Toda la vida crecí con la idea de formar mi propia familia como la de mis padres y mis abuelos. Crecí con el ilusión de algún día conseguir el amor que las películas románticas nos muestran. Aquel donde el príncipe llega en su corcel blanco a salvar a la hermosa princesa que fue atrapada por la bruja malvada en la torre más alta de algún castillo abandonado o algo por el estilo.
Desde que tengo memoria creo en el amor, confió tanto en él que siento que podría vivir sin nada si tuviera a mi príncipe azul junto a mí, donde nuestro amor fuera la respuesta para todo. O al menos eso fue lo que creí toda mi vida.
Soñaba con llegar a casa de mis padres con mis tres hijos de la mano para que pasáramos tiempo de caridad o algo por el estilo pero conforme iba creciendo, la imagen de aquel hombre acompañándome se iba distorsionando. Dejaba de ser clara, se volvía cada vez más y más nítida, inclusive llegaba a incomodarme cuando se distinguía.
¿Por qué? No lo sé, o al menos no lo supe hasta que la conocí.
Largo cabello, labios gruesos, ojos marrones que cada que vez que me miraban sentía como si estuvieran atravesando mi alma, voz de ángel, alma de niña, cuerpo de mujer. Ella de una u otra manera llego a mí para revolver todo mi mundo. Para ponerme en una situación que hasta la fecha sigo sin entender, pero con la seguridad de que quiero sentir esto toda mi vida.
Recuerdo la primera vez que la vi, su sonrisa nerviosa al cruzar nuestras miradas o como mordía su labio cuando me acerque para preguntarle si estaba nerviosa por la prueba. Su voz dulce y aterciopelada al momento de contestarme con un débil “Si, demasiado”; una parte de mi está segura de que fue en ese preciso momento en el que me enamore de ella.
De eso hasta el día de hoy han pasado casi tres años y sigo sintiendo como se me corta la respiración cada que la oigo cantar.
No ha sido fácil, claro que no. Toda mi vida me criaron con la idea de que una pareja debía estar formada por un hombre y una mujer, que solo así existía el amor o solo de esa manera se podía formar una familia normal.
Tengo miedo de lo que mi madre pueda pensar de mi si le confirmo lo que muchas veces me ha preguntado, tengo miedo de que mi padre me mire y me diga que lo he decepcionado. Tengo miedo de que mis hermanos me miren como alguien raro, como si no fuera aquella chica con la que han convivido toda su vida. Tengo miedo de lo que la sociedad pueda decir, de que no nos acepten y el rechazo sea inmediato, sin tiempo a demostrar que nuestro amor es verdadero.
Pero tengo más miedo a perderla, a despertar un día y saber que no volveré a estar a su lado, o que jamás podre besar esos labios que cada día se vuelven más mi adicción, a acariciar su cuerpo una vez más y descubrirlo nuevamente, que sea un lienzo blanco entre mis manos y mis huellas sobre ella sean el color.
Sé que me he equivocado, sé que he cometido errores que no son fáciles de perdonar. Intentar engañarme a mí misma después de haber probado el amor de sus propios labios. Intentar engañar al mundo con tal de que no sigan hablando de mí de esa manera, de que me acusen por el simple hecho de amarla como la amo.
No sé si soy lesbiana o no, no sé si solo la amo a ella o en algún momento pudiera gustar de alguna otra chica con al menos la mínima intensidad con la que ella me ha atraído. No sé nada relacionado con esto, pero no quiero saberlo.
Es ella, simplemente lo sé.
Besé otros labios, unos labios torpes que no me hicieron sentir absolutamente nada. Acaricie otro cuerpo en busca de poder borrar sus propias caricias sobre mi piel y solo sentí frio. Intente olvidar con alcohol pero su risa retumbaba en mi mente como si estuviera sobre mi oído. La distancia no funciono, el evitar solo empeoro las cosas. Verla con aquel chico, sonreír y pensar que esa persona pudiera robarme su amor fue una apuñalada directo en el corazón.
Soy un unicornio, mi madre puede que jamás acepte que me enamore de un dragón, pero voy a luchar poco a poco, paso a paso, hasta que pueda ser feliz con mi Camila. Porque al verla sonreír por algo que hice yo, o escucharla decir “te amo” en forma de susurro acompañado de un gemido directamente en mi oído, es algo de lo que no estoy dispuesta a perder.
Mi nombre es Lauren Jauregui, tengo 18 años. Estoy en una banda junto con cuatro chicas completamente extraordinarias y tengo miedo, mucho miedo no lo niego. Pues me enamore de quien tal vez no debía de haberlo hecho. Pero más grande es mi amor por ella que estoy dispuesta a enfrentar al mundo con tal de poder tomar su mano algún día, mirarla a los ojos y decirle “te amo” aunque la gente nos esté mirando.
Me duele decir que eso no va a pasar hoy, o mañana, en los próximos días, pero llegara el momento en que todo mi miedo se disolverá y simplemente lo haré. Pues ella lo vale, esto y más.
La vida no es fácil, ya lo sé. Pero voy a demostrarle día a día que mi amor es sincero y honesto, que por ella vivo… Y lo único que deseo, es llegar a tener 85 años, y estar sentada en el pórtico de una gran casa, rodeada de nietos… a su lado, después de haber vivido una larga y feliz vida… junto con ella.
Soy Lauren Jauregui, crecí con la idea del amor perfecto aquel que llega con el elegante caballero y su armadura dorada, me enamore de Camila Cabello con su mirar chocolate, actitud de niña, cuerpo de mujer… y no pienso dejarla ir.