina. Tía Myra me estaba esperando, cuando me vio, me dedicó una amable sonrisa, mientras me ofrecía unas tostadas con mermelada de frambuesa, ¡qué rico! Las tomé y mordí una de ellas. Mi tía me preguntó si quería jugo de naranja, agité la cabeza para decir sí.

Después de desayunar, abracé fuertemente a mi tía, ella me miró con ternura y correspondió mi abrazo.

—Te quiero mucho, tía. No me quiero ir.
—Linda, puedes venir cuando quieras. Puedo hablar con tus padres para que pases otro fin de semana conmigo.
—¿En serio?
—Claro que sí, yo encantada de tenerte conmigo.
—Y yo también tía. Pero ahora debo irme o se me hará tarde.
—Si sí. Es lo mejor. Iré a ver si Fabrizio tiene listo el auto para que te lleve.

Me despedí del chofer de mi tía y entré a mi habitación, tomé unos libros y me fui a clases. Ya mis amigas estaban en el salón.

La clase de matemáticas no tuvo ninguna novedad. Ahora sólo tenía que sobrevivir a la clase de Inglés con el profe mentiroso y luego me podían dar una medalla.

Chris llegó. Tan guapo como siempre. Todo lo que tiene de guapo lo tiene de mentiroso. Ni siquiera me mira. Mejor así.

—Y es así como tienen que completar las oraciones, ¿entendieron? —preguntó el señor Christopher Berry.
—¡Sí! —respondieron todos, excepto yo.
—Señorita Fallon, ¿no entendió? —me pregunta.
—Sí, profesor.
—Entonces no le importará venir a la pizarra.
—Pues no, con muchísimo gusto —le dije y me levanté de mi asiento, cuando iba a avanzar hacia él, sonó la campana. Todos tomaron sus mochilas y salieron, solo quedamos Chris y yo. Retrocedí, comencé a guardar mis cuadernos. El profe avanzaba hacia mi con cautela, yo hacía que no me daba cuenta.
—Sandie.. —Tocó mi hombro. Fue ahí cuando me volteé a verlo.
—Señorita Fallon para usted —le dije.
—Como sea. Yo..
—¿Qué quiere? Hable rápido que debo ir a estudiar.
—Solo quería pedirte que no sigamos así.
—¿A qué te ref..? Digo, ¿a qué se refiere?
—Odiándonos. O aparentando que lo hacemos.
—Estoy de acuerdo. Ya no te odio, Chris.
—Yo tampoco, Sandie.
—Y.. tal vez me arrepienta, pero te sigo queriendo igual como si no me hubieras lastimado.
—Yo.. siento haberte lastimado. Sé que te hice daño y no lo merecías, debí ser sincero contigo.
—Está bien, yo también me porté como una niñita inmadura y por eso me dolió que me lo dijeras.
—¿Qué te dije?
—¿No lo recuerdas? —Negó con la cabeza—. Me dijiste que estabas harto de mi porque yo era una niñita estúpida.
—¡Oh, no! —Bajó la cabeza con vergüenza—. Ese día estaba borracho, no recuerdo lo que hice. ¿Por qué discutimos ese día?
—Tú besaste a Alice, yo los encontré, tú me seguiste y nos dijimos cosas hirientes.
—¿Besé a la psicóloga?
—Pareces sorprendido.
—No lo entenderías.
—Quiero entenderlo, esa fue la razón por la que terminamos.
—No es el momento, tengo que aclarar algunas cosas que están acabando con mi cabeza y con mi vida, y en cuanto lo resuelva te explico todo lo que quieras.
—¿Hasta las oraciones de hoy? —bromeé.

Sonó la campana, pero no la de clases. Es la que suena cuando el director quiere hacer un anuncio. Salimos a los pasillos, todos se dirigían al Auditorio del Internado y los imitamos. Al llegar, Chris se sentó junto a otros profesores y yo busqué a mis amigas para sentarme con ellas. El director Peeg subió a la tarima y se dirigió a nosotros.

—Queridos estudiantes, me enorgullece recordarles que está muy cerca su acto de graduación de este prestigioso lugar de estudios. Los mandé a llamar para informarles que debo hacer una reunión con sus representantes legales para ponernos de acuerdo sobre algunas cosas pertinentes al acto de grado. Mi secretaria repartirá a los alumnos una petición para que por favor la entreguen a sus padres y sea confirmada su asistencia. La reunión tendrá lugar el día miércoles de esta misma semana, así que es necesario que mañana mismo traigan la respuesta de sus padres. Una vez que tengan su invitación, pueden retirarse del Auditorio en orden. Gracias.

EN LA HABITACIÓN DE SANDIE

Tengo muchos problemas, sí. Pero me siento un poco diferente respecto a eso. Creo que ya fue suficiente y debo terminar con todo. Estoy cansada de las mentiras, de los secretos. A mis padres no les importa, pero a mi no me gusta mentirles. Ellos fingen estar preocupados por lo que hago, cuando en realidad lo que quieren es que yo no cometa una estupidez que se haga pública.

Ya es de noche y debo dormir temprano, pues mañana tengo clases, por lo que lo más apropiado es que me obligue a dormir, porque si no lo hago me voy a pasar la noche pensando en todo.

* * *

Desperté porque alguien decía mi nombre, eran mis amigas que me avisaban que ya era tarde. Me había quedado dormida luego de escribir un par de versos sobre desamor, quería escribir un poema completo, pero al parecer había ganado el cansancio.

La clase de Arte estuvo divertida como siempre. En Historia escuchamos relatos sobre la Primera Guerra Mundial. La clase de Ciencias estuvo interesante porque hicimos algunos experimentos como ése de la Coca-Cola y la menta, me encantó porque fue como un juego y no como una clase. Y luego llegó la hora de Inglés.

—Tomen asiento, chicos —dijo Chris haciendo una seña con la mano para que se sentaran—. Quiero que guarden todo y solo dejen en la mesa: una hoja, su lápiz y su borrador. —Todos pusieron cara de asombro.
—Profesor, ¿está queriendo decir que tendremos un exámen?
—Exactamente. Ayer me dijeron que habían entendido lo que expliqué, así que deben estar preparados para este examen.

Todos guardaron sus cuadernos de mala gana. El examen no era difícil de responder, en realidad. Pero a mis compañeros no les gustan los exámenes, por más fáciles que puedan ser.

EL CLUB DEL MAL

—¿Todo está listo? —pregunta desesperado el chico.
—Sí, calma, lo tengo todo bajo control.
—¿Cuándo será el gran golpe? Quiero que sea hoy —pidió la pelirroja.
—Tranquila, será muy pronto, pero no puede ser hoy.
—¿Por qué? —pregunta la pelirroja desesperada.
—Porque no se puede.
—Ni siquiera nos explicaste bien el plan y quieres que confiemos en ti. ¿Cómo podemos saber si dices la verdad? Después de todo, eres amiga de la chica.
—Ella cree que soy su amiga, esa es una gran diferencia. Además, no soy la única que tiene que ver con esa estúpida —dijo mientras miraba al chico.

Triángulo Amoroso ⚠ Juego Peligroso © No terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora