TOKIO (JAPÓN)
TRES MESES ATRÁSEl móvil vibraba en el interior de su bolsillo.
Conducía hacia casa, había tenido un día demasiado largo en la empresa y no quería saber de nada ni de nadie, sin embargo, el aparato insistía.
Quién fuese que estuviera de el otro lado de la línea sería reprendido por molestar.
Se orilló en la carretera y detuvo el auto. Era uno de los pocos empresarios que cumplía la ley de tránsito.
Sacó el aparato de el bolsillo y frunció el entrecejo en cuanto leyó el número en la pantalla... No se encontraba agregado en su lista de contactos.
— Taisho.
El sujeto carraspeó
— Señor Sesshomaru, disculpe la insistencia pero tengo una mala noticia que darle.
— Hable.
— Soy el jefe de operaciones de tránsito y ...
— Directo al grano.
El hombre volvió a carraspear.
— El avión en el cual se encontraba su señora esposa sufrió un desperfecto mecánico.
— Sea más específico.
— Nadie sobrevivió.
Tiró el móvil al asiento trasero, dejando al oficial hablando solo en la línea. Nuevamente se puso en marcha pero esta vez le valió un comino si rebasaba la velocidad permitida o si cometía faltas al ignorar las señales.
Durante el transcurso de el viaje, se puso en contacto con Jaken, al cual le pidió toda la información sobre el fatídico accidente.
Una hora después se encontraba en la jefatura distrital. Lo recibió amablemente el jefe que le había llamado anteriormente y con mucho pesar lo guió hasta el cuarto en donde yacían algunos de los cadáveres calcinados.
— Lo siento mucho señor Taisho, pero es necesario que intente reconocer el cadáver.
Siendo tan directo, obvió el sincero pésame de el oficial y levantó la sábana blanca que cubría el cuerpo de quién en vida fuera su esposa.
No era necesario ahondar en detalles, le fue suficiente el rojo Borgoña en sus uñas y la sortija de matrimonio en su dedo anular.
Cerró los ojos fuertemente y se frotó el rostro con ambas manos. Su espíritu se abatió profundamente ante tal pérdida.
Recién habían unido sus vidas y le era difícil aceptar el hecho de que ahora esa mujer que le prometió amor eterno frente al altar, reposara sobre una fría camilla de hospital, ajena a todo lo que pasaba a su alrededor.
Mortificado abandonó el cuarto lóbrego y se sentó en uno de los asientos metálicos, en la pequeña sala de la jefatura.
Apoyó sus codos sobre sus rodillas y se cubrió el rostro con ambas manos. A los pocos minutos, la única familia de su fallecida esposa hizo acto de presencia.
— Señor Sesshomaru, es necesario que lea esto.
Dijo el oficial y le extendió unas hojas blancas.
Sesshomaru las tomó y leyó rápidamente el encabezado... Eran los resultados de la autopsia practicada al cuerpo de Kagura.
RESULTADOS FINALES...
* MUERTE SÚBITA CARDÍACA
* MUERTE FETAL.— ¿Muerte fetal?
Cuestionó confundido. El oficial asintió tristemente.
— Señor Sesshomaru, su esposa tenía cinco semanas de gestación. Lo siento mucho.
— ¡Oh, mi Dios!
Exclamó Kanna, con el rostro inundado en lágrimas. Kagura Izumo, era su hermana mayor, lo único que tenía, lo único que le quedaba y la había perdido.
Por acto reflejo Sesshomaru se levantó de la silla y la estrechó con fuerza contra su sólido pecho. La joven albina se quebró entre los brazos masculinos.
El cortejo fúnebre se llevó a cabo dos horas después. Sesshomaru optó porque fuera privado, aún así algunos periodistas se colaron entre los allegados a ambas familias.
Algunos medios publicaron sus propias conjeturas ya que Sesshomaru se negó rotundamente a expresar algún detalle.
Después de las exequias, Kanna decidió viajar al extranjero. Por el hecho de ser aún menor de edad Sesshomaru la acogió e hizo tal como se lo pidió; la envío como interna a una de las universidades más prestigiosas de Inglaterra.
La mansión Taisho, ya no era la misma. Le hacía falta aquella esencia femenina que inundaba cada rincón de esta. Sesshomaru decidió deshacerse de ella.
La vendió al mejor postor y compró un apartamento en el edificio central, construido en el área urbana más elegante de la ciudad.
El tiempo fue pasando lento, tuortoso. Sesshomaru nunca habló con nadie.
Jamás se desahogó... Se ahogó en archivos y más archivos, creía que quizá de esa forma, el hueco que sentía en su corazón podía ser llenado, más eso no pasaba.
La extrañaba mucho.
El solo hecho de pensar en aquella pequeña criatura que crecía en el vientre materno, lo desquiciava, lo hacía perder el sueño, el apetito. Simplemente ya no podía seguir así.
Convocó una junta urgente y habló con los socios de las empresas Taisho y de los Hoteles Granbell. Su hermano menor, le sugirió que tomara unas merecidas vacaciones pero Sesshomaru se negó. No era eso lo que él necesitaba...
Quizás era una nueva distracción.
Algo que lo hiciera sentir vivo de nuevo, algo que le regresara aquel deseo de seguir en los negocios, de seguir aumentando su fortuna, sus bienes.
— Lo que realmente necesitas es amor Sesshomaru.
Se atrevió a decirle su hermano menor, en aquella última noche. Ambos se habían reunido en la sala de el apartamento de Sesshomaru para despedirse.
Sesshomaru sonrió irónico ante el comentario tan patético de Inuyasha ¿Amor? ¿Qué hombre desearía amor en vez de dinero? Ya había amado una vez, ya se había entregado una vez, aunque haya sido a su manera pero eso no pasaría una vez más.
Sesshomaru inició a sentir odio por todo, hasta por el mismo. Los quizá revoloteaban en su mente, más nada se podía hacer. No existía una jodida máquina para entrar en ella y viajar a través de el tiempo.
Simplemente no quería aceptar que aquella exhuberante pelinegra ya no existía más.
Sesshomaru cerró su corazón, se volvió más tosco, más frío, indiferente al sufrimiento humano.
Sesshomaru solo quería vivir por él y para él ¿Amor? ¡Ja! Esa palabra dejó de existir en su vocabulario, la arrancó de su diccionario mental. Se condenó a vivir en soledad...
Una soledad fría, oscura.
Sesshomaru se negaba a amar de nuevo.
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Sexo, Sudor y Lágrimas (Versión Sesshome) TERMINADA
FanficTaisho Sesshomaru... Un reconocido empresario, quien recientemente ha perdido a su joven esposa en un accidente aéreo, toma la decisión de viajar a Kioto y sumergirse por completo en los negocios, sin embargo, él no se imagina lo que el destino le t...